El interés por cuidar a esa persona con la que terminamos, que tanto quisimos, y que probablemente aún queremos, parece ser natural. El problema comienza cuando ese genuino interés por cuidar al otro y otra nos paraliza y no nos deja seguir con nuestras vidas, a lo que además se le suma la expectativa social de dejar pasar un tiempo “razonable” para volver a relacionarnos amorosamente con otros. Esta expectativa muchas veces tiene que ver con la dependencia y la lealtad. En un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, los investigadores trataron de descubrir si las personas en las relaciones consideran no solo sus propios deseos y necesidades, sino que también los sentimientos de su pareja al decidir terminar una relación. La investigación reveló que las personas mientras más piensan que su pareja es dependiente, son menos capaces de propiciar una ruptura. Y esto se debe –según indican– a que la gente se queda en relaciones infelices para cuidar a su pareja, aunque esté poniendo de lado sus propias necesidades. “Cuando las personas percibieron que su pareja estaba altamente comprometida con la relación, eran menos capaces de separarse”, dijo la psicóloga Samantha Joel, una de las autoras del estudio.

Y según Pía Urrutia, psicóloga, perteneciente al Centro Interdisciplinario de las Mujeres (Cidem) en esto hay un sesgo de género, debido a que son ellas las más preocupadas del bienestar del otro aún cuando la relación amorosa se acabó. Así lo confirmó un estudio realizado por el Centro de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca, que detrminó que tras un divorcio, los hombres tardan -en promedio- menos de dos años (22 meses) en volver a establecer una relación sólida y duradera, pero ellas se toman tres años para dejar entrar a alguien en sus vidas.

Tiene que ver con el concepto de responsabilidad afectiva, que apela a que lo que hacemos, decimos o no decimos, tiene un efecto en el bienestar emocional de las personas. Al momento de quebrar una relación, esta práctica parece tomar un rol importante para evitar generar un daño innecesario que aumente el dolor propio de una ruptura amorosa. Sin embargo, la vida sigue y ante la expectativa social de esperar un determinado tiempo para volver a relacionarse con otros sexo-afectivamente, aparece la incertidumbre: ¿hasta dónde me puedo hacer cargo de los sentimientos del otro?

Para la psicóloga hacer acuerdos respecto a lo que será el quiebre amoroso es clave para evitar hacerle daño al otro u otra. “Tanto las relaciones como los quiebres de pareja se construyen. Construir la ruptura es una forma de cuidar el duelo y de evitar que no haya más daño del dolor propio de lo que está ocurriendo. La responsabilidad afectiva es algo basado en la comunicación, no es algo que se tiene o no. En ese sentido, es importante tener una conversación para transparentar qué necesito yo, qué necesita el otro y qué puedo hacer yo por este otro u otra. Esa es la instancia en la que se puede comunicar a qué estoy dispuesta y qué compromisos voy a tomar con esa persona. Por ejemplo, hay parejas que acuerdan eliminarse de las redes sociales porque eso les facilita el duelo y les permite un distanciamiento más sano. En cambio, hay otros que se ponen de acuerdo para seguir siendo amigos y está bien”, asegura.

Pero el concepto deja una ambigüedad: los límites. Para Pía Urrutia establecerlos es esencial ya que los quiebres sí tienen una duración y no delimitarla puede incitar a que una de las partes se aproveche y exija más de lo saludable. “Si la otra persona me está pidiendo que espere cinco años para poder entablar una nueva relación de pareja, una puede perfectamente no estar dispuesta a eso y aclararlo, porque la responsabilidad afectiva no es hacerme cargo de todo lo que le pasa al otro, sino que es llegar a acuerdos respecto a lo que yo puedo hacer por ese otro en cuanto a sus necesidades”, explica la especialista.

Lidiar con la culpa de comenzar de nuevo

Comenzar de nuevo, empezar a salir en citas, abrirse un perfil de Tinder o mostrarle al mundo a través de las redes sociales que lo estás pasando bien con otra persona, puede resultar difícil ante la expectativa social y la creencia de que se debe guardar un duelo por cierta cantidad de tiempo y de cierta manera. Según la psicóloga, para lidiar con la culpa que muchas veces podemos sentir, es importante entender que la supuesta linealidad que ofrecen las relaciones monógamas –estabilidad, matrimonio, amor eterno y un doloroso duelo– son un constructo social.

“Hay personas que pueden estar atravesando por un duelo amoroso y perfectamente pueden conocer otra persona con la que les interese salir. Ahí lo importante para cuidar a los involucrados es poder transmitir en qué proceso está cada uno, porque muchas veces se esconden estas cosas por temor al estigma que apela a que uno debería mantener un luto o una tristeza, y que éste tiene un tiempo determinado”, cuenta.

Finalmente, la experta aclara que como la responsabilidad afectiva no es algo que se pueda ejercer ni tener, sino que es algo relacional y de responsabilidad compartida, la carga y la culpa de que el término no haya sido tan bueno como uno quisiera, no se la puede llevar una sola persona. “Si yo me abro un perfil de Tinder, comienzo a salir con otras personas, porque mi ex pareja no se dio el tiempo para conversar y no se pudo generar un espacio de responsabilidad afectiva, ya no me puedo hacer cargo. Eso no es mi culpa”, concluye.