La búsqueda de ropa o accesorios de segunda mano nos lleva a un clásico lugar del centro-sur de la comuna de Santiago: el Persa BioBío. Al llegar al barrio Franklin, se percibe un gran flujo comercial. Allí se ofrece de todo: desde figuras de caricaturas, camas de perros hasta accesorios de celulares, entre otros. Al final de la cuadra, por la calle Placer, se divisa un toldo en el cual se apila un cerro de carteras, en su mayoría de marcas de diseñadores.
— ¿Cuánto cuesta esta? —, pregunta Pablo, un turista argentino, señalando una mochila vintage marca Louis Vouitton.
— $50 mil —, responde la vendedora.
— ¿Y esta? —, consulta nuevamente, indicando un sobre color mate negro sin etiquetas visibles.
— Esa te la dejo en tres mil — responde generosamente la encargada del negocio.
Esta última es la que finalmente compra. Horas más tarde, al revisar su nueva adquisición, Pablo nota que al interior tenía una etiqueta de goma, un tanto traslúcida, de la marca Dior. Esta cartera nueva costaría entre $300 a $600 mil aproximadamente. Como él, cientos de personas van a comprar ropa o accesorios de segunda mano al Persa BioBío buscando ofertas tan convenientes como esta.
La compra de ropa y accesorios de segunda mano se ha convertido en una tendencia durante los últimos años. La búsqueda por darle un toque más personal al outfit es una de las razones por las cuales la gente busca lugares en que puedan comprar estas prendas, idealmente a un precio más barato que la ropa nueva de tiendas comerciales. Por lo mismo, es frecuente encontrar galpones en los cuales se vende al por mayor o por kilos de ropa.
¿Búsqueda de identidad o sostenibilidad?
La ropa de segunda mano se ha alzado como una opción de menos impacto ambiental entre las alternativas que ofrece el mercado, según afirma un estudio realizado por Bank of America, en 2023. No obstante, recientemente ha surgido un debate sobre si realmente cumple con los criterios ecológicos, principalmente debido a sus costos de distribución y al destino de los desechos o las prendas que no llegan a ser utilizadas.
Paula Contreras, socióloga experta en moda y coautora de Sarita Rodríguez, una obra que reflexiona sobre las consecuencias del fast fashion en la comuna de Alto Hospicio, en Iquique, señala que cada vez la venta de ropa de segunda mano va en aumento, a pesar de que esta provenga de las grandes tiendas y sea confeccionada con materiales como plástico, poliéster o nylon, entre otros, siendo una prenda rápidamente descartable.
Para Contreras, el avance del fenómeno de la compra de ropa de segunda mano es más “una gentrificación que una evolución de la conciencia”. Es decir, un proceso que impacta en un territorio determinado, generando mayor dinamismo y comercio. Siendo optimista, agrega, es comprar moda y permitir la creatividad y el desarrollo de la personalidad individual.
Actualmente, al menos 50 importadoras reciben a diario toneladas de ropa de segunda mano que luego se distribuyen en todo Chile. Según el Observatorio de Complejidad Económica (OEC), para el año 2022, Chile fue el mayor importador de ropa usada en Hispanoamérica, concentrando más del 90% de esta mercancía en la región.
De acuerdo a este informe, la ropa importada proviene principalmente de Estados Unidos y Europa, donde suele ser donada a organizaciones benéficas, así como aquellas prendas con taras o no vendidas por las marcas, que se envían a países como Chile, India o Ghana. Cada año se estima que Estados Unidos, Europa y Asia envían cerca de 59.000 toneladas de ropa usada a nuestro país para ser revendida. Son camiones cargados de fardos que entran y salen de la Zona Franca de Iquique.
El problema radica en que gran parte de las prendas, cerca de 40.000 toneladas, no se venden y terminan en basurales clandestinos que en su mayoría se ubican en las afueras de Alto Hospicio, comuna de la región con altos niveles de pobreza y vulnerabilidad.
Una de las empresas dedicadas a la venta y distribución de ropa de segunda mano es Ecocitex. Recientemente, abrieron una tienda en el Mall Plaza Egaña, lo que hace que a día de hoy tengan tres sucursales, considerando el cierre de las de Maipú, Patronato y Condell. Sin embargo, Ecocitex va un paso más allá: su misión es eliminar el desecho textil en Chile mediante la confección de hilados 100% reciclados a partir de ropa en desuso, sin agua ni tinturas en el proceso. Por lo tanto, su oferta va desde lanas de material reciclado hasta productos realizados con estas mismas.
Tras el cierre de tres sucursales, y un incendio en una tienda ubicada en la comuna de Macul en 2023, la empresa se ha enfrentado a dificultades económicas, razón por la cual en agosto del 2024 realizaron un llamado a los usuarios para hacer donaciones durante seis meses. “Estoy activando todas las redes para lograr transmitir el mensaje y que cualquiera funcione, a mi me da lo mismo, pero Ecocitex no puede morir”, dijo Rosario Hevia en entrevista con El Mercurio.
El oficio de vender ropa de segunda mano
El Persa Víctor Manuel, ubicado en el barrio Franklin, está compuesto por ocho galpones y siete sectores; el galpón número tres está dedicado especialmente a la venta de ropa usada. En sus paredes cuelgan diversas prendas, desde jardineras a poleras, algunas más desteñidas que otras. En el suelo, hay colgadores por todas partes y letreros que señalan las ofertas. Es frecuente escuchar a los vendedores decir “esa te la dejo en cinco”. Lo que ocurre en ese galpón es, básicamente, una “hipnosis textil”.
Existen vendedores especializados en la compra y venta de ropa que conservan prendas de colección, altamente valoradas por los compradores por la calidad de sus telas o sus detalles únicos. Uno de ellos es Claudio Espinoza, de 33 años, quien se ha dedicado a este negocio por casi dos décadas. Proveniente de una familia de comerciantes, su vínculo con el rubro ha sido constante a lo largo de su vida.
— Hay prendas de los años 90 en 50 lucas —, dice Claudio señalando una prenda.
Otro caso similar es el de Francisco Albarrán, también conocido como “OG”, quien comenta que sus clientes buscan prendas pertenecientes a la moda 2YK (época de los años dos mil), tales como Carhartt, una tendencia norteamericana de estilo casual, o Dickies, del mismo estilo urbano.
— Con el tiempo que llevas aquí, ¿crees que ha ido en aumento este movimiento?
— Sí, mí generación tiene un tema con usar ropa usada. Yo voy a cumplir 40 el próximo año y de mis amigos somos súper pocos los que usamos ropa de segunda mano. Ese prejuicio se rompió con las generaciones más nuevas — , concluye.
Saliendo del Galpón 3, se encuentra Luis Méndez, de 65 años. Él cuenta que tras la pandemia tuvo que reinventarse y la ropa europea fue su alternativa. Él afirma que “los jóvenes buscan ser únicos”.
— No hay parámetros, no hay obligaciones de “vístete así”, no tienes que darle explicaciones a nadie —, comenta.
Es la búsqueda de una expresión identitaria única y exclusiva lo que buscan las generaciones de hoy en día, una necesidad que la ropa de retail no puede satisfacer al tener stock de miles de prendas iguales. La socióloga Paula Contreras señala que “existe una diferencia generacional, ya que existe la idea de que comprar en centro comerciales es de boomer” y esta es la nueva manera de construir identidad con la convicción de crear un outfit exclusivo.
Así, aunque hoy existe una mayor conciencia sobre el impacto ambiental de la industria textil, la ropa de segunda mano no es necesariamente la alternativa más ecológica. A fin de cuentas, ambos sistemas responden a la misma lógica de consumo: la necesidad de renovar el clóset constantemente. Y si bien la ropa usada puede ofrecer identidad y exclusividad, el verdadero desafío sigue siendo el mismo: comprar menos.
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*Este reportaje fue escrito por estudiantes de la Escuela de Periodismo USACH.