Ropa que discrimina: el peso emocional de no encontrar nuestra talla

Tallas



Parece una historia cruel que muchas hemos vivido: encontramos esa prenda que nos encanta, la llevamos al probador y, al intentar cerrar, simplemente no nos queda. Un pantalón que no sube más allá de las caderas, una blusa que no cierra, un vestido que se ajusta demasiado.

Automáticamente comenzamos a culparnos. Frente al espejo señalamos nuestras “imperfecciones”, nos sentimos inadecuadas y volvemos a casa con el corazón roto. Cerramos la puerta, lloramos de frustración y rabia, y entre lágrimas nos prometemos adelgazar.

Pero aquí va una verdad fundamental: no es nuestra culpa. El problema no está en nuestros cuerpos. El problema radica en una industria que, en lugar de incluir, ha construido un sistema que divide. En lugar de crear ropa que celebre la diversidad de formas y tamaños, la industria ha impuesto moldes rígidos que actúan como barreras. Esta exclusión no es casual ni inocente; es una forma de violencia estética. Es un mensaje subliminal que nos dice que si no encajamos en su idea de cuerpo ideal, no merecemos vestirnos con estilo, comodidad ni dignidad.

Y así llegamos a la trampa del tallaje. Hoy en día, las tallas han perdido cualquier relación lógica con los cuerpos reales. Una talla 44 de hace algunos años ahora parece más pequeña. Las medidas cambian entre marcas y, a veces, incluso dentro de la misma tienda. Este caos no es accidental: las marcas definen un público objetivo y excluyen deliberadamente a quienes no encajamos en sus moldes. El mensaje es claro: “Esta ropa no es para ti. Es para cuerpos delgados, pero con las ‘curvas perfectas’. Para personas altas, pero no demasiado”. ¿El impacto? Nos hacen creer que nuestros cuerpos son el problema, cuando en realidad el sistema es el que está roto.

Nutrición

En 2014, en España, ASGECO (Asociación General de Consumidores) expuso que la diferencia de medidas entre tallas de una misma categoría podía ser de hasta 10 centímetros entre marcas. En Chile, no existe ninguna regulación al respecto. Según Antonia Larraín, activista por la diversidad corporal y a quien conocí en un espacio de diálogo sobre diversidad corporal, existe el proyecto de Ley de Talles que busca regular el etiquetado de tallas. Si bien no obliga a las marcas a ampliar su rango de tallas, exige etiquetas más precisas, evitando que, por ejemplo, una prenda etiquetada como “2XL” no sea en realidad una talla mediana.

Este avance hacia la transparencia es importante, pero insuficiente. Cuando se habla de tallaje, muchas veces la conversación se vuelve gordofóbica. Surgen comentarios como: “Una talla arriba de la 50 no es saludable” o “Dejen de romantizar la obesidad”. Estas afirmaciones no solo son simplistas, sino también dañinas. ¿Realmente creen que avergonzar a las personas por su cuerpo contribuye a su bienestar? Si la salud fuera la verdadera preocupación, entenderían que no se reduce a un número en la etiqueta de una prenda.

La salud es un estado biopsicosocial: incluye el bienestar físico, mental y social. La discriminación basada en el cuerpo genera ansiedad, depresión, trastornos alimentarios y pérdida de autoestima, efectos que son profundamente perjudiciales para nuestra salud.

El bienestar no se encuentra en tallas más pequeñas, sino en un mundo donde todos los cuerpos sean tratados con respeto y dignidad. La industria de la moda debe cambiar, y nosotras debemos exigirlo. Necesitamos más representación, más tallas, más diversidad en escaparates y campañas publicitarias.

Pero también debemos recordarnos a nosotras mismas, como sociedad, que el problema nunca ha sido nuestro cuerpo. Ha sido un sistema que nos discrimina y que intenta moldearnos. Así que mientras continuamos trabajamos por un cambio, recordemos tratarnos con amabilidad y comprensión. Si alguna vez hemos llorado por una prenda de ropa, está bien.

No se trata de superficialidad ni de ser menos feministas por sentirnos así. Detrás de esas lágrimas hay vivencias, frustraciones y un deseo legítimo de pertenecer. Nuestros sentimientos son reales y merecen ser reconocidos con el respeto y la empatía que todas merecemos. Y lo más importante: nuestro cuerpo no debe cambiar para adaptarse a la ropa; la ropa debe adaptarse a nosotras.

* Carolina es nutricionista especialista en Trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y autora del libro “Te lo digo porque te quiero: derribando estereotipos estéticos en salud”.

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