Paula Digital.

El nuevo imperdible de Netflix se llama The Crown y es un deleite para fanáticos de la historia y también de la moda. La serie, del creador Peter Morgan y protagonizada por Claire Foy, narra la historia de cómo Isabel Windsor se convirtió en la reina Isabel II, para lo que fue fundamental recrear los looks más representativos de la monarca.

La encargada de esa tarea fue Michele Clapton, ganadora de dos Emmys por sus diseños en Game of Thrones. Con un equipo estable de 40 personas –y que en las escenas más grandes llegó hasta las 100– y buena parte del presupuesto de 130 millones de dólares –el monto más grande para una serie de televisión de la historia–, la británica tuvo que crear alrededor de 350 vestuarios (incluyendo réplicas exactas y diseños originales) para los protagonistas en sus 10 capítulos.

La diseñadora de vestuario escénico en Chile y Austria, Constanza Meza-Lopehandía, que trabajó en películas nacionales –Sábado, En la Cama, Promedio Rojo–, norteamericanas –Foley, Trip, Coronet– y también en el teatro municipal de Viena, destaca la importancia de que el vestuario histórico refleje lo que se quiere contar en las producciones. "La sicología del personaje tiene que estar presente en el diseño. De lo contrario, se transforma en una pieza de museo, deshabitada de emoción", explica.

Raquel Gremler, joven diseñadora que ha colaborado en los vestuarios de grandes producciones hollywoodenses como Robin Hood, Alicia a través del espejo y Miss Peregrine y los niños peculiares, se declara admiradora de Michele Clapton y de su trabajo para The Crown. "Cuando uno está filmando y creando cosas reales tiene que tener mucho cuidado. Es la vida de una persona y a uno le gustaría que ella se sienta representada", cuenta desde Londres.

A continuación, las dos chilenas radicadas en Europa analizan los esfuerzos hechos por el equipo inglés de sacar los vestidos de su imagen original y reconstruirlos para la pantalla actual.

EL MATRIMONIO

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A la izquierda, la entonces princesa Isabel y su marido, en 1947 (fotografía de esa época). A la derecha, Isabel y el rey Jorge, en The Crown (Fotografía: Netflix).

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Tal vez el más importante es el vestido de novia, diseñado por Norman Hartnell, que la entonces princesa Isabel vistió en su matrimonio con Felipe de Edimburgo en 1947. Crear la réplica del traje fue un trabajo de entre seis y ocho semanas, con seis modistas cosiendo a mano y un presupuesto de aproximadamente 37 mil dólares. Todo para aparecer nueve minutos en pantalla, relató Michele Clapton a la versión norteamericana de la revista Vogue. La versión televisiva del vestido mantuvo las mangas largas, el delicado bordado y la voluminosa falda. Solo la confección de la cola tomó seis semanas, y terminó siendo levemente más corta que la original. Las perlas y, por supuesto, la tiara de diamantes, completan la réplica del histórico atuendo.

Para Raquel Gremler, este vestido es casi idéntico. "Michele quería un velo igual que el original, pero como ya no hay telas tan grandes, habría tenido que poner una costura visible para lograr el tamaño deseado, lo que hubiese cambiado mucho el look. El vestido está muy bien logrado, sin marcas ni hilos sueltos", comenta.

Tal como explica Constanza Meza-Lopehandía, el mayor desafío es reconstruir con exactitud los detalles como la calidad, brillo y peso de la tela; la tonalidad de blanco; el bordado y la silueta. Aquí, la diseñadora identifica unas diferencias que lo modernizan: "El escote, lo angosto de los hombros y la parte superior de la manga son distintos al atuendo real. Tiene una cierta rigidez, comparado con el original, que ayuda a construir la tensión dramática y humaniza a una mujer extraordinariamente valiente para su época".

LA CORONACIÓN

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La reina en su coronación (Fotografía de la época) y Claire Foy en el mismo rol (Fotografía: Netflix).

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Otro look esencial es el vestido de la coronación de Isabel como reina de Inglaterra, diseñado también por Norman Hartnell. Estaba confeccionado con seda blanca y bordado a mano, lo que en 1953 tomó un total de 3.500 horas donde participaron 12 costureras. Sin embargo, Michele Clapton no tuvo que dedicarle ni la mitad de esos esfuerzos, ya que Swarovski había creado una réplica del traje para una exhibición, que por coincidencia o suerte, fue un calce perfecto en Foy.

La diseñadora a cargo le reveló a la revista de moda que, para ahorrar tiempo, el bordado fue estampado y la pedrería se pegó con calor. "El brillo y el color del bordado son esenciales para lograr la riqueza visual del vestido. La reproducción funciona, pero al mirarla con detención se nota que los detalles no son hechos a mano y que el dorado es más oscuro y plano", cuenta Meza-Lopehandía.

El resultado final fue un vestido muy pesado, que complicó las cosas detrás de cámara durante los cinco días de rodaje que tomó la escena. Pero el peso no solo fue del vestido. Según el ojo de esta experta, la corona es de un mayor tamaño que la original, lo que "acentúa sutilmente y por medio del diseño, el conflicto interno y la presión que sintió la joven reina al asumir esa gran responsabilidad".

Gremler, por su parte, destaca el poder y superioridad que muestra este look y asegura que eso se dio gracias a una combinación perfecta: "Una cosa es ser buena diseñadora y tener la habilidad de crear piezas únicas, pero algo clave para que el vestuario tome vida es cómo la actriz lo lleva puesto. En esta escena, las dos cosas se llevaron muy bien".

LA FIESTA

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El look de la monarca (Fotografía de la época) y el diseño original de Clapton para la serie (Fotografía: Netflix).

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Este fue uno de los diseños originales de Clapton, basado en los vestidos que solía usar la reina, manteniendo la silueta y la banda azul. "Es apropiado para la realeza, sentador y entretenido. Ella es una nueva estrella, brillando fuertemente, y por eso mi elección de colores", le explicó Michele Clapton a Vogue.

Para Gremler, este diseño es una mezcla ideal de lo clásico y lo femenino. "El encaje lo hace muy elegante pero el corte es más juvenil, con el tul por debajo, haciéndolo una pizca más moderno, con lo que se acerca más al público". Meza-Lopehandía concuerda con ese punto: "No hay que olvidar que se diseña con una audiencia contemporánea en mente. Las siluetas –¡y los cuerpos!– van cambiando según las décadas".

Ambas diseñadoras destacan los detalles que hicieron de este vestido una versión contemporánea de la moda de 1950 al optar por la simplificación: llevar los hombros descubiertos, un escote más moderno, eliminar los guantes y usar una tela más minimalista. Según Meza-Lopehandía, porque "para la historia era necesario ver a Isabel menos cubierta, más simple y más joven". Para Gremler el collar estilo gargantilla y el maquillaje más audaz demuestran la juventud de la reina en aquel entonces. "Seguramente vamos a ver algunas novias con este estilo en un futuro cercano", concluye.

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Las dos diseñadoras chilenas que llegaron a Europa: Constanza Meza-Lopehandía (foto: CineChile) y Raquel Gremler (foto: gentileza Raquel Gremler).

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