Renacer

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Paula 1225. Sábado 6 de mayo de 2017. Especial Belleza.

Claudia Bobadilla (50), directora de empresas y organizaciones sin fines de lucro

Hoy, con 50 recién cumplidos, ¿qué ves cuando miras para atrás?

Veo una recurrencia en las conexiones, en las relaciones, una casi obsesión por conversar y conocer, por salir, por conectarme con el mundo. A los 50 no me defino como abogada, sino más bien como un conector, como dicen los gringos. Lo que he hecho en mi vida es conectar personas, comunidades y mundos que generalmente no se encuentran entre ellos. Creo que tiene que ver con ser provinciana, con llegar a los lugares como inmigrante, donde no tienes conocidos, donde no fuiste al mismo colegio, a las mismas fiestas. Nací en Talca y viví mi infancia entre Molina y Curicó. Cuando uno llega como inmigrante tiene una necesidad de conectarse con la gente.

Si sentáramos a la Claudia Bobadilla de los 20 y a la de los 30 aquí al frente de las dos: ¿qué veríamos?

¡Uy!, verías a una niña asustada, muy asustada, muy insegura, muerta de miedo de todo. Aterrada de la ciudad, de ser tan alta, de no saber cómo armar su futuro. Yo era muy insegura. Las primeras veces cuando me tocaba hablar en unas reuniones muy modestas, se me ponía colorada hasta la partidura de la cabeza.

¿De dónde viene tanta inseguridad?

Viene de una historia familiar compleja. Cuando uno nace en un ambiente difícil o inestable desde niña chica, donde los afectos más básicos que uno cree están garantizados y seguros, no están, ahí se genera una inseguridad muy fuerte.

¿A qué te refieres con un ambiente difícil?

Es que es complicado. Yo tuve un papá muy violento, que murió hace un año, entonces crecí en un ambiente familiar muy tenso, de mucha violencia. Eso me provocó inseguridades porque hubo violencia física, violencia sicológica. Fue muy fuerte. Y pucha que me demoré años de años de terapia para tratar de sacarme eso de encima. Pero siempre que lo hablo con gente que ha tenido una experiencia similar, me doy cuenta de lo que trajo a mi vida: una capacidad de resiliencia, un deseo de descubrir espacios distintos a eso, de no replicar lo mismo en mi familia, de tratar de entender por qué ocurrió y abuenarme con mi papá porque estuve como 15 años sin contacto con él. Pero tuve la suerte de reencontrarme un año y medio antes de que muriera. En enero de 2016.

A los 50...

Sí, a los 49. Recibí una llamada en la que me dijeron: tu papá está muy enfermo y está muy mal, está en un hospital público en Linares y no tiene a nadie que lo cuide. Me llamó una persona que silenciosa y generosamente lo había cuidado todo ese tiempo. Y lo fui a ver. Lo encontré en una sala común en el hospital y fue… impresionante, porque todo lo que puede haber pasado en la infancia en ese minuto da lo mismo, si al final somos seres humanos. Apareció la persona. No mis dolores. Es tu papá.

¿Qué pasó ahí? ¿Lo abrazaste?

Me quedé mucho rato como tratando de descubrirlo. Tenía 76 años pero se veía como un ancianito. Entonces lo primero fue reconocerlo en su apariencia física. Mirarlo. Reconocer quién era. Fue súper fuerte. Y ahí nos encontramos.

¿Lo perdonaste?

No sé si lo perdoné pero pasaron a segundo lugar mis propios dolores.

¿Y lo pudiste cuidar?

Sí, lo pude cuidar el último tiempo, un año y medio. Ahora pienso que tal vez por estar en mis 50 lo pude hacer, porque estos son procesos. Hay algo muy sabio en la naturaleza de todos nosotros. Algo te va diciendo el cuerpo, las experiencias. Si uno está atento a escuchar los mensajes van tomando sentido. De eso se tratan los 50, del sentido.

¿Y la relación con tu mamá?

Mi mamá es una mujer muy potente. Trabajadora, sólida, que le puede pasar un camión por encima y se levanta. Se saca el polvo y sigue para adelante. Mucha fuerza.

¿Es un ejemplo para ti?

Sí, modelo de mujer valiente, independiente, resiliente. Y mi papá era fantástico también, tenía este problema, una enfermedad, pero tenía otras cosas preciosas. Era generoso, por eso terminó pobre, pobre, en una sala común de un hospital porque todo lo daba. Lleno de amigos y lo pasó chancho. Y eso creo que es una gran cualidad. La vida también es para jugar, para reírse y eso yo lo he aprendido a los 50. A reírme mucho, me río en todos los lugares que quiero, ahora me río fuerte, antes jamás lo hubiera hecho.

¿Por qué?

Porque no me atrevía. Era insegura de ser yo, de mis capacidades, de todo. Carencias que me dejó mi infancia. Cuando no están los afectos básicos dudas el triple. Era insegura físicamente. Me sentía cero atractiva, era muy grande, era gordita, como pava, pelo blanco, piel blanca, muy desabrida. Al final lo que va por dentro se refleja afuera.

¿Cómo se provoca la transformación?

Con los años uno empieza a encontrar su espacio en el espacio físico. Y empecé a crecer y a pararme distinto en el mundo, a cuidarme a todo nivel. Uno se atreve a cosas diferentes. No me pinté las uñas de color hasta como los 40. Son tonteras pero reflejo de cómo una va apareciendo en el mundo.

¿Y el cambio físico? Me cuesta imaginarte gordita.

Fue como a los 18 años. Cuando llegué a Santiago. Eran todos tan flacos aquí en Santiago. En Curicó comíamos más cazuela, pantruca, charquicán. Aquí no comían nada. Yo venía sobrealimentada de provincia.

¿Y ahora, te sientes una mujer atractiva?

Sí.  Pero es algo de los últimos dos años. El otro día lo pensaba. Y dije: es muy reciente esto, esta sensación. Y no tiene que ver con lo externo tiene que ver con que me siento más libre y más yo ahora que me reconcilié con mi historia y con lo que quiero para los años que vienen. Los 50 han sido conmovedores.

¿Qué más ha pasado en tus 50?

He tomado decisiones personales difíciles como elegir estar sola, no estar en pareja.

¿Te separaste?

Sí, justo antes de cumplir 50.

¿Tiene que ver con empezar esta segunda etapa de la vida?

Yo no sé qué tan consciente es pero al menos a esta edad se te plantean algunas preguntas que son ineludibles. El tema del sentido todo el rato. ¿En qué estoy en lo personal?, ¿dónde están mis amores?, ¿qué es lo realmente importante?  Eso ha sido lo más conmovedor. No he encontrado la solución, pero es dejar de enamorarse de lo efímero y pensar que nuestra existencia es limitada, que hay que aprender no solo a vivir bien, sino que a morir bien.

¿Cómo es eso?

Que fui capaz de pararme en los dos pies y dije: uno viene sola al mundo y se va sola, ¿por qué tanto miedo a estar sola? Se trató de madurar en serio, en el sentido de ser capaz de tomar decisiones difíciles con las que a veces uno se hace medio la tonta y puede pasar toda la vida sin tomarlas, pero cuando uno se va a acostar en la noche y la almohada te empieza a hablar y ya no te puedes hacer más la tonta y tiene que ver con...

¿Valentía?

Con la valentía. Y pensé que hay cosas a las que tengo que honrar, la vida me ha dado una cantidad de oportunidades que quiero retribuir. Me gusta demasiado el trabajo que hago, y necesitaba la libertad que no estaba teniendo para poder hacer ese trabajo que tiene que ver con una devuelta de mano.

¿El estar en pareja te coartaba?

Siempre estar con alguien pone límites. De eso se trata la vida en pareja y me parece maravilloso pero el tema es cuando eso se transforma en una barrera y no en un límite.

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¿No da miedo estar sola?

Da pánico. Todavía me da susto. Además, yo entro a mi casa y estoy 100% sola. Mis dos hijos (21, 23) están viviendo afuera. Entonces es estar bien sola. Pero en apariencia porque muy acompañada de tantas amigas, amigos y de mis propios pensamientos y sueños. Me siento en paz conmigo. Siento que mis hijos están contentos conmigo también. Me lo han dicho: "qué valiente". Sentir que tus hijos admiran tus decisiones es maravilloso.

¿Estar en pareja iba en contra de tu búsqueda?

Siempre hay una parte más del sueño a completar. Eso es lo que te hace seguir en la vida. Entonces es como un puzzle que para completar la parte que falta ya no era compatible seguir en mi relación de pareja. Habiendo mucho amor.

¿De qué se trata esta parte del puzzle?

Primero en comprometerme en muchos más proyectos que no son mis proyectos. Tengo una necesidad potente de retribuir que no había sentido así antes. Ya no ando persiguiendo mis propios proyectos. Quiero participar en los proyectos de otros. Hoy día me importan más los proyectos de los otros que los míos.

Tenía la idea de que eras una mujer siempre demasiado compuesta, muy perfecta, muy pauteada, ¿algo cambió?

Totalmente. Así era yo. Estos dos últimos años, acercándome a los 50, ya no soy más Miss Perfect.

¿Lo fuiste durante muchos años?

Claro, creo que la inseguridad te hace jugar ese rol de la perfecta. De estar a prueba de todo para no fallar en nada, tener todo bajo control. Hoy día vivo en un espacio de mucho más relajo, de más disfrute. Un buen ejemplo es que no tengo el celular con sonido, ya no hace ring ring nunca más.

¿Qué otros ejemplos?

Descansar. Dormir. Antes tenía que ir al gimnasio todas las mañanas. Ahora me canso, quiero dormir, descansar, reírme mucho, ver a mis amigos, encerrarme y ver 40 películas si quiero el fin de semana.

Eso es lo rico de estar sola.

Pffffffff.

Y hacer lo que uno quiere...

Lo que uno quiere pero quiero una libertad con responsabilidad. Porque es rico estar libre y tener todo el tiempo disponible para ti pero ahí te vuelves un poquito selfish, te empiezas a mirar mucho el ombligo. En cambio, la libertad con un propósito genera una buena libertad. Y me he dado cuenta de que estoy conquistando espacios para crear, para compartir mucho con mis amigos, para no hacer nada.Porque si no hay tiempo para el ocio es difícil que aparezcan nuevas ideas. En los espacios de ocio, sale todo eso.

¿Le tenías miedo al número 50?

Cada año que he cumplido, he celebrado el año que viene. No retrocedería ni un día, ni una hora, ni un solo minuto en el tiempo. Siempre he sentido que mi vida se va transformando en una mejor vida mientras más años cumplo. Y en particular quiero celebrar que los 50 años son maravillosos.

¿Por qué tanto?

Porque te dan una sensación de expansión. Siento una mezcla de energía, carrete de vida y experiencia que quiero traspasar, pero a la vez tengo hambre por seguir aprendiendo y seguir completando mi puzzle. Ahora lo entendí ¡Esos son los 50!

Dijiste que estabas intentando dejar de enamorarte de las cosas efímeras, ¿cuáles eran?

Cumplir ciertos estándares. Tener que ser de una determinada manera, un tipo de profesional, un tipo de liderazgo, cuando al final lo único que importa es que nos cuidemos y queramos entre nosotros, si al final ¿de qué se trata todo esto?

¿Cuál era ese liderazgo que cultivabas  y que dejaste?

Un liderazgo autoritario. Pero pucha, yo no sabía, a mí no me enseñaron a liderar. En mi época no había cursos de liderazgo.

¿Cómo lideras hoy?

Es un liderazgo mucho más compartido, co-creativo, colaborativo. Siempre a uno le toca tomar una decisión, hay un momento en que hay que cortar el queque pero hoy lo hago de otra forma.

Me habían dicho que eras media histérica, mañosa, regluda, ¿es así?

Sí, así era. Súper. Y no solo me liberé de eso. Digo qué mala onda haber sido así. Qué pérdida de tiempo porque es puro estrés para todos. Es que era controladora. Y uno no puede controlarlo todo, es un ilusión totalmente estúpida ¡si uno no controla nada! Es puro estrés.

¿Y cómo te diste cuenta?

La propia gente con la que trabajé y que no lo pasó bien conmigo como jefa me lo fue mostrando y muchas de esas personas se transformaron en mis amigas en el tiempo y me hicieron ver cosas que no estaba viendo. A veces es doloroso que te digan cosas que a uno no le gusta escuchar pero entendí que eso era puro generar dolor, para uno mismo y para otros.

¿Te arrepientes de haber sido así?

No me arrepiento, me enseñó y me di cuenta de que era innecesario, aprendí que eso no genera felicidad en nadie y estoy feliz de que lo pude revertir.

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CLAUDIA BOBADILLA

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