Más allá de si son vistas como oportunidades, tentaciones o trampas, las recaídas con los ex suceden con bastante frecuencia. Se estima que el 60% de los adultos las han vivido y más de un tercio de las parejas de convivientes han terminado y luego se han reconciliado. En el caso de los adolescentes, según una nota de diario El País, el 44% de las parejas de 17 a 24 años vuelven y más de la mitad de los que rompen mantienen relaciones sexuales.

“Recaer implica caer de nuevo en una enfermedad o reincidir en un vicio o error. Yo prefiero usar palabras como ‘volver’ o ‘estar’ para hablar de un lazo amoroso que renace o se vuelve a encender”, dice Pamela Soto, terapeuta de familia y pareja y académica de la Universidad Andrés Bello. “No todas las vueltas son malas: algunas pueden ser exitosas, otras fatales; depende de la dupla. Puede ser divertido, si es algo consensuado y ambos lo pasan bien. Diferente es si a alguien le ha costado salir del vínculo: puede haber dependencia, maltrato, algo tóxico”, agrega.

Según Soto, hay gente, sobre todo adulta joven, que se lleva bien con sus ex parejas y tiene la libertad de encontrarse por el mero gusto de acostarse, por ejemplo. “El sexo es una fuerza movilizadora de la humanidad. Lo más importante en estos casos es la libertad y que nadie engañe a nadie. Ahora, si uno está enganchado y el otro, no, el enganchado va a sufrir, porque no hay igualdad de condiciones: uno espera una cosa y el otro, otra”.

Un estudio de la Universidad de Missouri señala que, “comparadas con otros vínculos, las relaciones ‘intermitentes’ se asocian a tasas más altas de abuso, comunicación más pobre y bajos niveles de compromiso”. Al parecer, un historial prolongado de quiebres y reconciliaciones se vincula con la ansiedad y la depresión. Y retomar una relación al poco tiempo de haberla dejado puede indicar “falta de ponderación y un mal presagio para el futuro”.

Hay personas a las que cuesta dejar un vínculo, al punto que el 90% de quienes intentan salir de una relación de dependencia emocional –que se ha convertido en una especie de droga y cuyo efecto es la infelicidad– recaen. ¿Por qué cuesta “soltar” una unión que hace mal? “Existe una imposibilidad para elaborar la pérdida de la separación. La persona no logra separarse del otro”, afirma Soto. Entonces, puede ser que estas idas y vueltas se transformen en montañas rusas de “amor, dolor y pasión”.

Roxana (44) estuvo dos años y medio con Javier (42). Ambos eran separados y trabajaban en la misma empresa: él, como gerente de marketing y ella, como asesora legal. Roxana se entusiasmó de inmediato: él le parecía encantador y seguro. A poco andar, estaba pendiente de sus llamadas y su comportamiento cambiante. Javier le decía que la quería, pero, cuando ella esperaba contar con él para algo, se encontraba sola. Se la pasaban “hablando”, sin llegar a ninguna parte: él terminaba diciéndole que no estaba listo para un compromiso o que se sentía exigido; ella le proponía que terminaran y él accedía. Horas más tarde, la “mensajeaba” pidiéndole que no lo dejaran.

“Era como el perro del hortelano, que no comía ni dejaba comer. Pero una está tan metida ahí, que no se da cuenta”, recuerda Roxana, que vivía en una angustia permanente, porque Javier se mostraba dulce y dispuesto un instante y la desairaba con alguna excusa, al siguiente. “Fue la primera vez que me pasó algo así. Yo estaba en una etapa en que realmente tenía ganas de estar en una relación y me sentía vulnerable. Fue el escenario perfecto para que esto ocurriera. Él es un manipulador, un narcisista“. Para asumir y dejar atrás lo que pasaba, ella tuvo que hacer terapia. Ahora espera encontrar a alguien que le de seguridad y tranquilidad. Un buen amor.

Ni contigo ni sin ti

“La gente puede quedarse en las relaciones, por diferentes motivos”, comenta Soto. A veces, tiene que ver con la historia personal. “Alguien puede haber sufrido maltrato en la infancia y tiende a involucrarse en vínculos que le hacen mal. O puede haber un vacío, o un miedo a la soledad o al abandono”. En otros casos, la persona está “atrapada en una situación de maltrato”, del “ni contigo ni sin ti”, como aquella en que se vio envuelta Roxana: “hay una manipulación y el otro no puede salir de ahí”. Entonces, es recomendable consultar a un especialista.

Soto dice que el amor más que mágico es complejo, y con querer no alcanza. Si una pareja pololeó a los 18, sin mayores dramas, y se reencuentra a los 30, luego de un proceso paralelo de crecimiento interior, tendría buenas posibilidades de salir adelante. Más complicado sería para aquellos que estuvieron casados y vuelven después de un tiempo, con la fantasía de que todo será distinto. “Son los mismos integrantes. Cuando uno está en pareja toma decisiones para hacer, para ceder, etcétera. Tiene que haber un cambio cualitativo y una reflexión, si no, las cosas no funcionan”.

Estar juntos puede obedecer a razones como la comodidad o los hijos en común. “Con frecuencia hay problemas que no son conscientes. Puede que alguien busque hacer lo correcto o siga en una relación insatisfactoria por temas económicos”. Quedarse o retornar por lo bueno, en vez de irse por lo malo, también es común. De hecho, existen los ”divorcios ambiguos”: gente que está separada, pero pasa las Navidades o las vacaciones juntos. O que vive en la misma casa.

Otro ejemplo típico es el de una pareja que se separa, y luego vuelve y tiene un hijo. “Esto habitualmente trae dificultades, porque es un desafío, implica una reorganización familiar. Si la pareja no está bien, es difícil. Tener un hijo no es una solución a nada. Habría que trabajar en uno mismo, antes de decidirse a ello”, recalca la psicóloga.

Antes de “tropezar con la misma piedra” y dejarse “atrapar” por una recaída, sería crucial responder a estas preguntas: “¿Por qué vuelvo? ¿Por qué vuelve? ¿Qué encuentro en él o en ella? ¿Qué encuentra ella o él en mí? ¿Por qué estoy aquí?”.