Conocí a Teresa el año 2006, yo tenía un negocio de juegos de azar en el centro y ella llegó a trabajar a una tienda china que se instaló al frente. Ella tenía 26 años y yo 30. Para mí fue un flechazo inmediato, aunque me costó mucho conquistarla. Después de varias salidas, nos dimos nuestro primer beso. Nuestra relación fue maravillosa, fuimos amigos y cómplices en todo, tengo los más lindos recuerdos de esta relación. No sé cómo el amor se nos escapó de las manos, pero a mediados del 2010 decidimos terminar nuestro pololeo, pero no por eso nuestra amistad.

Nos seguimos viendo ya que como ella siempre iba al centro, pasaba por mi negocio y conversábamos de todo. Nuestra vida siguió su curso, años después yo me puse a estudiar en una universidad y fue ese año cuando recibí una llamada de Teresa contándome que estaba embarazada de su pololo. La noticia me puso muy contento, pero luego ella me confesó que el papá de su guagua no se iba a hacer cargo, así que seguiría sola. Sentí la necesidad de ayudarla, así que sin planearlo, me transformé en un apoyo para esta nueva vida que venía en camino. Durante el embarazo la visité habitualmente. Así llegó al mundo Emilia, un día de octubre del 2015.

Desde ese día comenzó una nueva vida también para mí. Emilia sacó desde mi más íntimo ser todo eso que no sabía que tenía, el amor de padre. Porque aunque con Teresa no fueramos pareja, yo de cierta manera asumí ese rol. Nunca quise tener hijos y me cuidé para eso, pero Emilia me puso de cabeza y transformó mi vida.

Poco tiempo después de su nacimiento, me enfermé. El estrés del estudio y trabajo, mezclado con mi nueva responsabilidad con Emilia, me generaron Tinnitus, una enfermedad del oído interno que no deja vivir con el constante tintineo. Eso a su vez me generó depresión, ya que no podía concentrarme ni en los estudios ni en el trabajo. Llegué a tal punto que reconozco que alguna vez pensé en terminar mi existencia. Era un momento de oscuridad total, sin embargo mientras planeaba tan estúpida decisión, en mi corazón sonó otra vez el nombre de Emilia. No podía dejarla. Fue en ese instante que desperté de este tortuoso sueño y me di cuenta que ella me necesitaba mucho y que mi vida ahora valía mucho más.

Con Teresa hoy somos mejores amigos y seguimos siendo cómplices en todo. Las navidades me disfrazo del viejito pascuero para entregarle el regalo a Emilia y para su cumpleaños número 5 me disfracé sombrerero de Alicia en el país de las maravillas, mientras que Teresa fue la reina roja. Fue realmente maravilloso, nos reímos y jugamos durante toda la tarde.

Creo que la vida se encarga de poner a las personas exactas en tu vida, nadie llega al azar y doy gracias a Dios porque las tengo en la mía. En mi casa mis papás quieren a Emilia como una nieta y eso me llena de felicidad. Y es que estoy convencido de que el amor se manifiesta de diversas maneras, que el mito de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos es totalmente falso. Y es más, no solo pueden ser amigos, también pueden compartir juntos la crianza y el amor por un hijo, sin la necesidad de ser pareja.

Juan Rojas tiene 44 años y es eléctrico de mantención.