Paula 1235. Sábado 23 de septiembre de 2017.

En 1998, la Crisis Asiática hacía sentir sus efectos en la industria textil chilena. Varias fábricas estaban estancadas y peligraba su continuidad. Justo ahí, en medio de la incertidumbre laboral, María Eugenia Ibarra repartía currículums recién titulada como diseñadora de vestuario de la Universidad del Pacífico.

¿Qué pasó contigo cuando viste el escenario que te esperaba?

Me puse a buscar pega y no encontraba. No entré a la industria en ese momento y creo que de alguna manera me marcó porque tuve que explorar otras formas de desarrollar mi creatividad. Empecé a trabajar como productora de moda en Paula Joven, me movía harto. Finalmente me llamaron de algunas marcas y entré a la industria, pero sin mucha expectativa. Me daba vueltas la carga de frivolidad que tiene el hacer ropa. Vengo de una familia súper humanista, muy social y bastante independiente. Necesitaba darle un fundamento, una definición propia a lo que quería hacer. Junté plata, estudié más y viajé.

¿Adónde te fuiste?

Me fui a estudiar inglés a Malta, después hice un diplomado de Marketing y Comunicaciones en Moda en Barcelona. En unas vacaciones por Italia dejé un book con mis trabajos en Milán, en Future Concept Lab, una agencia que era de las primeras en estudiar las tendencias de moda en el mundo, todo esto mucho antes de que empezara el boom de cool hunters. Me llamaron y trabajé para ellos desde Chile. Era como una espía de tendencias, tenía que ir a todas partes: galerías de arte, universidades, conciertos y hacer un análisis de las tendencias que veía. Cuando me instalé de nuevo en Chile volví a hacer producciones de moda para revistas. Me gustaba más eso, podía explorar otra veta de la moda. Y en paralelo empecé a armar mi marca. Dejaba prendas en un perchero en Hall Central, con mi nombre. Eran prendas súper textiles, poleras, faldas, chaquetas.

¿Cómo integraste el tejido en tus colecciones?

Tenía varias ideas de qué hacer, pero no llegaba a las tejedoras que podían interpretar mis ideas. Hasta que un día agarré mis palillos y mis lanas y me fui a La Ligua. Ahí conocí a un grupo de mujeres que eran lo máximo; me invitaban a alojar todo el fin de semana, tejíamos, conversábamos. Podía aterrizar mis ideas con ellas, yo me iba feliz de ahí. Estuve casi 7 años trabajando con ellas. Conocían muy bien las técnicas de tejido y estaban muy dispuestas a explorar. A mí me gusta mucho la experimentación: armar, desarmar, transformar. Estas mujeres interpretaron eso, a pesar de que eran el grupo de tejedoras más viejas de La Ligua. Yo creo que es porque están acostumbradas a hacer las cosas con sus propias manos, están menos contaminadas del retail o de los productos chinos. Hoy en La Ligua, al igual que en otros lugares emblemáticos del tejido, ha entrado fuerte la importación de productos. Es una pena porque eso estanca la exploración y la creatividad.

¿Has vuelto a trabajar con grupos de tejedoras?

Sí, trato de moverme lo más que puedo. Voy con una idea amplia de lo que quiero hacer, escucho y aprendo de ellas. El año pasado, por ejemplo, me fui a Chinchero, Perú, cuando estaba trabajando una colección con la fotosíntesis. Conocí a un grupito de tejedoras, y les dije que ellas miraran el paisaje y trabajaran con eso. Sus prendas estaban llenas de simbolismo. Eran preciosas. Hasta los errores eran un maravilla, una de ellas trató de corregir una parte del chaleco y sin darse cuenta tejió un parchecito rojo cerca del corazón.

¿Cómo ves el futuro de tu marca?

Creo que cada vez tengo más claro el camino que quiero seguir. He tenido que definirlo muy bien. A mediados de septiembre parto a hacer una prospección a Los Angeles, California. Tenía ganas de explorar el mercado internacional, y conocer cómo otras marcas en el mundo están trabajando bajo los conceptos de sustentabilidad, mano de obra local e identidad. Postulé a un fondo de ProChile y voy a generar contactos y alianzas para abrir un espacio de intercambio latino en Estados Unidos.

Con todas estas vivencias y proyectos, ¿qué es la ropa para ti?

Para mí la ropa es expresión. Ropa de Género nace del vestir, en un sentido mucho más profundo que el simple acto de ponerse algo. Es la comunicación entre dos mundos: uno interno que es espíritu y cuerpo, y uno externo es arte y entorno. La ropa es la lámina textil que se estructura sobre el cuerpo y comunica quiénes somos. Esa identidad es la que me inspira.

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Esta gorguera fue el inicio de las piezas de la recién estrenada colección En Órbita, de Ropa de Género, la que incluye blusas, vestidos y suéteres. Algunas de estas prendas acompañarán a María Eugenia a Los Angeles, California a una

prospección de marca con el apoyo de Pro-Chile, para abrirse un espacio en el mercado internacional. Foto: Daniel Gil Rodrigo[/caption]

Paso a Paso:

Gorguera

Materiales:

-Restos de lanas del mismo grosor y distintos colores

-Palillos Nº #4

-Algodón o lana de color que contraste

-Aguja de lana

-Tijeras

1. Tejer cambiando el color de la lana cada 15 o 20 corridas para formar rectángulos de colores con la misma medida.

2. Doblar el primer rectángulo de color y coser uniendo con el siguiente rectángulo.

3. Doblar el siguiente rectángulo y coser a 4 cm de la costura anterior.

4. Repetir hasta terminar la pieza. Se formará una trama parecida a un panal de abejas.