“En el último tiempo me ha tocado con cierta frecuencia estar sentada en un almuerzo familiar conversando de feminismo, rodeada de distintas generaciones de hombres; mi abuelo (90), mi padre (62) y mi hermano (27).
El primero, apoyando con toda naturalidad el rol que ha cumplido la mujer tradicionalmente en la sociedad y abiertamente cuestionando a estas “feministas extremas”. Mi abuelo, reconocía la necesidad de ciertos avances, pero afirmaba que ciertos trabajos les vienen mejor a las mujeres dado su “innegable y natural instinto maternal”. Cargos de poder como el de ministros de Estado le parecen mejor ocupados por hombres, ejemplo gatillado por la reciente renuncia de una ministra por “razones familiares”. Yo escuchaba atónita y miraba a mi hermano menor sentado al otro lado de la mesa, quien comprendió perfectamente mi conflicto interno: “¿Le discuto a estas viejas generaciones?” “¿Le digo que su propio ejemplo es reflejo de cómo una mujer comúnmente no cuenta con su marido para que la “reemplace” en el cuidado de “sus” hijos?”.
Por su parte, mi padre con total naturalidad sostenía que no hay conocidas abogadas en el área penal, que es un mundo duro y “de hombres”. Nótese que no es abogado, a diferencia mía. Repetía que en nuestra casa hubo un acuerdo mutuo en el que mi mamá dejaría de trabajar para cuidarnos, él sería el proveedor. Hace poco comprendí que esa decisión fue gatillada, porque mi mamá estaba reventada entre su trabajo y su rol protagónico en las tareas del hogar. En sus propias palabras, cuando ella trabajaba la llamábamos para pedir favores y ella contestaba “llamen a su papá”, a lo que nosotros respondíamos “no, el papá está trabajando”.
Mi hermano menor, nuevamente con mirada cómplice me hacía saber que reprochaba estos dichos, pero no valía la pena discutirles. Yo seguía preguntándome: “¿Les digo a ambos que una de las grandes razones por las que lograron tener una profesión y una familia a la vez, fue gracias al rol que jugaron mi madre y mi abuela? ¿Les pregunto si ellos siendo trabajadores independientes se tomaron al menos un mes para asumir su rol de padres?”. Miro a mi hermano con cierto alivio, porque veo en él nuevas generaciones que piensan diferente, pero luego caigo en cuenta que no es suficiente su silencio en la mesa. Sin el cuestionamiento mutuo entre hombres, el feminismo no será suficiente por si mismo.
¿Llegará el día donde sean ellos quienes en masa exijan cambios a un sistema que les otorga cinco vergonzosos días de postnatal?”.
Catalina tiene 32 años y es abogada.