Rolf Behncke nace dos veces

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En 2001, cuando tenía 18 años, había salido del colegio y el mundo se le abría lleno de oportunidades, Rolf Behncke (33) tuvo un grave accidente automovilístico que sacudió su vida y la de su familia. Aquí, en un desgarrador relato a dos voces, su madre, la ex modelo y sicóloga Isabelle Soublette y el propio Rolf, cuentan cómo, tras sufrir un daño axonal difuso, perder la memoria, el dominio del cuerpo y la personalidad, volvió a nacer.




Paula 1198, Especial Madres. Sábado 23 de abril de 2016.

Isabelle: No me acuerdo muy bien la fecha, pero sé que fue un domingo. Rolf había ido a Rapel a la casa de una compañera de curso. Se le iba a declarar, era su primera polola, y salió a comprar…

Rolf: Faltaba una bebida. Fui a comprarla. Veníamos de vuelta. Frené. El auto derrapó. Choqué contra una roca, creo. Se dio vueltas en el aire, cayó y se fue contra una cuestión. Tuve un accidente.

Isabelle: No tenía puesto el cinturón. Salió disparado por la ventana. Rompió el vidrio con la cabeza y cayó de cabeza, más encima, arriba de una piedra.

Rolf: No me acuerdo de nada.

Isabelle: Nosotros íbamos saliendo de Santiago hacia Zapallar, donde vivíamos, cuando entró el primer llamado de un amigo de Rolf: "Rolfi se pegó, está bien". Íbamos recibiendo la información de a poco: Que lo estaban tapando con una frazada, que estaban tratando de meterlo dentro de un auto, que no nos preocupáramos. Luego vino un segundo llamado, esta vez la dueña de la casa donde estaba: "la cosa se ve complicada, Rolf no está consciente, necesitamos un helicóptero urgente". Se lo llevaron a la Posta Central. Esperé en el techo de la posta a que bajara. Escuché que dijeron por radio: "cierren todas las puertas que viene un joven muy mal". Pero el doctor decidió que se lo lleven al hospital de la Fach. Y partimos para allá. En el camino vimos el helicóptero. Sentir que el Rolfi iba ahí… llegamos y en la mitad del pasillo me topé con un enfermero. "¿Usted es la mamá?, venga", me dijo. Entré; Rolfi estaba conectado a unas máquinas. Entonces sentí que alcancé a despedirme, porque el Rolfi ya no estaba ahí. Él no estaba presente en ese cuerpo...

Rolf: Hubo muchos momentos en que no creía nada. No creía que había tenido un accidente. Era obvio que había chocado, pero no podía hacer nada y tampoco tenía memoria.

Isabelle: Primero estaba el riesgo de que muriera, después de que quedara tetrapléjico, vegetal. Iba pasando por distintas etapas. No se murió, pero ¿cómo iba a quedar? Recuerdo que entramos a una sala, ahí la cara de los médicos era complicada y nos dijeron que el Rolfi había tenido un daño axonal difuso. Fue como si su cabeza hubiese sido una juguera: por dentro tenía miles de hemorragias, de derrames. Esa incertidumbre era pesada, estresante...

Dejamos la clínica y nos fuimos a una casa que nos prestó la familia Boetsch. Su rehabilitación significó quedarse a vivir en Santiago seis meses. En ese momento Rolf era tan amoroso, de una amorosidad que me conmovía. Era como una guagua que gateaba. Una guagua que si veía algo para comer lo agarraba y se lo metía a la boca. Me tocaba la nariz, se comía las cremas, cualquier cosa que le ponían al frente. Empezó a despertar y no tenía conciencia, no discriminaba nada.

Rolf: Las etapas de la rehabilitación fueron millones, pero después viene la parte social, integrarte a la sociedad y que la gente tenga una relación contigo. La manera que yo encontré, la única que me satisfacía, fue a través de la admiración, porque si no era así, yo iba a ser una mascota: venían amigos de mi mamá a verme y de repente podía saltar y todos: "Oye Isabelle qué buena que el Rolfi pueda saltar". Dije no. Esta huevá no. Quiero ser una persona igual que el resto.

Isabelle: Él tuvo el accidente a los 18 años en un momento en que yo también tenía incertidumbre de qué iba a ser de él. Su vida había sido difícil, la separación mía con su papá fue difícil, la diferencia de opinión en cómo había que educarlo, fue siempre tensionante en la vida de Rolfi. Él había tomado la decisión que no iba a ir a la universidad y que su papá lo iba a formar y eso para mí era una incertidumbre.

"Tenía la esperanza equivocadísima de que de repente iba a aparecer el Rolfi de siempre, que iba a despertar. Pero llegó un momento en que decidí conectarme con este nuevo hijo y las cosas empezaron a mejorar", dice Isabelle Soublette.

Rolf: Se supone que tengo 25 años, porque me demoré ocho años en hablar y caminar, pero en mi carné dice que tengo 33 años. Si me comparo con mis compañeros de curso del Grange, ellos están casados, están en otra. Yo podría haber entrado a la universidad, haber estudiado algo. En vez de eso, en ese periodo, me rehabilité nomás. Esa fue mi universidad, rehabilitarme.

Isabelle: Le hicimos varios exámenes y los neurólogos decían que en realidad era muy difícil que se recuperara, pero resulta que no fue así. Rolf vive solo, habla, piensa, escribe. Dio la prueba de aptitud, yo encuentro que le fue bastante bien, en algunas cosas sacó 500 puntos como cualquier persona que no hubiera tenido un accidente. Sus problemas han ido más bien por las relaciones humanas. Rolf se preguntaba, ¿por qué mis hermanos pueden manejar y yo no? Se frustraba, se enojaba, era difícil lidiar con eso. En un momento dijo: "yo no quiero escuchar la palabra rehabilitación, no quiero escucharla nunca más. La vida te rehabilita, tú no necesitas un médico, sino que las conversaciones, el encuentro con los demás". Hay una etapa en la que él recuperó más la conciencia y empezó a ser más difícil.

Rolf: Hubo un minuto en que no quería levantarme, para qué . Durante mucho tiempo no quería vivir. No quería nada con la vida, la fuckin vida. Muchas veces traté de no vivir; no tenía mentalidad, inteligencia, lenguaje ni capacidad, nada, y tampoco sabía cómo vivir. Fue muy duro. Me costó muchos años sacarle el lado positivo, durante mucho tiempo no entendía. Tomé cloro, comí frutas podridas, no sabía cómo dejar de vivir. Tuve una depresión cuática. Tuve que aprender a caminar, a hablar, todo de nuevo. Me demoré como siete u ocho años en la rehabilitación física y otros 8 años de inserción social para lograr entender las diferentes etiquetas humanas.

Isabelle: Le vino la adolescencia de nuevo. Conoció a un montón de gente, se hizo amigo de todo el mundo, sin discriminar quién era bueno, quién le hacía bien, explorando el mundo, pero sin filtro. Para nosotros eso fue mucho peor que el accidente, fue volver a perderlo y no saber qué iba a pasar, cuándo iba a volver, porque empezó a ir a fiestas, a tomar alcohol. Aprendió a golpes, porque se encontró con situaciones delicadas, con personas alcohólicas. A veces no llegaba. Le pegaron. Se enojaba, no quería vivir en la casa, encontraba que lo teníamos en una cárcel. Se iba. Era como un adolescente, pero más terrible, porque acababa de tener este accidente. Y, además, tenía grandes cambios anímicos.

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Rolf: La rabia es un elemento que tengo que controlar ante todas las cosas, mi estado temperamental. Cuando estás en estado de rabia no piensas bien, mandas todo a la mierda, las decisiones que tomas no son buenas, la energía que emanas no es buena, no te conviene y pierdes el tiempo. Yo me enamoraba de todas las mujeres, me enamoro de una y después al rato de otra. Una noche en Zapallar dije: "no, esto no me sirve, nada me va a resultar de esta manera".

Isabelle: También vienen los miedos de uno, que no tienen que ver siempre con la realidad, pero el miedo de que le pase algo, de que no va a poder, de que no sé cómo es su cabeza. Hubo veces en que me contó que se sentía perdido en el mundo. Me daban ganas de estar todo el día a su lado, pero él lo rechazaba. Tratar de razonar con él era imposible y pasamos a ser sus enemigos, los malos de la película.

Rolf: Rompí el límite. Me alejé totalmente de todo. Me alejé.

Isabelle: Lo que más me molestaba era la gente opinando sobre lo que debiéramos hacer y lo que no debiéramos hacer. Eso a mí me generaba una gran sensación de soledad, porque ellos no sabían qué es lo que estaba pasando. Como si el problema fuera que uno dejó botado a Rolfi. Me producía mucha angustia, de repente me veía sin opciones, ninguna posibilidad de razonar con él. Esto de haber invertido tanto tiempo, tanta energía y éramos los malos igual o los despreocupados, según las opiniones de la gente. Esto me emociona, pero qué duro era para él, porque yo estaba viviendo mi sufrimiento, pero cómo habrá sido la soledad de este pobre gallo que todos queríamos ayudar y él no recibía la ayuda.

"Yo podría haber entrado a la universidad, haber estudiado algo. En vez de eso, en ese periodo, me rehabilité no más. Esa fue mi universidad", dice Rolf Behncke.

Rolf: En un minuto dije: "yo no tengo motivación". Me preguntaba: ¿qué es lo que me gusta?, hice un análisis súper grande y dije: "ya, la música". En un minuto en que no quería hacer ninguna cuestión dije: "voy a agarrar energía física de un parlante gigante" y fui a una fiesta electrónica. Ya tengo ene canciones desarrolladas y grabadas. Es música súper prendida. Pero no todas las canciones son así, hay otras que son más bien relajadas, reflexivas.

Isabelle: Se podría hablar de un segundo nacimiento de Rolf. Yo tenía la esperanza equivocadísima de que de repente iba a aparecer el Rolfi de siempre, que iba a despertar. Llegó un momento en que me propuse conectarme con este nuevo hijo, no con el que yo espero o con el que me va tranquilizar o dar seguridad, y desde ahí las cosas fueron mejorando. Después de hartos años de terapia pude digerir y encontrarme afectivamente con ese nuevo Rolf. Él reclamaba con toda razón. Hay que pensar que es alguien que está reclamando su identidad de nuevo también.

Rolf: Yo escribí el guión principal de la película La máquina voladora, y actué como el personaje principal, pero fueron varios los directores. La película me sirvió para armar un poco más mi conciencia y mi identidad. Me grabaron durante 4 años donde se mostró mi vida. Ahora en marzo fue el primer estreno en la casa de Vicente Barros, el director principal.

Isabelle: Desde que está en Zapallar empezó a decir que va a volar, eso de volar es muy bonito porque es una metáfora, de querer volar en todo sentido, no solo físicamente, quiero volar porque soy creativo. Ese es el sentido de la película.

Rolf: Un día estaba en Zapallar, en la playa, y me di cuenta que soy parte de la naturaleza. De repente vi un águila o una gaviota no sé... Un águila. Sí, era un águila. Estaba en el aire, quieta, con las alas abiertas y yo dije: "guau, ¿por qué los seres humanos no pueden hacer eso?". Los autos no existen hace mucho tiempo en la historia y ya hay una saturación de ellos, están ahí en todos lados. Y yo choqué en auto más encima, entonces pensé, ¿qué ente tiene el sistema de transporte solucionado en el planeta? Los pájaros son los que tienen el sistema de transporte mejor solucionado. Entonces dije: "ya, ¿por qué no podemos volar como ellos?, ¿por qué no existe una máquina para hacer eso?". Yo quería inventarla. Siempre he inventado cosas; como que la realidad tal cual es, no me satisface mucho. Una de mis características es que soy súper fuerte, soy positivo. Pienso en todo lo que funciona y soy tira para arriba.

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Isabelle: Yo me impuse a mí misma tolerar afectivamente lo que me genera que Rolf no puede ser más feliz de lo que es, me frustra no poder hacer algo más para que se sienta integrado al mundo, en su película dice que no le encuentra sentido y me da mucha pena no poder hacer algo más.

Rolf: Pero no encuentro que la película muestre mi mejor faceta, no me muestra como músico a pesar de que yo hice la música de la película. Encuentro que muestra muchas tragedias, no es una película que te deje alegre. Muestra que las cosas no son siempre como uno quiere que sean. Igual la valoro, no es que la esté desestimando.

Isabelle: Es mi lucha, hacer que encuentre un sentido, que no necesariamente sea encontrar una profesión, el sentido de por qué estoy vivo, quiero que sepa que a mí me alegra que esté vivo, él no sabe eso, también trato de mostrarle que es un sentido existir para sus hijas que lo adoran. Intento mostrarle, recordarle, que no necesita ser exitoso profesionalmente para que su vida tenga sentido.

Rolf: Mis hijas me han levantado en momentos en que no he sabido cómo.

Isabelle: Ellas han sido un regalo.

Rolf: Nunca quiero escapar, no quiero escapar a ninguna parte.

Isabelle: Él ha decidido que su vida sea más predecible.

Rolf: Necesito dedicarme a construir mi vida, a armar mi vida profesional, a ver a mi familia, a mis hijas. Estoy pensando en un futuro, ese futuro que quiero lograr es lo único que me alienta a seguir viviendo.

Isabelle: Mi sueño máximo, es que no viva esta especie de cuestionamiento profundo, filosófico de qué sentido tiene la vida. Ahora tiene una nueva polola, está contento y me alegra eso.

Rolf: Con la Marcia, mi polola, espero que podamos funcionar, complementarnos. Porque a mí el mundo me hace sentido, me dan ganas de seguir viviendo

Isabelle: Rolf ha sido una persona que ha sufrido toda su vida, ha tenido que resolver conflictos muy potentes y la manera en que se enfrenta crudamente al sufrimiento, yo me quedo con la boca abierta y me siento, al lado de él, muy pequeña. Él me refleja una realidad que no sería capaz de vivir jamás. Qué manera de ser fuerte.

Rolf: Trato de no mirar para atrás, siempre para adelante. Ahora ya no me da tanta pena, pasaron los momentos más difíciles, estoy orgulloso de mí mismo en algunos aspectos y ahora vienen otros que tengo que lograr vida o muerte, sí o sí. Siempre me pregunto cuál es la meta que tengo ahora, qué es lo que hay que hacer, hay que estar focalizado en el siguiente paso. Siempre con las antenas bien abiertas. Captando todo. Estando conectado con el aquí y el ahora.

Isabelle: Al principio, a nivel cognitivo yo entendía todo, pero a nivel de mis emociones yo nunca comprendí la realidad, no la pude digerir hasta muchos años después. Recién ahora puedo tolerar la realidad.

Rolf: Mi mamá es mi conexión con los sentimientos y cuando uno tiene buena relación con los sentimientos, el resto lo puedes armar.

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