Representante Mi Voz Cuenta, Mariel Rojas: “Este proceso de cambio fue impulsado en gran parte por adolescentes. Nuestras voces tienen que ser escuchadas, somos sujetos de derecho”

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Fue en octubre del 2019, para la evasión masiva del metro, que Mariel Rojas (17) decidió que de ahí en adelante estaría mucho más involucrada en los procesos sociopolíticos del país. Ver a tantos adolescentes movilizados por una misma causa fue lo que la impulsó a consolidar su postura. Sabía que los hechos se estaban dando por una acumulación de fuerzas intergeneracionales, pero había sido su generación la que finalmente logró que se llegara a un punto de inflexión. “Ver que personas de tu edad están logrando tanto es muy inspirador. Las niñas, niños y adolescentes hemos sido silenciados e ignorados históricamente, porque se nos infantiliza, minimiza y se nos considera seres sin opinión y voz, pero ese día quedó en evidencia que opinamos, pensamos y debemos ser escuchados. Venimos a exigir ser tomados en cuenta y ser sujetos de derecho, pero también exigimos derechos para los demás, porque somos testigos de las injusticias que vulneran a nuestras familias”, dice.

Al poco tiempo de ese acontecimiento, unos amigos le propusieron ser parte de un proyecto que buscaba generar espacios para que las niñas, niños y adolescentes (NNA) pudieran opinar y tener cierta incidencia en los procesos políticos nacionales. Se trataba de una iniciativa conjunta de la Defensoría de la Niñez, América Solidaria, UNICEF, la Red de Universidades por la Infancia y organizaciones juveniles como Comparte tu Libro, Amuji y Tremendas, cuyo foco, hasta el día de hoy, es facilitar espacios para apoyar la participación efectiva de NNA en la toma de decisiones públicas. Además de ser una plataforma de visibilización para sus voces y opiniones.

Así nació Mi Voz Cuenta, que hoy a través de una propuesta de parlamento juvenil busca asesorar y recomendar, desde las juventudes tempranas, el proceso constituyente. “Esta iniciativa nace desde un diálogo intergeneracional muy nutritivo cuyo propósito es lograr que los niños y adolescentes tengan una mayor participación en los procesos políticos. Es pertinente que se nos considere y que tengamos una participación directa y activa en temas que nos competen, y que se reconozca que somos seres de derecho y no de protección”, explica Mariel. “Desde que nacemos hay una barrera autoritaria entre niños y adultos; en un mundo adultocentrista a nosotros se nos dice que no tenemos y no deberíamos tener opinión. Eso nos impide progresar como sociedad. Yo estoy viendo cómo el planeta se está incendiando, que hay contaminación en todos lados y eso me afecta directamente. Pero no puedo hacer nada al respecto por este número que sale en mi carnet. Eso tiene que cambiar. Y Mi Voz Cuenta nace para recoger y canalizar nuestras voces”.

Y es que hoy, un 24,2% de la población chilena corresponde a niñas, niños y adolescentes. A eso se le suma que están presentes en un 43,5% de los hogares del país (CASEN, 2017), por lo que iniciativas como ésta, como dice Mariel, debiesen darse naturalmente. Espacios en los que exista una retroalimentación y se de paso a soluciones innovadoras. “Cuando nos ponemos a hablar y a plantear las demandas, nos damos cuenta que en verdad tenemos mucho más en común de lo que pensamos. Las demandas de los NNA no nos competen solo a nosotros, son las que queremos todas y todos en el país”.

¿Cómo han articulado un mecanismo de trabajo entre jóvenes y adultos?

Tenemos comisiones y trabajamos en círculos, siguiendo la lógica de la sociocracia, que tiene que ver con una manera de tomar decisiones en conjunto pero de forma que siempre se considere la voz de todas y todos, para que ninguna quede excluida. Esto se logra mediante el consentimiento; se presenta un proyecto y si alguna de las partes objeta, entonces mejoramos la propuesta hasta que sea una satisfactoria para todos. De esta manera nos aseguramos que la representación sea transversal pero también que el trabajo sea más nutritivo; muchas veces lo que pasa cuando uno plantea una propuesta es que no considera todas las partes. Este mecanismo, propuesto por América Solidaria y que está presente en parlamentos juveniles en todo el mundo, nos permite tener más amplitud y ver visiones que a veces, y de manera casi inconsciente, quedan relegadas. Nos obliga a tener que darle una vuelta a la propuesta para que sea más inclusiva. Es un mecanismo de deliberación que usualmente no se logra en órganos gubernamentales, pero que en nuestro caso nos ha permitido llegar a acuerdos y a soluciones concretas.

Tenemos comisiones de logística regional, divididas en cuatro subzonas; un consejo adolescente nacional; y otras comisiones divididas por disciplinas, tales como de comunicaciones y proyectos, pero ninguna voz es más importante que otra.

Actualmente la Convención Constitucional es mucho más representativa de la sociedad, pero aun así hay ciertas poblaciones que han quedado fuera, incluyendo disidencias sexuales y niños y adolescentes. ¿Qué implica esta falta de representatividad y relegación histórica de los NNA?

Es indignante que se nos siga excluyendo solamente por nuestra edad, como si no fuéramos seres pensantes. Lo hemos vivido siempre, desde que nuestros padres y cuidadores nos dicen qué hacer y nosotros terminamos teniendo que atenernos a decisiones que fueron tomadas sin consultarnos y que no ayudan a nuestro bienestar.

Para el proceso constituyente, siendo nosotros en gran parte los impulsores de este proceso que llevaba siendo aplazado durante tantos movimientos sociales, me da rabia e impotencia que no estemos ahí. Por eso nos vemos participando y reforzando los espacios que sí hay, como los cabildos ciudadanos, muchos de ellos liderados por jóvenes. Hay que tener en cuenta que Chile es completamente diverso desde su clima hasta su población, y nosotros, siendo un 24,2% de ella, tenemos que estar representados. Es hora de incluirnos en el debate, porque se trata de cosas que nos afectan, como la educación, la pensión y la vivienda. Nosotros vamos a vivir ese futuro. Y no le vamos a quitar autoridad a nadie, mucho menos a los adultos que nos vayan a cuidar. No le tienen que temer a la autonomía progresiva.

¿Cuáles son las principales demandas de los NNA?

La gente se sorprende cuando se dan cuenta que en realidad son las mismas que tienen todos. Se suele pensar, por estigmas y estereotipos, que los adolescentes solo pensamos en nosotros, o estamos todo el día en Tik Tok y no miramos a nuestro alrededor. Pero estamos tan rodeados de familiares que llegan agotados de sus trabajos, en un sistema injusto que abusa de ellos y que discrimina, que eso nos afecta.

La mayoría no se ha dado el tiempo de escucharnos pero cuando planteamos nuestras demandas son las mismas. Hay algunas más urgentes que tienen que ver con el derecho a una educación sexual integral y no sexista, una educación inclusiva y un acceso igualitario a la educación superior. También el tema medioambiental; queremos políticas que protejan los ecosistemas que están siendo transgredidos. Pero también la vivienda digna y la jubilación, que la gente no tenga que trasladarse a la periferia para poder tener una casa.

¿De dónde surge este interés? ¿Se lo atribuyes a algo generacional?

Es algo de la edad, de la etapa de vida. Los adolescentes y jóvenes siempre han sido revolucionarios, a lo largo de la historia. Lo que pasa es que esas ganas de cambiar el mundo se van disipando con el tiempo. Crecen, se van olvidando y se ven envueltos en un sistema injusto pero sin salida. Nosotros, viendo eso constantemente y siendo testigos de lo que pasa en nuestro núcleo cercano, tenemos ganas de un cambio, para que todos nos sintamos a gusto e incluidos. Ahora, además, y debido al contexto, hay mucho más interés. O siempre lo ha habido, pero las ganas agarraron más fuerza desde el estallido social.

¿Temes por el futuro?

Sí, me da miedo. Me da miedo ver que estamos destruyendo ecosistemas. A veces me siento impotente, pero también ese miedo, en vez de inhabilitarme, me hace agarrar más fuerza. Yo no puedo demandar a la empresa que destruye bosques, justamente porque no me toman en cuenta, pero puedo hacer presión. A veces, al ser menor de edad y no poder hacer nada mucho en términos legales, la única opción es salir a las calles y exigir justicia. Ser testigo de las injusticias es lo que nos moviliza. Y no hay que olvidar que Chile ratificó la Convención de los Derechos del Niño hace más de 30 años, y entre esos derechos está el artículo 13 que habla de la participación de NNA en temas que los afectan. No podemos ignorar eso, porque es un derecho legítimo que nos corresponde.

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