Quizás muchos de nosotros no habíamos reparado en los sonidos de la respiración de nuestra pareja o en lo fuerte que suenan sus pasos al caminar. O nunca nos habíamos percatado de que las personas con las que vivimos comen con la boca levemente abierta o que hacen mucho ruido al masticar. Si bien estos son detalles que en el día a día de nuestras rutinas normales pasaban desapercibidos, a más de un mes de cuarentena esas pequeñas características de nuestros compañeros de aislamiento, para muchos, comienzan a volverse casi intolerables. ¿Qué hacer para que una relación no se dañe irreparablemente producto de cosas que antes nos parecían insignificantes?
Para algunos fanáticos del ASMR –técnica que a través del sonido genera una respuesta del sistema meridiano autónomo que se ha vuelto muy popular en Youtube en los últimos años– los ruidos de comida generan un leve cosquilleo en la espalda, pero para otros estos mismos estímulos o cualquier otro que provenga del masticar, tragar saliva o simplemente respirar, pueden ser lisa y llanamente intolerables. Y el rechazo a ciertos ruidos, conocida como misofonía, puede agudizarse en periodos estresantes como el encierro o gatillarse para quienes no la padecían.
Si bien no se trata de una fobia propiamente tal, la misofonía genera una respuesta de rechazo a ciertos sonidos para quienes la padecen. Para todas esas personas, estar encerrados en cuarentena y en espacios reducidos con un compañero, un amigo, familiares o incluso la pareja, puede volverse una experiencia muy desafiante, sobre todo a medida que el encierro se alarga.
Carolina Mutschler, psicóloga clínica especialista en bienestar y calidad de vida de la mujer explica que es más esperable que los detalles del otro nos molesten de sobre manera durante una situación como la que se vive actualmente. "El pasar más tiempo con alguien puede implicar que uno empiece a percibir con más fuerza situaciones o conductas en el otro que antes no me llamaban mayormente la atención pero que ahora se vuelven relevantes", comenta.
Pero lo importante es no quedarnos atrapados en esos detalles molestos porque, según la especialista, aquello que nos perturba del otro habla más de nosotros mismos que de nuestros compañeros de encierro. "Probablemente lo que está pasando es que mi aparato sensible está hiper reactivo y esos detalles que antes me parecían irrelevantes, ahora no lo son tanto. Lo primero es que estoy hipersensible y por lo tanto sobre reacciono", comenta la especialista. "Eso no significa que tengamos que ignorar lo que estamos sintiendo, pero sí quizás relativizarlo. Es decir, alejarnos un poco y darle perspectiva. Porque estamos viviendo una situación que no es normal y nuestro sistema de alerta está permanentemente activado porque está preparado para una situación amenazante y por eso percibimos hasta lo más mínimo".
La psicóloga aclara que otra posible explicación es que, producto del encierro, es posible que estemos viviendo demasiado pendientes de los demás. Y en ese caso, la invitación es a llevar el foco de vuelta hacia nosotros. "Quizás mi atención está demasiado puesta en él o ella y menos en qué es lo que está pasando conmigo y es importante indagar por qué". La recomendación es a re-dirigir la atención hacia los propios intereses, el trabajo, los hobbies o el mundo interno. "En momentos como estos es bueno situar la atención en mí, en un sentido positivo, en la línea del auto cuidado", explica la psicóloga.
Pero cuando nos encontremos irritables en esos momentos de máxima tensión en los que no podemos sino concentrarnos en aquello que nos exaspera de la otra persona, Carolina Mutschler recomienda ver más allá de simplemente lo que me molesta del otro. "Cuando el foco de la atención se vaya a esos detalles, hay que tratar de amplificar la mirada a aspectos positivos de la otra persona", comenta. "Tenemos que incluir en nuestra valoración todo lo que ha hecho bien durante el día, su aporte positivo a la convivencia, los detalles que sí nos gustan y nos agradan".