Escena 1: Mientras empiezan los créditos de la película “El diario de Bridget Jones”, la protagonista (Renée Zellweger) está fumando en pijama y de pronto suena de fondo “All by myself” (Sola otra vez). Se empina una copa de vino, empieza a cantar tímidamente, hasta que lo hace a todo pulmón.
Esta escena fue icónica al principio de los 2000, no sólo por el contenido de la letra de la canción, sino porque aparece la soltería como algo de lo que hay que huir, algo indeseable. Está mal, algo falló en mí.
Han pasado más de 20 años desde esta película inspirada en “Orgullo y Prejuicio” de Jane Austen (¡1813!) y la idea de separarse no ha cambiado tanto en el imaginario.
“Me casé a los 27, tengo 43 y me acabo de separar. Tengo pánico sobre lo que viene”
“¿Cómo voy a conocer a alguien por Tinder? ¡Qué vergüenza!”
“No me imagino acostándome con otra persona” “¡Qué lata tener que contarle de nuevo mi historia a alguien!”
“Voy a ser incapaz de rearmar mi vida”
“Seré solterón(a) por el resto de mi vida”
Estas frases aparecen comúnmente, sobre todo en mujeres u hombres que, luego de haber pasado una o dos décadas en pareja, toman la decisión de separarse.
¿Cómo paso de la certidumbre de una pareja estable, con ciertos códigos establecidos, rutinas y rituales, a la incertidumbre de no saber qué quiero hacer en mi segundo o tercer tiempo de vida?
¿Cómo redescubro lo que me gusta, lo que me completa y hace feliz?
¿Cómo rearmo mi casa, mis redes, mi vida?
Separarse no sólo implica el duelo de dejar ir una vida junto a otra persona que amaste. Separarse es volver a armarte.
Y eso no está escrito en piedra en ninguna parte, no hay un manual de cómo hacerlo “de la mejor manera”. De hecho, es muy probable que te equivoques, que te angusties, que quieras correr a armar una nueva relación, a veces con alguien muy parecido a tu ex (como Rachel de “Friends”, cuando sale con Russ, luego de haber terminado con Ross) que elijas sin realmente elegir, porque no te acostumbras a este nuevo estado, es un lugar desconocido que no quieres habitar.
Y toma tiempo. A veces mucho, otras no tanto e incluso podemos atravesar distintas etapas del duelo, como el shock, la rabia, la tristeza y la aceptación de que nuestra relación terminó. A veces, estas etapas incluso las experimentamos mientras estamos en la relación.
No hay un “cómo”, pero sí podemos probar con dejar espacio para experimentar lo que estamos sintiendo, habitar el espacio de ese silencio, respetármelo, sin apuros.
Es común que sobrepensemos, que nos exijamos estar bien ya, sobre todo cuando tenemos hijos en común y tenemos la creencia que nos deben ver fuertes.
Aunque quieras apurarte, es un proceso que implica dudas, pedir ayuda a tu red de apoyo y sobre todo, volver a mirarte, escucharte y hacerle caso a tu cuerpo, que siempre tiene algo que decir.
“Me separé y me compré una moto. Siempre lo quise, pero nunca me atreví” “Me separé y empecé a salir a carretear con mis amigas”. Puede que estos ejemplos te suenen y den cuenta de una búsqueda, de volver a ti, de reconocer quién quieres ser, qué te gusta. Cosas que muchas veces en el modelo de pareja tradicional-occidental-monogámica dejamos de lado, fusionándonos con el otro, olvidando nuestros gustos y preferencias, mis sueños personales.
Separarse y rearmarse no implica que tengamos que volver a estar en pareja. Esa es una decisión personal que se debe reflexionar a pesar de las presiones sociales que afirman que en pareja se está mejor que solo.
¿Qué siento que es mejor para mí?
Bridget Jones finalmente encuentra “la felicidad” con Mark Darcy, tal como Elizabeth Bennet con Mr. Darcy, pero esa es una novela romántica, no la vida real.