"Cuando planto un árbol siento que estoy haciendo un aporte para el planeta tierra, convirtiéndolo en un mejor lugar para vivir". Mi rincón verde: Javier Bustos

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"La primera vez que me senté frente a un televisor fue recién a los diez años. Nunca me llamó mucho la atención la tecnología. Pasé toda mi infancia en una parcela en Melipilla y prefería jugar en el jardín que estar pegado a un Nintendo. Me acuerdo que la casa estaba rodeada de todo tipo de árboles y que mis pies siempre estaban manchados por los damascos que pisaba. Y para qué hablar de mi presentación de higiene personal en el colegio. Los profesores solían retarme porque, como vivía con las manos en la tierra, siempre estaba sucio. En esa época, mi mamá decidió abrir un negocio de mazapanes para aprovechar los almendros que habíamos plantado. Yo la acompañaba en la tienda y vendía pelotitas de barro a 5 pesos.

Cuando cumplí 10 años me vine a vivir a Santiago junto a mi familia. Fue un cambio súper drástico, pero también positivo. Tenía ganas de saber cómo era la vida en la ciudad. Por suerte nos instalamos en una casa con jardín y pude seguir sintiendo esa conexión especial con las plantas. Ya más grande, decidí entrar a estudiar ingeniería en minas porque me gustaban mucho las matemáticas y las piedras. Y cada vez que salía de vacaciones, optaba por ir a lugares que estuviesen ligados a la naturaleza. Alojaba principalmente en camping, ya que no soy muy fanático de los hoteles. Prefiero conocer lugares que no estén tan intervenidos.

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Obtuve mi título y decidí irme a vivir a la playa, pero como estaba con deudas, trabajé en una empresa. Ejercer mi carrera no fue lo que esperaba. Me acuerdo que cuando era invierno, no veía el sol. La oficina era muy oscura y empecé a sentir una necesidad muy grande por volver a conectarme con lo verde. Me fui a vivir a Pichilemu por dos años y a la vuelta decidí poner mi propio emprendimiento: un vivero. Elegí hacer algo que me apasionara, ya que, si lo hacía con amor y motivación, seguramente el resultado iba a ser bueno. Además, siento que las plantas son un aporte enorme en la vida de las personas y me interesa mucho incentivar eso. Ahora mi casa está dividida entre mi vivero y la tienda de mazapanes de mi mamá.

Para mí la naturaleza es energía y creo que uno se puede conectar con su espiritualidad a través de las plantas. Su contemplación me ayuda a entender mis emociones, me calman y entregan motivación. Cuando planto un árbol, siento que estoy haciendo un aporte para el planeta tierra, convirtiéndolo en un mejor lugar para vivir. La naturaleza es infinita y nunca deja de sorprender. Somos parte de ella y no seres superiores. Hay que respetarla. Mi árbol preferido, y el más regalón, es una palmera que planté en nombre de Antonio, un amigo que partió hace un tiempo atrás. En la película 'Coco' dicen que para mantener vivo a los muertos, tienen que estar en nuestros recuerdos, por eso hice este pequeño altar en su memoria.

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Me da mucho orgullo saber que, al tener mi propio rincón verde, elegí hacer de las plantas parte de mi vida. Ahora mi día gira en torno a ellas. Siempre estoy pendiente de cómo están, las riego, muevo la tierra y reviso si es que tienen algún bicho. No soy un experto, pero trato de complementar la lectura con lo que voy observando. Creo que es muy importante saber que cada planta es diferente, y que pese a que existan manuales de cuidados, uno tiene que estar ahí mirando cómo reacciona. La experiencia es clave para desarrollar las manos verdes. Por algo dicen que la práctica hace al maestro. Hay que tener ganas, motivación y tirarse al barro, en este caso".

Javier Bustos tiene 35 años y es el dueño de Vivero las Waltatas.

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