Cuando Romy Espinoza (41) inició su carrera en el área de la psicología forense y judicial hace más de 15 años, sintió que se “lanzaba a los leones”. Recién había completado su malla curricular como estudiante de psicología y, durante el primer día de práctica en un centro de internación provisoria dependiente del SENAME, su profesor supervisor le preguntó sobre la aplicación de diversos tests psicológicos. Cuando Romy confirmó que sabía aplicar los test, su entonces jefe la instó a que comenzara a ayudar con la evaluación de jóvenes y adolescentes que se encontraban en el centro por ser infractores de la ley. “Llevaba una hora de mi primer día de práctica y me encargaron de inmediato comenzar a evaluar”, recuerda.
Esa mentalidad de trabajo y contacto con las personas desde el primer momento fueron dos cosas que la marcaron positivamente durante su experiencia de práctica. “Me di cuenta de las capacidades que uno tiene cuando se enfrenta a situaciones desconocidas”, comenta. Y, aunque confiaba en sus conocimientos teóricos, sabía que le faltaba la práctica y poder partir trabajando con jóvenes y adolescentes desde un comienzo fue una experiencia transformadora.
Si bien como estudiante de psicología había explorado temas relativos a la práctica forense y sus aplicaciones judiciales, Romy nunca se había planteado antes la posibilidad de seguir una carrera en esta área. Habiendo egresado solo un año después de la Reforma Procesal Penal que tuvo lugar en nuestro país el 2005, sentía que todo era demasiado nuevo, incipiente. Y es que la reforma vino a instaurar un nuevo paradigma dentro del proceso jurídico que era especialmente transformador en lo vinculado a la psicología forense y los peritajes de prueba. Atrás quedaba el antiguo sistema inquisitivo y se abría paso a un nuevo esquema de justicia penal en la que los derechos de las víctimas especialmente, son cuidadosamente resguardados. Con esta nueva realidad judicial en mente, Romy decidió continuar explorando las posibilidades de contribuir desde la psicología en instancias judiciales. Esta vez trabajando en un programa de diagnóstico ambulatorio que tenía por objeto evaluar el discernimiento de jóvenes infractores de ley para que la entidad judicial a cargo pudiese determinar si se iniciaba un proceso en su contra o si se aplicaban otro tipo de medidas.
Durante los casi 10 años que Romy trabajó en el programa de diagnóstico —del cual terminó convirtiéndose en directora— se adentró por completo en el mundo del peritaje, especialmente de la psicología forense que trabaja de la mano con Tribunales de Familia en casos de delitos sexuales contra menores. “En 2008 decidí especializarme en psicología forense”, recuerda. Pero, además de las capacitaciones profesionales y las especializaciones académicas, Romy cuenta con una amplia experiencia trabajando de la mano con Tribunales y Fiscalía en casos de abuso sexual de menores para evaluar la veracidad de los relatos de las víctimas. “En ese tiempo se hablaba de evaluar la credibilidad del relato y el daño psicológico asociado a los hechos denunciados”, explica. Hoy, Romy precisa que la perspectiva es diferente y el trabajo de un psicólogo que realiza este tipo de peritajes sigue siendo la evaluación del testimonio de la víctima, pero desde una perspectiva mucho más neutral. La psicóloga explica que existen protocolos y sistemas de evaluación que se aplican de forma estandarizada en todo el país y que, además, son sistemas desarrollados por especialistas que tienen amplia aplicación en diferentes países del mundo. “Un perito evalúa en base a hipótesis y hay que ser muy riguroso en la forma en la que aplicamos la metodología de trabajo”, comenta Romy. Eso permite que las respuestas y las conclusiones de la evaluación sean, según explica, “de peso” y hace que el testimonio de la víctima no sea solo un dato más de la causa, sino un aporte concreto a la investigación de los hechos que se denunciaron.
Para Romy el principal desafío de su rol es presentar de manera adecuada la situación de vulneración de derechos que ha vivido un niño, niña o adolescente víctima de abuso sexual. “La idea es poder mostrar al tribunal el análisis que hay detrás. Mostrar que no es algo antojadizo”, comenta. Y es que, hablar con una víctima sobre el trauma del abuso no es una tarea que la psicóloga tomaría a la ligera. “Cuando comienzas a abordar la temática de un eventual abuso sexual empiezas a ver sintomatología en las personas”, aclara. “La ansiedad y la angustia que se puede ver en ellos son elementos que claramente demuestran afectación al momento de contar lo que les ha ocurrido”. La especialista agrega que por esta razón es importante saber esperar durante los períodos de latencia en los que la víctima requiere un espacio de silencio. “Hay que entender que cada vez el niño, niña o adolescente vuelve a contar lo que se denunció, comienza a revivir una situación en la que existe una línea traumática”, explica Romy. Narrar su experiencia como víctimas de abuso vuelve a generar inestabilidad en personas que suelen encontrarse en un estado emocional frágil o que vuelven a eso a partir de su testimonio.
Pero un proceso de peritaje judicial en casos tan delicados como los delitos sexuales contra menores no solo tienen efectos psíquicos en los involucrados, sino que también pueden representar una tremenda carga emocional para los profesionales que participan. Para Romy la rigurosidad que aplica en su trabajo es un elemento que le permite mantener una distancia responsable entre esos testimonios que conoce día a día y su propio bienestar emocional. “Al llevarlo más hacia lo racional y mantener ahí el foco no te basas en ninguna emoción específicamente”, comenta. Sin embargo aclara que cuando se trabaja con personas, y sobre todo con las emociones de otros, es muy importante mantener espacios de autocuidado. Como mamá, la psicóloga hoy entiende que las instancias para compartir en familia o para realizar actividades diferentes son clave para poder desconectarse durante los momentos necesarios de un trabajo con una alta carga emocional que, de otra forma, podría impactar en todos los ámbitos de su vida. “Saber desconectarse es la forma que te permite vivir sin que las situaciones del trabajo afecten mi propio estado emocional ni el de quienes me rodean”, explica Romy
Hoy la especialista en psicología forense trabaja de forma independiente pero casi todos sus pacientes son derivados por el Ministerio Público, la Fiscalía o diferentes tribunales del país. El objetivo de Romy en estos casos es aplicar la metodología de evaluación de la forma más rigurosa posible para que, el relato de los niños y adolescentes víctimas de abuso sexual pueda ser utilizado como un elemento que contribuya a la investigación o incluso durante el juicio. “Hoy hemos mejorado en términos de nociones preconcebidas y ya no se parte de la premisa que el niño va a mentir y que por eso son necesarios estos peritajes”, explica la psicóloga. La especialista agrega que, si bien todavía existen desafíos en esta área, hoy el espíritu de la ley es uno que busca esclarecer los hechos pero sin seguir revictimizando. Y que el foco del procedimiento y de profesionales como ella que participan de un proceso judicial es proteger la integridad psíquica y emocional de niños, niñas y adolescentes.