“Mi vida. Mil imperfecciones. Un millón de percepciones erróneas. Malvada, salvaje y pérdida. Nada que demostrar. Solo puedo sorprenderte. No soy una víctima, sino una sobreviviente. Y estoy viva para contar la historia real”. Estas palabras son de Pamela Anderson, la actriz, modelo e ícono mundial que por muchos años fue sinónimo de sensualidad y exuberancia, de trajes de baño rojos y Baywatch, la serie de los salvavidas californianos que en los 90 la lanzó a la fama. La actriz publicó este texto a principios de marzo, días antes de que Netflix estrenara un documental sobre su vida, Pamela Anderson, una historia de amor, que llegó con un objetivo claro: “Quiero tomar el control de la narrativa por primera vez”, dijo la actriz y activista en el tráiler.

Con poco maquillaje y su característica melena rubia suelta, Anderson repasa su vida. Desde su infancia, donde fue víctima de abuso, sus inicios en Playboy, su carrera en la televisión y el sonado escándalo del video sexual que le fue robado –y luego difundido–en la casa que compartía en 1996 con su entonces pareja, el rockero Tommy Lee. Esta vez la activista por los animales cuenta la historia con sus propios términos.

El documental se une a una serie de producciones que buscan revisitar las historias y los relatos de mujeres mediáticas y que bajo una nueva óptica, entregan una visión con mayor perspectiva de género a episodios que colmaron titulares y provocaron un duro escrutinio público. En esta lista pueden incluirse series guionizadas como “The Crown”, “Pam & Tommy” (que no contó con la participación de Anderson), “Impeachment: American Crime Story”, películas como “Spencer” y documentales: “Allen contra Farrow”, “Framing Britney Spears”, “Lorena” (sobre la historia de Lorena Bobbit), entre muchos otros.

Esta tendencia es parte de la ola actual de feminismo con la que se busca mirar hacia el pasado y reevaluar tratos injustos o situaciones históricas bajo un nuevo prisma, dice Isabel Plant, periodista especializada en Televisión, Cine y Cultura. “Esta revisión de la historia ha pasado en todas las olas de feminismo. En ese sentido, la cultura pop de los 90 tenía machismos incorporados que en ese momento parecían normales o que no sobresaltaban a buena parte de la población, aunque sí hubo algunas que levantaron la voz. Hoy, estas situaciones se ven como algo completamente fuera de lugar”, dice.

En un artículo del The New York Times, la socióloga Carolyn Chernoff explicó que el escrutinio mediático hacia las mujeres pareció empeorar en la década de 1980 como una posible reacción al avance del feminismo. “Cada vez hay más mujeres en el mundo laboral, con más poder y en puestos de poder”, lo que provocó una especie de persecución mediática hacia cualquier mujer que fuera percibida como demasiado poderosa, famosa o expuesta. Para Plant, las mujeres de la cultura pop de esa época eran “exigidas, explotadas y encasilladas”, algo que no sucedía de la misma forma con los hombres.

En ese sentido, la académica, periodista de cultura y editora de CineChile, Antonella Estévez, asegura que vivimos un momento interesante en cuanto a construcción de relatos, muy importante a la hora de perpetuar o deshacer estereotipos de género.

“Los medios audiovisuales han sido fundamentales para la construcción de imaginarios sociales y para establecer ideales, estándares de lo que supone ser hombre, de lo que se supone es ser mujer, una buena casa, una buena familia, el éxito. Estos imaginarios sociales no son inocuos, son modelos y metas con los que medimos nuestra vida cotidiana”, explica. Para Estévez es especialmente interesante el relato que se puede construir sobre personajes que están basados en historias reales. “Ya había un imaginario respecto a Lady Di, Monica Lewinsky o Pamela Anderson. Ese imaginario puede hoy día, a través de estas series, ser refrendado, puede ser destruido y puesto en cuestión. La posibilidad que tienen estas historias de ser recontadas e incluso el relato imaginario de ficción que se instala hoy día puede quedar de manera mucho más poderosa en la retina que el relato mediático del momento”, explica.

Sex tapes y política

El documental de Anderson destaca varios episodios de su vida que son dignos de analizar bajo una nueva lupa que podría romper con muchos de los juicios que la actriz recibió en su momento.

Uno de ellos es el bullado caso de lo que se considera el primer sex tape que se viralizó en Internet. En 1996, Anderson y su pareja sufrieron el robo de una caja fuerte en su casa que contenía una cinta de video en la que, entre otras escenas familiares, la pareja se había grabado manteniendo relaciones sexuales.

A ese descubrimiento les siguió una verdadera pesadilla. El video llegó a las distribuidoras de la industria pornográfica y fue subido a Internet. Muchos lucraron con la cinta de 54 minutos, ellos no recibieron un dólar. La pareja interpuso varias denuncias que no llegaron a nada, no hubo culpables ni compensaciones. Por cansancio, Anderson y Lee terminaron cediendo los derechos del video, se retiraron de los tribunales.

En su documental, Anderson asegura que este fue uno de los momentos más bajos de su vida y que ninguno de los esfuerzos que realizó para hacerle entender a la justicia que fueron víctimas de distintos delitos llegaron a puerto. La actriz –y no su marido– fue llamada a declarar ante un grupo de jueces que por alguna razón emitieron parte del video en la corte. Le preguntaron a qué edad se había fotografiado por primera vez desnuda. Detalles de su vida sexual.

Anderson considera que ese momento fue el principio del fin de su carrera. Para Lee, solo fue un hito, un escándalo sexual que no afectó su imagen de rockstar. ”Fueron víctimas de un delito, les robaron algo íntimo y después el mundo completo festinó con eso. Nadie pareció escandalizarse con que eso fuera público”, cuenta Plant.

Para la académica del Departamento de Periodismo UAH y miembro de Redperiofem, Patricia Rivera, la manera en que las mujeres usualmente eran retratadas en los años 1980 y 1990 tiene que ver con una mirada masculina imperante en la industria. La llamada male gaze, aún presente en muchos aspectos de la sociedad, es una forma sexualizada de retratar a las mujeres en donde se les representa como un objeto.

“Cuando una mujer ha obtenido su fama por exponer su cuerpo de manera sensual, queda –entre comillas– marcada. El mundo cree que tiene un derecho sobre ella, y que ella no tiene valor porque se ha expuesto y todos pueden preguntar sobre su vida sexual y su existencia. Es feroz lo que se vive en esas instancias, que por haber tenido esa fama no se puede acceder a la justicia, no se sienten con un derecho que es fundamental para las personas”, dice Rivera.

Otro episodio mediático que en los últimos años fue narrado desde una nueva perspectiva fue el llamado “caso Lewinsky”. El escándalo ya es historia: surgió en 1998 por la relación íntima entre la becaria de 22 años de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, y el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. A pesar de que la relación fue consensuada, con el tiempo se ha logrado entender que dentro de la dinámica de ese romance hubo un gran abuso de poder por parte del mandatario. También, que el gran blanco de burlas, amenazas y desmedros fue ella, una joven que recién empezaba su carrera y que se convirtió en el gran rostro del escarnio virtual. No por nada fue solo su apellido el que se utilizó para titular el escándalo. Clinton en cambio, terminó su mandato como uno de los presidentes con mejor aprobación de la historia.

En Impeachment, en la que Lewinsky interviene como productora, se devela la pesadilla que vivió la joven antes y después de que el escándalo viera la luz pública. “Este es el momento en donde vemos con perspectiva de derechos humanos, donde está también anclada la perspectiva feminista, a estas mujeres. El caso Lewinsky es un caso que nos puede dar para reflexionar mucho: cómo el mundo público culpó a esta joven becaria siendo que ella fue una víctima por esa gran inequidad de poder que había, al tratarse del presidente de Estados Unidos. Es necesario que revisitemos lo que se ha dicho y señalado sobre las mujeres”, dice Rivera.

Más mujeres tras el lente

En los últimos años la transformación del mundo audiovisual ha sido evidente y una de las grandes razones de ese giro ha sido la diversificación de quienes están detrás de las producciones.

“Solo 20 años atrás las historias eran contadas principalmente por hombres blancos, heterosexuales, ricos, del primer mundo que hablaban en inglés y vivían en Hollywood en la mayoría de los casos. Al menos esa era la industria principal que recibíamos en Chile”, dice Estévez. Para la académica, será interesante evaluar lo que se hará con estos y otros personajes. “Se puede seguir marcando un ideario patriarcal en donde la mujer que es independiente, que tiene agenda propia y que quiere salirse de los mandatos es castigada o se puede complejizar. En las series más interesantes de los últimos tiempos aparecen personajes femeninos contados por mujeres, hay complejidad, una agenda y empiezan a surgir mujeres que se parecen más a las mujeres reales”, dice.

Para Rivera, el espacio de la mirada femenina es el comienzo de relatos más inclusivos, pero también amables. “Tenemos más editoras, tenemos más escritoras de cine. Las mujeres somos también quienes relatamos, quienes producimos. Cuando entra una mujer a dirigir una revista, a estar detrás de una cámara, la mirada que posa sobre las otras mujeres es de un humano par y no de un simple objeto de deseo como era antes”, dice. “Estamos mirando con otros ojos, estamos levantando relatos y cuestionando la historia”, agrega.

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