A mí las plantas me relajan, son como una terapia. Cuando llego a mi departamento, después de un largo día de trabajo, las miro y se me olvida todo. Siento que dejo de estar en la ciudad por algunos minutos. También encuentro que revitalizan mi espacio. Si no están, como cuando las llevo a darse de una ducha, veo el living y se ve completamente seco. Pasa a ser de una selva llena de vida, a un desierto pelado.
Aprendí a valorarlas cuando me fui de la casa de mis papás, para armar un nuevo proyecto junto a mi pololo. Mi mamá, de quien me atrevo a decir que es la fanática número uno de las plantas, me regaló algunas para el departamento. Ahí tuve que hacerme cargo y aprender a cuidarlas. Me pasó que verlas crecer se convirtió en algo increíble. Me da una satisfacción enorme y además siento que estoy haciendo las cosas bien.
Es muy divertido porque hubo como un cambio de 'roles' en mi familia. Siempre encontré que mi mamá estaba un poco loca por hablar con las plantas, pero ahora soy yo la loca que les conversa. Les digo: "¡Hola chiquillas! Miren que lindas están, las vamos a regar un poquito hoy día". Y también cuando me despierto o llego del trabajo, lo primero que hago es revisar si están bien. Toco la tierra y veo sus hojas. Quizás soy un poco toc, pero es que me la sufro si les pasa algo. Otra cosa increíble de todo esto es que creamos un vínculo especial con mi mamá. Intercambiamos dato y consejos, y ahora vamos juntas a los viveros.
Debo tener unas 20 plantas en mi departamento. De todos los tipos y tamaños. Todas son distintas, ninguna se repite. Tengo dos que son mis regalonas. Una es una amaranta que compré cuando estaba a punto de morir. Casi todas sus hojitas estaban comidas por insectos. Pero me la traje a mi casa y no paró de florecer. Todos los días tenía algo nuevo. No podía creer lo contenta que estaba con mis cuidados. La otra es el manto de eva, que fue un regalo de mis compañeros de oficina. Con ella me la sufrí. Se le empezaron a caer sus hojas y me costó mucho saber por qué, hasta que un día me di cuenta que tenía telas de arañas. Era la famosa enfermedad de la araña roja. No quise usar fertilizante porque había escuchado que era muy dañino para las plantas, así que probé con agua y una gotita de Quix. A las dos semanas ya estaba perfecta.
Estoy segura que cuando uno les entrega cariño y amor, lo sienten y agradecen. Mi rincón verde es muy verde justamente por eso. Incluso las personas que vienen a visitarme me comentan que en mi departamento pueden respirar mejor.
Araceli Cruz tiene 30 años y es diseñadora. Actualmente trabaja para una empresa y creó @plantoplantas, una cuenta de Instagram para intercambiar datos y compartir historias relacionadas con la naturaleza.