Paula 1171. Sábado 11 de abril de 2015.
Gabriela Hernández llega con lentes de sol, labios rojos y un pantalón negro y una blusa de seda media transparente a un café de Las Condes. En cuestión de segundos varias son las mujeres que se le acercan para pedirle una foto, todas con el mismo argumento: "es para mi hija, que ama a la Lita", dicen refiriéndose a su divertido personaje en la teleserie Pituca sin lucas (Mega), una madre y abuela de clase alta obligada a adaptarse a las penurias económicas y al cambio de barrio.
No es solo lo gracioso de su rol lo que la tiene como una revelación televisiva: no existe en la pantalla chilena otra mujer de su edad que luzca tan espectacular, atractiva y resuelta en sus movimientos. Un talento actoral inseparable de su físico privilegiado, que la tienen como reina indiscutida de las redes sociales a los 76 años (divorciada, una hija y un nieto), con 26 teleseries en el cuerpo y al menos una obra de teatro anual desde que tenía 20 y estudiaba en la Universidad de Chile.
Con el éxito de tu personaje, ¿qué ha pasado con tu autoestima?
Por supuesto que me gusta que se reconozca mi trabajo, pero sé que no soy mejor ni peor actriz que antes. Lo que pasa es que me dieron un muy buen papel y bien escrito. Hay papeles muy fomes y no tienes cómo hincarles el diente, por ejemplo, la ama de llaves que lo he hecho varias veces. Porque, además, ¿quién tiene ama de llaves?
¿Eres vanidosa?
Sí, pero dentro de lo normal. Me gusta maquillarme. Desde que entré a la escuela de teatro, y nos enseñaron, nunca más salí de mi casa con la cara lavada. Eso era en la época de los 60, que se usaba delineador arriba y abajo, y las pestañas pintadas como Twiggy. Hasta pecas me pintaba. Hoy, con 76 años, es una necesidad. Si no lo hago me veo muy mal.
¿Cómo has asumido los cambios físicos que has experimentado con el paso de los años?
Nunca me he considerado una mujer guapa, sí atractiva o con un físico agradable, pero nada más. Para alguien que fue muy bello debe ser terrible empezar a marchitarse, pero para mí no, porque nunca lo físico fue algo primordial. De hecho, a los 19 años me vino una crisis de acné que me dejó marcas muy feas en la cara y nunca me acomplejó y mi madre se preocupaba más que yo. Y hoy, no tengo problema alguno en decir mi edad. No es tema.
"Jamás me he sentido discriminada por ser de la tercera edad. Es más, desde que me dejé las canas me tratan mejor en todos lados. Si me dicen abuelita en la calle no me molesta para nada: a mucha honra, ¡Abuelita soy!".
¿Te gustas cuando te ves en pantalla?
Me miro y me encuentro agradable, pero el cuello me molesta. No es de vanidosa, es que lo encuentro antiestético y a veces me pregunto "¿y si me lo estiro un poquito?". Pero me da miedo la operación, quedarme con la anestesia para siempre (ríe a carcajadas). Además, hace unos años me hice un mini lifting y no me gustó.
¿Qué otras cosas te has hecho?
Me he puesto tres veces bótox en la frente y me siento conforme con el resultado. La primera vez fue cuando tenía 73 y lo he repetido una vez al año. Me ha servido, porque desde muy joven he fruncido el ceño, lo que me daba una expresión entre severa y amargada, que no me gustaba y con el bótox lo pude solucionar.
¿Cómo cuidas tu cuerpo?
Como de todo y he sido siempre inconstante en los deportes. Soy delgada por genética.
¿Te consideras femenina?
No mucho. Tengo una personalidad bien masculina: no soy muy sentimental, soy independiente y me gusta la soledad. Puede sonar egoísta, pero disfruto llegar a mi casa, después de estar grabando con tanta gente, prender la luz y que haya silencio ¡Qué rico! Me siento más fuerte que otras mujeres y más dura. Y yo quiero ser fuerte, pero no dura, y ese es mi mayor defecto. A veces soy pesada y muy impulsiva para decir las cosas.
Pero eres muy delicada en tu manera de vestir.
Siempre me ha gustado vestirme bien. En la casa de mis padres había una preocupación por el buen vestir, incluso iba una costurera a la casa a hacernos la ropa. En mi colegio, el Manuel de Salas, era conocida por tener prendas con muy buenas telas y calces. Desde entonces me interesa mucho la moda. Leo revistas de moda, me gustan los tatuajes, los piercings, el pelo estilo mohicano y si no uso nada de eso es porque son tendencias que me pillaron muy mayor. •