Rosa Angelini, gestora cultural: “Las mujeres trabajamos de una manera colectiva, pues es lo que siempre vimos”

rosa angelino paula



Cuando Rosa Angelini (42) artista interdisciplinaria, música, cineasta, diseñadora de sonido inmersivo, performance y nuevos medios, conoció a la activista Lorenza Aillapán, su carrera dio un giro. “Con ella logré entender de mejor manera la conexión con la Tierra porque tiene otra cosmovisión, vive en el campo y entiende sus ritmos y tiempos; la idea de que la Tierra tiene que descansar, que no hay que producirla todo el tiempo. También la preservación de lugares sagrados y que hay almas y espíritus en ellos. Todo esto me ha hecho ver la espiritualidad que nos entrega la naturaleza, que está ahí y que nosotros desde la ciudad, encerrados en cuatro paredes no vemos”, cuenta. Esto quiso plasmarlo en su trabajo, y juntas ya han presentado dos obras: Hay una conspiración en la tierra, una obra teatral inmersiva que realizaron en diversas zonas de sacrificio ambiental; e Inmersión en la mapu / Koneltu ti mapu mu, su segunda obra que trata de la muerte de una mujer mapuche.

Su trabajo se ha enfocado en el cruce de arte, tecnología y naturaleza, con temáticas como el medio ambiente y los pueblos originarios, con el objetivo de visibilizar diferentes problemáticas territoriales, luchas sociales y feministas. Problemas que también se viven dentro de su propio rubro –el de la cultura y las artes–, lo cual la llevó a trabajar también en gestión cultural. Un camino que tomó, según dice, por necesidad. “Ser artista en Chile es muy difícil, sobre todo cuando tu obra no es tradicional”, dice. El 22 y 23 de junio en el Centro Cultural Gabriela Mistral se realizará el 10º Encuentro de Trabajadoras de las Culturas y las Artes, un encuentro que Rosa organizó junto a otras artistas con el objetivo de proponer una serie de actividades para la difusión, la creación de espacios de conversación y la exhibición del trabajo de las trabajadoras del sector.

Llevas varios años trabajando por visibilizar la precarización del trabajo de las mujeres que se desempeñan en tu sector, de hecho, desarrollaste un estudio para dar cuenta de la situación laboral de las mujeres que trabajan en esta área. ¿Cuáles fueron los principales resultados?

Uno de los datos más relevantes es que el porcentaje más alto de mujeres que se puede dedicar con exclusividad al trabajo cultural son aquellas que no tienen hijos, por tanto existe además de una brecha de género, una brecha entre las mismas mujeres que son madres y las que no. Esto es algo que ya sabíamos, porque está presente en nuestras conversaciones, pero a pesar de eso, la data nos sorprendió porque fue un 70% versus un 40%. Las mujeres que no son madres o aquellas que lo son pero cuentan con una red de apoyo, son las que se pueden dedicar a este rubro que, a diferencia de otros, requiere de mucha autogestión, lo que implica largas jornadas laborales que no son compatibles con la maternidad y la crianza. A esto se suma que el trabajo cultural en Chile suele estar desregulado, la mayoría –casi un 90%– se declara independiente, es decir, no cuenta con un contrato, lo que precariza nuestro trabajo y trae como consecuencia la inestabilidad económica, que tampoco es compatible con la crianza.

¿Esta precarización afecta de alguna manera el desarrollo cultural del país?

Es que existe la cultura ancestral y la cultura popular que está en los barrios, entre los vecinos, en la calles o en los pueblos. Son saberes que siempre van a estar intrínsecos. Pero la memoria más institucionalizada de lo que es el arte, está siendo fomentada solo por aquellos que tienen acceso a financiamiento para sus obras, pues tienen mayor visibilidad. Y esta suele ser una visión más elitista del arte. Por eso el arte no puede ser visto como parte del mercado, porque esto hace que las personas puedan acceder solo a una visión, hay una homogeneización de la cultura. No se están contando las otras historias del país y por tanto no hay una construcción de una memoria diversa e inclusiva. Y es que los artistas suelen ser los grandes relatores de las memorias en cada país, con su arte van contando los procesos históricos y sociales; se piensan utopías distintas desde el arte.

¿Esa homogeneización de la cultura, tiene también un sesgo de género?

En una obra colectiva las mujeres suelen ser, la mayoría de las veces, las que hacen todo, pero a pesar de eso, por mucho tiempo tuvimos roles invisibles. De hecho en los museos se encuentran más obras masculinas, la historia del arte ha sido escrita por los hombres; las mujeres antiguamente no firmaban con su nombre sino que usaban uno de hombre. Ahora estamos en una sociedad que está avanzando en términos de equidad de género. Últimamente ha habido un despertar o una valorización de la mujer creadora, se pueden encontrar con mayor frecuencia directoras de cine, hay más músicas y cantantes mujeres reconocidas en Chile y a nivel internacional. Esto va de la mano de una mayor profesionalización, nos estamos haciendo cargo de nuestra formación y eso nos hace sentir más seguras para hacer nuestro trabajo, más que esperar las cuotas de género. Las mujeres nos estamos atreviendo a hacer más cosas y tomar un rol más activo y en eso el movimiento social del feminismo que ha puesto estos temas sobre la mesa, ha sido un gran aliado. Pero falta mucho, porque la cultura sigue siendo una escena marcada por la toma de decisiones masculina. Sigue habiendo más directores hombres y más películas y obras dirigidas por hombres.

En la música es un poco distinto porque hay más voces femeninas nuevas. Pero acá ocurre otro fenómeno y es que los medios de comunicación no les dan mucho espacio. Toman en cuenta a las cinco o seis que están programadas en todos lados, que han hecho un buen trabajo o un buen lobby, y el resto de las mujeres y disidencias siguen siendo invisibilizadas. Hay una discriminación dentro de las mismas mujeres, validan solo a algunas y otras siguen estando ocultas.

¿Cómo afecta al público que las historias que vean sean aún mayormente contadas por hombres?

Las mujeres cuentan desde otra sensibilidad las historias. Tienen otras habilidades de contención, porque piensan en un bien colectivo. No quiero decir que nuestros compañeros varones no tengan esa sensibilidad, creo que las mujeres la desarrollamos más. Trabajamos de una manera colectiva, pues es lo que siempre vimos: a nuestras abuelas con las ollas comunes, la organización de cuidados a la infancia. Tenemos una suerte de “instinto de madres” cuando enfrentamos un proyecto, porque queremos que salga de la mejor manera no solo para nosotras, sino que para el otro. Independiente que hay egocentrismo y narcisismo en todos y todas las artistas, creo que las mujeres logramos sobrellevar mejor esto para concentrarnos en la audiencia.

Y también creo que somos más directas en temas que tienen que ver con la humanidad o con las diversidades. Las mujeres y disidencias estamos contando otras historias porque hemos sufrido históricamente discriminación y violencia, y por los estereotipos que nos han impuesto. Obviamente que contamos distintas cosas, pues a través de estos relatos intentamos también sanar las heridas que vienen de nuestras madres y de nuestras ancestras. Y por supuesto que es necesario que eso se escuche.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.