La primera vez que Irina Karamanos habló del tema fue cuando el presidente electo, Gabriel Boric, estaba en campaña. Fue en el programa Las Caras de la Moneda de Canal 13 que la cientista política y dirigenta feminista de 32 años, se refirió a su eventual rol como primera dama en el gobierno de quien ha sido su pareja durante los últimos tres años. “Es un cargo que merece ser repensado, porque estamos en tiempos distintos. Han cambiado muchísimas cosas y creo que así también hay que repensar el poder y las relaciones que emergen de él”.
Al poco tiempo, y cuando Boric ya había resultado ganador de las elecciones del 19 de diciembre, Karamanos volvió a reiterar este anhelo en una entrevista a revista Ya. “Creemos que se pueden hacer cosas importantes desde ese lugar, pero hay que ver si el rol que cumple está acorde a los tiempos que vivimos, o si la figura puede ser menos caritativa y pasar hacia una que pueda empujar otros temas”.
Ese planteamiento, casi revolucionario en una sociedad conservadora, ha generado un sinfín de reacciones del mundo público -medios, analistas, políticos y políticas-, que hoy se están cuestionando el tradicional e histórico rol que cumple la primera dama en la República del país. Un cargo que habitualmente ha sido ocupado por la pareja o cónyuge del Jefe o Jefa de Estado y cuyo origen proviene de la denominación norteamericana de “first lady”. Y es que Karamanos, dice, no quiere dar por sentada ninguna atribución, pues su intención es rediseñar este papel para asumir un lugar político que se aleje de la figura tradicional de acompañante o ‘pareja de’. Una propuesta que va de la mano con la idea de tener una agenda que impulse temáticas relevantes.
Querer hacer esta reforma del cargo, dice Yanira Zúñiga, profesora del Instituto de Derecho Público Universidad Austral de Chile, se explica con un hecho muy simple: hoy, la figura tradicional de la primera dama no calza con los valores relativos a la equidad de género empujados durante esta época. “La figura de la primera dama sirve y refuerza representaciones de género que debiéramos esforzarnos por superar. Con pasmosa naturalidad hemos asumido que, en lugar de elegir a una persona para dirigir los destinos de un país, ungimos a una pareja (heterosexual), trasladando así la lógica de ‘un gobierno familiar’ a la esfera pública”, dice en una columna de opinión de La Tercera.
Además, agrega que “hemos asumido que es razonable que la cónyuge (conviviente o polola) de un Presidente de la República se resigne, sin más, a un patrón saturado de sexismo. Esperamos que ella lo acompañe públicamente, que sea anfitriona en cenas y ceremonias, y que lidere actividades de beneficencia pública. Nuestra expectativa social sobre la primera dama no es muy diferente a la que resume un conocido refrán: ansiamos encontrar una abnegada mujer detrás de un gran hombre”.
En Chile, el cargo de primera dama no tiene atribuciones legales que lo regulen. Sin embargo, sus funciones han sido ejercidas en la Dirección Sociocultural de la Presidencia, una repartición estatal formalizada en 2009 por la ex mandataria Michelle Bachelet y que coordina y agrupa las fundaciones o programas que son apoyados por la Presidencia. “Me parece coherente querer cambiar el origen o formato del rol, porque efectivamente sigue anclado en una cosa tradicional. En esa línea, se asume que la mujer es el espejo de la pareja y que está ahí para acompañarlo en todo, sin tener injerencia u opinión cuando sabemos que no ocurre de esa manera.
En el espacio íntimo, hay conversaciones, decisiones, opiniones y las mujeres siempre han tenido agencia en ese territorio. Lo que no sabemos realmente es cuál ha sido esa incidencia tras bambalinas, porque por mucho tiempo vivimos en un espacio donde nadie estaba mirándolas”, dice la historiadora Ximena Vial (@historiadicta) y agrega: “Yo creo que no es la primera pareja o esposa de mandatario que haya anhelado algo así, pero sí es la primera en poder expresarlo en un espacio público y ser escuchada”.
Aunque -históricamente- gran parte se ha mantenido dentro de los márgenes de lo tradicional, la posibilidad que han tenido las primeras damas de llevar adelante ciertas políticas públicas ha ido evolucionando. Carolina Guerrero, doctora en Ciencia Política de la Universidad de Hamburgo e investigadora asociada al GIGA Institute for Latin American Studies de Alemania, sostiene que ellas han transitado de un rol protocolar a un cargo con agenda propia. “En algún momento de la Historia, era imposible pensar que la primera dama propusiera una política pública o coordinara una iniciativa. Antes tenían solo un rol protocolar o de acompañante, pero eso fue cambiando desde que retornó la democracia. Poco a poco, se fue haciendo que se involucrara más en política. Ahora, eso no implica que el rol tenga un desarrollo lineal, porque perfectamente podría venir alguien que no se involucre en lo político”, dice.
A partir de este nuevo aire, surgieron iniciativas como, por ejemplo, la campaña “Sonrisa de mujer”, impulsada por Luisa Durán, primera dama en el gobierno de Ricardo Lagos. Una propuesta que buscaba entregar soluciones odontológicas a mujeres de escasos recursos y que -por su éxito- sirvió como modelo para el programa “Más Sonrisas para Chile”, implementado durante el período de la presidenta Michelle Bachelet. “Elige Vivir Sano” es otra de las políticas públicas que ha llevado adelante una primera dama en nuestro país. En este caso, se trata de Cecilia Morel, esposa del actual Presidente Sebastián Piñera, que mediante este programa, ha buscado mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas, promoviendo hábitos y entornos saludables.
Pero, más allá de ahondar en el trabajo de corte social, también existen primeras damas que -al margen del trabajo de sus esposos o parejas- han incursionado también en el ámbito político de manera independiente. Es el caso de Cristina Fernández, que luego de una amplia trayectoria política, marcada -en parte- por su adherencia al peronismo y su rol de primera dama en el gobierno de su marido Néstor Kirchner; se convirtió en Presidenta de la Nación Argentina. De ahí que mantener este cargo podría ser relevante, pues no solo permite aumentar la participación de mujeres en política, sino -como explica Carolina Guerrero- mantener el simbolismo en términos diplomáticos. “Ocurre que habitualmente en las cumbres o foros mundiales las primeras damas se reúnen, y eso permite impulsar temas en la agenda a nivel regional o mundial. Además de humanizar al Presidente, ellas permiten dar voz a demandas que no necesariamente se podrían impulsar desde el lugar del mandatario”.
A dos meses de la investidura de Gabriel Boric como Presidente de la República, Irina Karamanos ha dicho que se encuentra, por ahora, en un período de planificación sobre cuáles serán sus funciones. Eso sí, ha dejado en claro que, para armar este diseño, habrán puntos -como la transparencia y perspectiva de género- que serán clave. Además, ha dicho que le gustaría ser un puente entre sectores y organizaciones de la sociedad civil, aunque sin pasar a llevar el trabajo previo de, por ejemplo, las mismas fundaciones que trabajan con la Dirección Sociocultural de la Presidencia.
“Hay que ver qué va a hacer ella durante el Gobierno, pero es interesante que se quiera repensar el cargo. Este debate lo tenemos hoy solo porque la eventual futura primera dama lo puso en la agenda. Si no, seguiríamos sin cuestionarnos estos espacios de poder”, sostiene Carolina Guerrero quien, además, opina que sería interesante mirar la perspectiva comparada de otros países de América Latina para sacar modelos de referencia. “Yo creo que no va a hacer una reforma radical, sino más bien un cambio gradual que va a afectar el constructo social y qué es lo que entendemos por este cargo en el largo plazo”, indica.
Finalmente, la historiadora Ximena Vial coincide, y cree que el armar una cultura política distinta es el gran cambio que vendrá en conjunto a la propuesta de Irina Karamanos. “A eso se suma esta idea de asumir que esto no es una obligación, sino que puede ser una opción para las personas que se encuentren en esta posición en el futuro. Porque quien es electo por sufragio es el Presidente o Presidenta y no su pareja, entonces tenemos que acostumbrarnos a pensar que este cargo es algo que se puede decidir”, concluye.