Retrouvaille: el reservado programa para parejas en crisis

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En Santiago existe un programa católico que busca salvar matrimonios al borde del despeñadero o que enfrentan crisis. Durante un fin de semana y bajo la guía de monitores y un sacerdote, sacan afuera lo que han juntado bajo la alfombra en sus relaciones: infidelidades, violencia, indiferencia total. Más de 700 matrimonios han vivido la experiencia. Y, aunque todo es muy confidencial, aquí algunas parejas atisban cómo funciona y qué tanto les ayudó.




Paula 1199. Sábado 7 de mayo de 2016.

Llegamos a Retrouvaille con nuestro matrimonio en medio de una nueva crisis, habíamos tenido una pelea muy fuerte que nos puso una alerta, encendió una luz roja. Y decidimos pedir ayuda", dice el ingeniero comercial Andrés Astaburuaga (46) casado hace 14 años con la diseñadora Renate Neumann (43), con quien tiene cuatro hijos.

Andrés y Renate son católicos y aceptaron la invitación de una pareja de amigos que, como ellos, atravesaban una crisis profunda y querían dar la pelea. Aun así, Andrés precisa que "no fuimos buscando algo de orientación católica. Queríamos ayuda simplemente".

Así llegaron al programa Retrouvaille, un nombre de origen canadiense que significa reencuentro en español. Muchos hablan de una última oportunidad para parejas quebradas, en la UTI, con severos problemas de comunicación y al borde de la separación. Sin embargo, también hay parejas –como Andrés y Renate– que lo ven como una posibilidad de renacer como pareja, reenergizando la manera como se relacionan en su matrimonio. "No es un milagro ni una panacea, esto depende de cada pareja y la invitación es a trabajar muy duro. Si sale bien, te permite rescatar tu matrimonio", asegura otro matrimonio que participó hace tres años y que logró sortear una relación a las puertas del divorcio. Por algo, el símbolo que identifica a este programa es un salvavidas sobre una cruz, dando cuenta, además, del vínculo y respaldo explícito de la Iglesia Católica, en los 44 países donde se imparte. En Chile, más de 700 parejas han pasado por esta experiencia desde que se inició en 2003.

Andrés y Renate llegaron a Retrouvaille en marzo, luego de pasar por dos terapias de pareja. "Ahora estamos en medio de un proceso que es bien exigente y requiere de mucha voluntad y trabajo; diría que es como una maratón y que vamos recién en los primeros 10 metros" asegura Andrés.

Su mujer, Renate, explica por qué se atreve a compartir una experiencia tan íntima: "Creo que es necesario decir las cosas por su nombre; para qué nos escondemos detrás de máscaras y decimos todo está bien, tenemos matrimonios perfectos, cuando eso ¡no es cierto! Me parece más sano decir que uno está viviendo una crisis, que lo hemos pasado mal y que aun así, seguimos creyendo que nuestro proyecto familiar es lo más importante que tenemos".

"Está estudiado que las parejas que están atravesando por crisis importantes, son capaces de sostener una conversación civilizada hasta los ocho o diez minutos máximo. Después, inevitablemente, deriva en peleas", asegura Eduardo Soler, monitor del programa.

TOCAR FONDO

El programa Retrouvaille parte con una jornada de fin de semana en el Santuario de Auco, en Los Andes, donde junto a los coordinadores hay un sacerdote que acompaña a las parejas durante el fin de semana y está disponible si alguien necesita consejo o contención. También entrega su testimonio a los presentes; les relata sus propias crisis para mantener su fidelidad con Dios, emulando de alguna manera las dificultades que un matrimonio enfrenta. "Pero no es un retiro espiritual", precisan los coordinadores. Sí hay una misa el último día, pero aseguran que es voluntaria.

Son tres encuentros al año, con un promedio de 25 a 30 parejas cada vez; la mayoría, matrimonios casados por la Iglesia. También asisten parejas que conviven e incluso parejas que están separadas y quieren intentarlo nuevamente. Hasta ahora, el público que recurre a Retrouvaille proviene de comunas de la Zona Oriente, con un perfil socioeconómico más bien alto, aunque dicen que el proyecto es expandirlo a otros sectores de Santiago. Esporádicamente asisten al programa matrimonios provenientes de otras comunas y de regiones. El valor de cada encuentro es de $140 mil por el fin de semana y las doce sesiones siguientes.

Verónica Gormaz (57), coordinadora y monitora del programa hace siete años junto a su marido, el empresario Eduardo Soler (60), explica que "es una experiencia diseñada para mejorar la comunicación entre las parejas, que los conectan con sus emociones más que con sus conflictos. El 99% vienen muy dañados porque ya no son capaces de dialogar y, por lo tanto, en su vida diaria terminan agrediéndose, descalificando al otro, buscando por fuera lo que no encuentran en su pareja, compartiendo un techo pero a kilómetros de distancia".

Antes de convertirse en coordinadora y monitora, Verónica asistió con su marido a Retrouvaille porque su matrimonio estaba al borde del naufragio. Su historia personal –tras 29 años casados y tres hijos– la reservan para los encuentros. Lo que sí asegura es que logró salvar su relación. Eduardo, el marido afirma: "No solo logramos reconciliarnos, sino también con nuestros hijos. Aunque esto es un trabajo diario que no termina, nos relacionamos de otro modo, con una mejor escucha y más reflexiva".

La entrevista con alguna de las parejas de monitores es la antesala del programa. Cualquier pareja puede solicitarla. La única advertencia es que si hay una adicción grave al alcohol o las drogas, se trate con un especialista antes de ingresar a Retrouvaille, con el propósito de que sea una decisión libre y con pleno ejercicio de voluntad.

El detalle acerca de lo que en los tres días de convivencia se mantiene en celosa confidencialidad. La capacidad de asombro y sorpresa –dicen– es un factor relevante para que el programa funcione.

Una de las claves del programa es el testimonio personal que brindan tres parejas de monitores, como Verónica y Eduardo, en frente de las parejas que acuden a estos encuentros: les relatan con lujo de detalle el camino al infierno que atravesaron hasta tocar fondo, pasando en algunos casos por situaciones como la adicción a las drogas o al alcohol, la infidelidad y la violencia. Y en casi todos los casos por la incomunicación e indiferencia prácticamente total hacia su pareja.

Verónica Gormaz y Eduardo Soler aseguran que terminan agotados cada vez que exponen su testimonio en estos encuentros de fin de semana. Para ellos, el esfuerzo tiene un sentido:

"Para mí hoy no significa reabrir la herida, como pudo serlo hace siete años atrás cuando empezamos este camino. Es duro revivirlo, pero ahora es diferente, porque hemos ido madurando; la herida siempre va a estar, pero ya no sangra, está más cicatrizada. El hecho de compartir nuestra experiencia y poder ayudar a otros con el testimonio, es tremendamente sanador", asegura Eduardo.

Renate Neumann escuchó atenta los relatos de los monitores y quedó demudada: "Es muy fuerte el nivel de detalle que cuentan con total verdad y mucha generosidad, no hay nada debajo de la alfombra. Es impresionante la capacidad enorme de amar y de perdonar que vi en esos testimonios. Me hizo pensar que si ellos pudieron salir adelante después de esa crisis mayúscula ¡cómo no vamos a poder nosotros! Escucharlos, te hace sentir más acompañado".

Su marido, Andrés Astaburuaga agrega: "Son testimonios genuinos, de personas comunes y corrientes que siguen peleando por sus matrimonios, con mayor o menor dolor, a pesar de haber pasado problemas significativamente más grandes que los nuestros. Eso me dio esperanza".

Algunos acceden a participar a regañadientes, porque su pareja les pide un último esfuerzo. Bárbara (42), quien es periodista y ha pedido mantener en reserva su apellido, llevaba siete años casada cuando fue a Retrouvaille hace diez años. Cuenta que se conmovió al escuchar la crudeza de los testimonios, pero siente que llegó tarde a esta experiencia. Su crisis matrimonial estaba en fase terminal. "Me dio pena porque yo ya había resuelto separarme, quizás si hubiese escuchado esas experiencias antes me habría dado cuenta de que mis problemas tenían salida y que tal vez se podía. Pero a esas alturas yo sentía que nuestros caminos ya estaban irremediablemente divorciados", reflexiona.

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DIEZ MINUTOS DE CONVERSACIÓN

Después de que los monitores han relatado su propia vivencia, se inicia el trabajo individual de cada pareja. Ese trabajo está cronometrado y se ciñe a una pauta de trabajo estricta y elaborada por la matriz de Retrouvaille en Canadá. De hecho, con una campana marcan los tiempos de trabajo. La interacción con los demás participantes se limita a diálogos breves en las comidas. Y tampoco se permite acceso a computador, celular o accesorios tecnológicos. Porque la idea es, justamente, que cada pareja se concentre en lo que a ellos les pasa.

Uno de los ejercicios que se llevan a cabo es escribir de puño y letra las reflexiones y sentimientos que les surgen frente a preguntas o temas específicos, que apelan a rescatar lo positivo que cimentó esa pareja. Por ejemplo, recordar cómo salieron a flote en crisis anteriores. "Te piden que escribas lo que te pasa, con respeto y cuidado hacia el otro; no es el momento para revelar una infidelidad por ejemplo, ni pasar cuentas gruesas. Yo me guardé muchas cosas que sentí que podían herir a mi pareja", recuerda Bárbara de su participación en el programa.

Hay un espacio para que el matrimonio se siente frente a frente y converse sobre lo que cada uno escribió, intentando que no haya juicios ni acusaciones y procurando que el tiempo libre de conversación no exceda los diez minutos.

"Está muy estudiado que las parejas sometidas a tensiones, que están atravesando por crisis importantes, son capaces de sostener una conversación tranquila y civilizada hasta los ocho o diez minutos como máximo. Después, inevitablemente, deriva en peleas y descalificaciones que producen mucho daño", asegura Eduardo Soler.

Carmen asistió con su ex marido hace tres años a este encuentro. Nos pide reserva de su apellido porque hoy está separada y prefiere respetar la privacidad de su pareja. Recuerda que llegaron con su ex marido muy dañados, con veinte años de matrimonio a cuestas, dos terapias previas y un nivel de agresividad y descalificación mutuos que habían escalado a niveles peligrosos. "Venía con mi autoestima por el suelo, me habían dicho de todo y yo también de vuelta. En una de las charlas nos dijeron una frase que me quedó grabada: 'Dios no hace basura' en el sentido de que todas las personas son valiosas independiente de cómo sean. Eso me remeció mucho; me di cuenta que lo más importante para sanarme era aprender a quererme, aceptarme como soy y perdonarme. Necesitaba rescatarme", dice Carmen.

Aprender a comunicarse es la misión del programa. Se dice fácil, pero cuando los puentes están quebrados el diálogo aparece como una tarea titánica. La premisa de Retrouvaille es que gran parte de las crisis matrimoniales tienen su origen en la escasísima comunicación, en la incapacidad para hablar de sentimientos más que intercambiar información.

"Eso que te pueden decir en una terapia mil veces –dice Andrés–, aquí te llevan a experimentarlo en ejercicios prácticos con una tremenda profundidad. Te llevan de la mano con mucho respeto y cuidado, para que aprendas a desarrollar ese músculo y seas capaz de empatizar con lo que le pasa a tu pareja, más que discutirle o juzgar lo que siente.

Uno de los tips es el llamado SIM (sensaciones físicas, imágenes y memoria), que consiste en transmitirle al otro con metáforas el impacto de una frase agresiva o de una acción: "Si te dolió que te insultara, por ejemplo, decirle que fue como si un perro te hubiese arrancado parte de la pierna y que sentiste pánico como ese momento en que estaban ambos en el campo y tú te quedaste paralizada de miedo cuando viste venir a una fiera", ilustra Carmen.

Para ella, y la mayoría de las parejas, exponerse a estas jornadas de convivencia supone un esfuerzo descomunal porque son apenas dialogan y arrastran heridas. En esta instancia están obligados a estar solos, a hablarse, a mirarse a los ojos. A dormir juntos en una pieza pequeña, sin evasiones posibles.

Si el matrimonio lo quiere, después del fin de semana en Auco viene una segunda etapa, con doce sesiones semanales, que les demanda como tarea tener veinte minutos diarios de conversación sobre temas específicos, para ejercitar el diálogo entre ellos. Les entregan un set de preguntas, semanalmente, y la pareja elige algunas para iniciar una conversación. Aseguran que nadie les pide cuentas. El trabajo y los avances dependen única y exclusivamente de la voluntad de cada pareja por irse acercando.

Renate cuenta que al regreso de ese fin de semana, el primer diálogo con su marido terminó en pelea. Creyeron que todo volvía atrás. Al día siguiente lo intentaron de nuevo y se pidieron perdón mutuamente. "Uno empieza a ocuparse de lo que siente y le pasa al otro, que es el énfasis del programa. Y, si te hizo el favor de ir a recoger a los niños, darle las gracias con cariño. De vuelta, él acepta mis horarios de artista (Renate pinta y hace esculturas) y mis ausencias con mejor cara. Hay que ponerle voluntad para que resulte", dice.

Andrés recuerda uno de esos ejercicios de 20 minutos de conversación, en que les pidieron recordar un hecho significativo de la pareja en la última semana: "Me partí la cabeza pensando y no se me ocurría nada. De pronto surgió una imagen, un llamado telefónico de mi señora que me hizo sentir bien. Expresarlo me ayudó a conectarme emocionalmente con la Renate y, de vuelta, a ella le sirvió para conocer un aspecto de mi sensibilidad en el que no había reparado".

La experiencia de Carmen y su marido fue diferente. Siguieron hasta el final del proceso, pero el matrimonio no resistió. Y se separaron. "Hicimos el esfuerzo pero no éramos capaces de conversar. Teníamos diferencias profundas y demasiado dolor y rabia. Es un círculo vicioso: no haces los ejercicios porque no puedes y, como no avanzas, pierdes la esperanza y las ganas de luchar. Llegamos tarde a Retrouvaille", dice Carmen.

"Si ellos pudieron salir adelante después de esas crisis mayúsculas, ¡cómo no vamos a poder nosotros!", pensó Renate luego de escuchar el detallado relato de parejas que salvaron su matrimonio. "Escucharlos, te hace sentir más acompañado".

EL AMOR ES UNA DECISIÓN

En los últimos encuentros de fin de semana, han llegado parejas más jóvenes pidiendo ayuda a Retrouvaille. Si antes los matrimonios que llegaban tenían entre quince y veinte años de matrimonio, al encuentro de marzo el 70% de las parejas que asistieron llevaban entre uno y siete años casados, muchos de ellos sin hijos. En opinión de Verónica Gormaz, coordinadora del programa, "son parejas exitosas profesionalmente, pero inmaduras en lo emocional. Les cuesta mucho enfrentar los problemas en pareja, son muy absolutos en sus juicios, no ven matices. Entonces la capacidad de reflexión se ve muy limitada".

¿Significa esto que las crisis llegan antes o es que las parejas están pidiendo un salvavidas antes de que la sangre llegue al río? De todo un poco, asegura. Los monitores –que han visto resurgir de las cenizas a matrimonios desahuciados– sugieren poner atención a algunas luces de alerta que se encienden en los matrimonios, antes de que la relación entre en fase terminal.

Dice Verónica Gormaz: "Cuando se vuelve frecuente la falta de respeto, la descalificación mutua con adjetivos fuertes, la crítica constante. O si uno de los dos se queda siempre hasta tarde trabajando, o sale habitualmente solo o con amigos, son síntomas de que no quieres estar con el otro y que van a iniciar caminos paralelos. O si se producen cambios de actitudes muy repentinos, poner oído y hablar de inmediato, porque puede estar incubándose algo más grave".

Los monitores cuentan que prácticamente todos los matrimonios que tocan las puertas de Retrouvaille pronuncian alguna de estas frases: "ya no la quiero", "no lo admiro", "me desenamoré", "me produce rechazo". Ellos mismos, durante su crisis matrimonial, hicieron el mismo diagnóstico. Pero lograron revertirlo.

Si los especialistas hablan de un 30% en promedio de éxito en las terapias matrimoniales, Retrouvaille asegura que logra un 83% de éxito con el programa. ¿Cómo se mide? "Se consideran las parejas que completaron el programa de tres meses y que decidieron continuar juntos", explica Eduardo Soler. Lo que ocurra después es harina de otro costal, porque puede haber procesos de separación que se desencadenan posteriormente.

Señalan que llevan un registro con la situación de los matrimonios que han pasado por el programa y, en algunos casos, mantienen contacto personal con las parejas. "No garantizamos nada. No podemos asegurar que van a arreglar su matrimonio. Solo les decimos es que tienen que ser honestos consigo mismos y con su cónyuge y que tienen que estar dispuestos a trabajar mucho porque esto no depende de lo que nosotros hagamos o digamos. El amor es una decisión".

Carmen y Bárbara terminaron separadas. Ellas pertenecen a ese 17% que de la estadística que maneja el programa que no pudo salvar su relación.

"De todas formas me ayudó. Hice una introspección profunda que me sirvió para conocerme mejor y saber lo que podía esperar y lo que no de mi ex marido. Hoy con él nos comunicamos mejor, sin agredirnos y eso lo agradezco", dice Carmen.

Bárbara agrega que en su momento le pesó negativamente el sello católico y se sintió algo incómoda con la férrea defensa de la institución del matrimonio que hacían los monitores: "Ellos insisten en que el amor es una decisión y yo creo que es así, pero no creo que haya que aguantar a cualquier costo ni quedarse al lado de tu pareja si eso te hace sufrir", explica.

Por estos días, Renate y Andrés avanzan en la segunda etapa de Retrouvaille y practican los 20 minutos de conversación diaria y a solas que les encomienda el programa. Intentan rescatar los pequeños detalles que los hacen conectarse emocionalmente: un chocolate en el velador o un llamado telefónico. Detalle que abona a la cuenta corriente del matrimonio y les recuerda que quieren seguir viviendo juntos, pese a las piedras que seguirán apareciendo en su camino.

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