Desde que aprendió a escribir, a los 6 años, Ileana Elordi (24) comenzó a hacer cuadernos. Ha acumulado decenas, algunos más reflexivos, otros de crónicas y unos cuantos también para descargar la ira, donde también desarrolló su talento para la pintura. A pesar de esto nunca se consideró escritora, ni siquiera cuando lanzó su primer libro en 2013, Oro, una novela estructurada en base a mails con la que obtuvo excelente crítica y el Premio Roberto Bolaño a la creación literaria joven. Se dio cuenta de que se iba a dedicar a la literatura hace pocos meses cuando trabajaba en su tesis para recibirse de la carrera de Artes Visuales en la Universidad Católica y disfrutó mucho más escribiendo su memoria que haciendo pinturas.
Hija del poeta Santiago Elordi, Ileana acaba de lanzar, junto a Francisco Ide, Noreste. 1985-1990 (Ediciones Lastarria), una antología del periódico de poesía que fundó su papá y el médico y escritor Beltrán Mena. Con el lema "la vida peligrosa", esta singular publicación, híbrido entre periodismo y literatura, irrumpió en los medios nacionales a mediados de los 80 con entrevistas memorables a poetas como Jorge Teillier y Allen Ginsberg, al director de cine Werner Herzog, y también a personajes desconocidos como boxeadores retirados o camioneros del desierto africano, que se mezclaban con noticias inventadas del tipo "Caballero de la mesa redonda se enamora" o "Nave buscando a Saturno regresa al origen".
Aunque Ileana nació un mes después de que se acabara Noreste, en el año 90 –en los 2000 el periódico resurgió, pero duró solo dos años–, creció escuchando historias sobre ese diario. Y, cuando decidió hacer la antología, su mamá le entregó todos los números que ella se encargó de guardar para que Ileana pudiera conocer en profundidad el proyecto.
¿Qué te motivó a antologizar Noreste?
Admiro el gesto que significó. Ese gesto de abrir nuevos espacios haciendo cruces insólitos entre periodismo y literatura, realidad y ficción y, sobre todo, a través de la búsqueda de la poesía en lugares poco familiares: en un empresario preso o en un fabricante de aviones, y contrabandearla hacia un medio de difusión masiva.
¿Por qué crees que un periódico de los 80 es interesante hoy?
Como Noreste habla desde la libertad, eso siempre le va a dar actualidad. Tenía noticias del año mil, otras del futuro, muy atemporales. Es interesante que esa libertad se haya producido en un contexto tan politizado porque no pega: no es hablar con libertad hoy, fue hacerlo en ese momento y no directamente, sino con ficción sobre contingencia.
Se le ha criticado eso a Noreste, que era un poco ingenuo porque no hablaba de la dictadura.
Sí, pero para mí fue una forma particular de ir contra la dictadura, haciendo un gesto de libertad en un ambiente poco libre. Eso no se entendió bien y se puede interpretar como escapismo. Estaban surfeando en líneas que no estaban muy trazadas. En Noreste participó mucha gente de diferentes posturas, como la comunista Bárbara Délano o el nazi Miguel Serrano. Todo cabía. En ese sentido, fue riesgoso.
¿Qué te dijo tu papá cuando le preguntaste si podías hacer esta antología?
Lo encontró buena idea, pero estaba un poco nervioso con lo que podía hacer. Pensaba que tal vez lo iba a convertir en un periódico hipster, que podía dejar la embarrada. Por eso trató de estar más encima de lo que yo lo dejé. No le hice mucho caso, pero por lo mismo nos hemos peleado harto. Me ha generado hartos conflictos hacer este libro.
Es que te metiste en las patas de los caballos.
Totalmente. Cuando tomé este proyecto no sabía bien lo que significaría. El ambiente literario, en general, es demasiado aguerrido. Además, Noreste también, de algún modo, lo fue. Pero yo no quiero ser su portavoz, ni ponerme su camiseta. Si lo rescaté, es porque me parece un fenómeno de honestidad creativa y tenía el material en mis manos. Pero no me pertenece, no es mi rollo, no es mi época.
¿Estás trabajando en un nuevo libro?
Curiosamente, mi nuevo libro se trata de la relación entre un padre y una hija. En general, trabajo con cosas biográficas pero las corro un poco para que no sean tan autorreferentes. En este caso, un papá tiene un libro pero no lo puede postular a fondos públicos porque es funcionario del Estado. Entonces, lo postula con el nombre de la hija y lo gana. Y la hija tiene que hacerse cargo de este libro que no escribió. Ahí comienza un traspaso literario entre ellos.
¿Cómo ha sido ser escritora con un papá escritor?
Raro. A mi papá le carga, lo único que quiere es que no sea escritora. Me dice que es una estupidez, que lo voy a pasar pésimo, que es demasiado enclaustrante, agobiante, miserable. Él siempre ha tratado de que vuelva a la pintura, pero esa es una guerra perdida.•