En un artículo publicado recientemente en The Washington Post, la escritora especializada en temas de bienestar, Stacey Colino, relata que en la medida que la pandemia nos hizo reformular nuestras prioridades, muchos reevaluaron de igual manera su entorno cercano y sus amistades, dando paso a una reflexión que ha tenido como eje central el revisar quién ha sido o no un aporte y qué relaciones son saludables y equilibradas.

Y es que, aun cuando la pandemia pudo haber sido el detonante –y en el caso particular de Chile, el estallido social y el proceso de reestructuración sociopolítica que se desencadenó después–, los especialistas concuerdan en que observar y reevaluar nuestro círculo cercano de amistades es algo que hay que hacer cada cierto tiempo, independiente del contexto. Porque nuestras amistades, como explica Colino, inciden directamente en nuestra salud y bienestar, para bien o para mal.

“Las amistades poco sanas nos hacen mal en todas las dimensiones de nuestra vida”, postula de manera enfática la psicóloga social Beverly Fehr en el artículo. “Pero aun así, nos cuesta revisarlas críticamente y reconocer cuando nos hacen daño. Se reconoce que las relaciones de pareja requieren de una revisión y mantención activa y constante, pero pareciera ser que no opinamos lo mismo con respecto a nuestras amistades”. Y es que, como explica la especialista, a las amistades duraderas les otorgamos un valor agregado a nivel social, como si el hecho de ser amigos de toda la vida lo hiciera indiscutiblemente mejor, aun cuando ese vínculo ya no está teniendo impactos positivos en nuestra cotidianidad. “El mantenimiento de la amistad incluye evaluar si es saludable y gratificante para la sensación de bienestar. Y en el caso que sea perjudicial, ver qué se puede hacer para devolverla al lado positivo del espectro, si es que se puede”, explica Fehr.

Porque tener buenos amigos –y buenos vínculos afectivos– es clave para nuestra tranquilidad física y psicológica y así lo ha demostrado la ciencia: En un estudio dirigido en 2017 por William J. Chopik, doctor en Psicología de la Universidad de Míchigan, en el que se entrevistó a 271.053 adultos, se reveló que valorar las amistades estaba directamente relacionado con un mejor funcionamiento físico y mental, especialmente en los adultos mayores, mientras que valorar las relaciones familiares ejercía una influencia estática en la salud a lo largo de la vida. En la segunda parte de ese mismo estudio, que incluyó un análisis longitudinal a 7.481 adultos mayores, se estableció un vínculo directo entre los que mantenían relaciones tensas con sus amistades y ciertas enfermedades crónicas.

El psicoanalista y académico de la Universidad Diego Portales, Felipe Matamala, afirma que siempre estamos en permanente revisión, aunque no nos demos cuenta. Y las situaciones que impactan más en nuestras vidas tienen la capacidad de agilizar ese proceso. “El estallido y la pandemia, dos grandes acontecimientos a nivel social, pueden habernos hecho replantear nuestras prioridades y repensar si queremos estar rodeados o no de las personas que históricamente nos han rodeado, pero hay que saber que a lo largo de nuestras vidas siempre estamos cambiando y así también nuestro entorno; cuando entramos a otro colegio, o a la universidad, o cambiamos de trabajo. Siempre van a haber personas que se quedan y otras que no”, explica. “En ese sentido, lo problemático aparece cuando eso no se da, cuando no nos permitimos evaluar a quién tenemos al lado. Porque si lo pensamos, siempre estamos revisando nuestros lazos afectivos, no quiere decir que los pongamos en duda necesariamente, sino que hacemos un ejercicio para corroborar que estamos ahí con ese otro porque decidimos estarlo, no porque alguien nos obliga. Yo diría que la dificultad se genera cuando no estamos pudiendo hacer ese ejercicio de evaluación y deliberación. Ahí hay que preguntarse por qué”.

Como explica la psicóloga especialista en apego y miembro del Family Relations Institute, Lorena Soto, se le ha puesto un valor a nivel social a las amistades ‘de toda la vida’, pero es importante entender que cuando uno cambia, las amistades también cambian, porque son vínculos que muchas veces se sustentan en base a nuestros valores y criterios. “Lo que se ve mucho en psicoterapia es que la crianza separa a las amistades, ahí a ratos hay elementos irreconciliables, más aun si uno empieza a opinar sobre la crianza del otro. A veces también pasa cuando se integra a una pareja nueva. Lo fundamental, en las amistades, es la reciprocidad. Cuando eso no existe o escasea, la relación entra en crisis. Y creo que fue eso lo que activó la pandemia; el revisar hasta dónde fuimos capaces de contenernos los unos con los otros”.

Para Matamala, evaluar la amistad implica repensarse como amigos e identificar qué une y qué no. “En situaciones álgidas entramos en periodos en los que revisamos todo, y a veces ponemos el acento en determinados tipos de afectos. Pero más allá de esta revisión, que ciertamente es clave, también es importante entender que para vincularnos amistosamente tenemos que aceptar al otro cómo es. Ese aceptar no significa necesariamente estar de acuerdo, pero sí abrazar la diferencia como parte de una realidad. Ahí entramos en un momento distinto de la relación, que va a permitir que lo que nos una sea más trascendental. Por el resto, distanciarse y acercarse también es parte de”, reflexiona. “Quizás el punto ahí debiese ser revisar el cuán idealizadas están esas amistades, a tal punto que si el otro no actúa o no es de una determinada manera, sentimos la necesidad de desecharlos. Es eso quizás lo que hay que revisar; cuánto nos permitimos unos a otros sostener esas relaciones de amistad pese a que no cumplan con nuestras expectativas. Eso habla de una capacidad de madurez”.