En 2020 una encuesta revelaba que el 79% de las mujeres había vivido violencia obstétrica y un 67%, violencia ginecológica. ¿Las razones? Que el personal de salud juzgaba sus prácticas sexuales o se refería a ellas en tono moralizante; les tocaba escuchar comentarios inapropiados de índole sexual referidos a su cuerpo o sus genitales o les realizaban tactos o “tocaciones” inapropiadas dado el motivo de su consulta. Hoy, en el marco del día de las matronas y matrones, nos preguntamos cómo se puede avanzar para que esta consulta tan importante sea finalmente un lugar más ameno y seguro.

Hace 100 años, cuando las mujeres parían en sus casas acompañadas por parteras y parturientas, que muchas veces basaban sus conocimientos en el saber popular, morir durante el parto, era frecuente. “No se hablaba de la experiencia de las mujeres como una experiencia feliz, sino que como una peligrosa, riesgosa y llena de incertidumbre”, cuenta María Soledad Zárate, historiadora en su libro Dar a luz en Chile, siglo XIX. No fue sino hasta la década del 70 en que los partos comenzaron a ser una experiencia segura. Y es que, gracias a los avances de la ciencia y la medicina, la mayoría de los partos se comenzaron a producir en recintos hospitalarios.

Las mujeres y sus hijos ya no morían, pero los ginecólogos –y más tarde las ginecólogas– comenzaron a tomar un rol protagónico dentro de los procesos fisiológicos de las mujeres, quienes pronto perdieron voz y voto respecto a lo que se hacía o no en sus propios cuerpos. “La medicalización del parto, de la asistencia de la madre y el niño, tuvo grandes beneficios, pero el proceso también tiene sombras; replegó la voz de las mujeres y lo que está pasando hoy es que son las mujeres y las profesionales femeninas en su mayoría las que quieren reordenar este proceso y demandan mayor visibilidad de su experiencia y más derechos”, asegura la historiadora.

Precisamente, para Débora Solís, directora ejecutiva de la Asociación Chilena de la Protección de la Familia (APROFA), organización que busca defender los derechos sexuales y reproductivos y que ofrece los servicios de un equipo multidisciplinario de profesionales de la salud sexual y reproductiva con un enfoque de género, parte de las razones detrás de la medicalización de los procesos fisiológicos de las personas con útero tiene que ver con la desinformación.

“Es la desinformación la que nos deja sin herramientas para decidir sobre nuestro cuerpo. Sin información se nos impone un modelo medicalizado que deja fuera la agencia de las personas. Sumado a esto, vivimos en una sociedad que avanza cada vez más en el control de los procesos naturales, del tiempo y de las prácticas, donde resulta más sencillo programar y planificar el nacimiento que esperar a que suceda naturalmente. Las personas deberían conocer los procesos naturales del desarrollo correspondiente a las etapas y sus ciclos para que así tengan todos los conocimientos que les permitan tomar decisiones informadas sobre su cuerpo y salud. Solo en ese momento, profesionales de salud como las matronas y matrones y ginecólogos y ginecólogas pueden aportar, orientar y acompañar en el manejo de las diversas temáticas, más que imponer visiones o tomar decisiones por ellos”, dice Solís.

¿Cuál es la diferencia entre atenderse con un ginecólogo o con una matrona?

Tareas como el acompañamiento de los controles, la indicación de anticoncepción, el control de embarazos y la atención de partos fisiológicos en contexto de una persona sana pueden ser realizadas tanto por una ginecóloga o ginecólogo como por una matrona o matrón. Además de lo anterior, al haber estudiado Medicina, los ginecólogos están capacitados para tratar patologías y realizar procedimientos quirúrgicos.

Dentro del sistema público, explica Andrea von Hoveling, miembro de Ginecólogas Chile, asociación que busca la promoción del enfoque de género en el estudio y el ejercicio de la Obstetricia y Ginecología, estas labores están a cargo de matronería. En el sistema privado, cada quien puede optar por lo que prefiera. Es allí, dice, donde “efectivamente hay más controles con ginecólogos y ginecólogas. Eso creo que obedece a una medicalización innecesaria de los procesos fisiológicos”.

“Las matronas y matrones tienen un rol promotor de la salud sexual y reproductiva. A través de controles de salud, consejerías, orientaciones, toma exámenes como el PAP, ecografías y procedimientos como inserción o extracción de implantes y dispositivos intrauterinos promueven prácticas de autocuidado, pesquisan alteraciones o enfermedades y pueden aportar en el manejo de patologías diagnosticadas con seguimiento, además de la prescripción de anticonceptivos, medicamentos para infecciones vaginales o vitaminas para embarazo. Lo fundamental es que hay que sacar del imaginario que hay profesionales de primera o segunda categoría porque ambas especialidades son complementarias e idealmente deben actuar en conjunto”, explica la directora ejecutiva de APROFA.

¿Qué papel juega una mirada de género dentro de una atención ginecológica?

Las cifras y la experiencia de muchas lo avalan. Las consultas de salud sexual no siempre son un espacio ameno ni amigable para las mujeres ni para las diversidades. Propiciar que lo sea es vital, asegura Débora Solís. “En materia de salud sexual y reproductiva la mirada de género es muy relevante porque solo a través de ese lente se pueden atender las necesidades de las personas que consultan. Sentirse cómodo, en confianza y teniendo la certeza de que no serás discriminado por tus preferencias o prácticas sexuales constituye una base fundamental para poder abrirse y contar temas íntimos. Solo así se puede recibir una atención que aborde realmente tus necesidades y requerimientos, respetando las particularidades de cada persona, su historia, su estilo de vida e intereses sin seguir recetas estáticas o preconcebidas”, dice.

El escenario es esperanzador y se puede percibir. La doctora Andrea von Hoveling asegura que, en la medida en que las personas se empoderan y buscan ser atendidas como merecen, y que desde la comunidad médica y los y las estudiantes están levantando la necesidad de estar a la altura de lo que requiere la atención en salud sexual requiere, las cosas están cambiando.