Roseli Rodrigues, especialista en prevención del bullying: “Tenemos que cambiar la percepción de que el que ejerce violencia es digno de imitar”
Desde 2002, coordina el programa Actuaciones Educativas de Éxito, una iniciativa latinoamericana dedicada a prevenir la violencia en comunidades de aprendizaje. Junto a su equipo, desarrolló el Modelo Dialógico de Prevención y Resolución de Conflictos, basado en un estudio que muestra cómo muchos agentes de socialización vinculan atracción con violencia. "Existe un discurso social que refuerza esta idea, y lo primero que debemos hacer es cambiar esa narrativa, promoviendo que denunciar la violencia es un acto de valentía", dice.
Hace algunas semanas, la historia de la francesa Gisele Pelicot estremeció al mundo entero: durante décadas fue drogada por su marido y violada por decenas de hombres. En Francia, los acusados solo pueden ser identificados por sus iniciales, ya que se presume la inocencia hasta que se demuestre lo contrario. Sin embargo, Gisele decidió identificarse públicamente, convirtiéndose en un símbolo de coraje. Su postura inspiró una campaña bajo el eslogan ‘Que la vergüenza cambie de bando’, una frase que ella misma pronunció al exigir que su juicio fuera público, así como los nombres y rostros de sus violadores.
¿Por qué fue tan importante esta frase? Porque es un reflejo de cómo opera la violencia: las víctimas son quienes sienten vergüenza y, por ello, guardan silencio. Alzar la voz, entonces, se convierte en un acto de valentía. Esto no ocurre solo con la violencia de género. “Todo el discurso social que tenemos pone lo ético y lo bueno en un lado, y lo atractivo en otro”, asegura la Dra. Roseli Rodrigues de Mello, profesora y Doctora en Educación de la Universidad Federal de São Carlos, Brasil, quien estuvo la semana pasada en Chile para participar en un seminario sobre Convivencia Escolar organizado por Minera El Abra y la Universidad Católica del Norte (UCN).
La Dra. Rodrigues es especialista en la prevención de la violencia escolar, investigadora, y fundadora del Núcleo de Investigación en Acción Social y Educativa (NIASE). También es editora principal del Multidisciplinary Journal of Educational Research. Desde 2002, coordina el programa Actuaciones Educativas de Éxito, una iniciativa latinoamericana centrada en prevenir la violencia en comunidades de aprendizaje. Con su equipo, crearon el Modelo Dialógico de Prevención y Resolución de Conflictos en contextos escolares, que busca generar interacciones sociales que promuevan la atracción hacia modelos igualitarios y el rechazo a los violentos.
Para desarrollar este modelo, se basaron en un estudio de Jesús Gómez (2005), que demuestra la existencia de una socialización mayoritaria que asocia atracción y violencia. Esto implica que muchos agentes de socialización, como los medios de comunicación (anuncios, películas, canciones, etc.), transmiten la idea de que los modelos de relación violentos o potencialmente violentos son peligrosos pero emocionantes, mientras que los modelos igualitarios son correctos, pero aburridos.
“Hay un discurso social que fomenta esta idea, por lo que lo primero que debemos hacer es cambiar esa narrativa. Como sucedió en el caso francés, debemos incentivar que ser víctima de violencia no sea motivo de vergüenza, sino que denunciarlo sea visto como un acto de valentía”, sostiene la doctora.
Ese es justamente el enfoque del modelo. “En la sala de clases de preescolar se pone un cartel que define los comportamientos valientes y los cobardes, y se invita a los niños a formar un ‘Club de Valientes’. El profesorado lee un cuento sobre un niño grande que agrede a otros, y otro niño, víctima de esa agresión, propone que los demás formen un club de valientes para protegerse, pero sin recurrir a la violencia, solo creando un ‘escudo’ de protección basado en la amistad. Este escudo es simplemente ponerse frente al compañero amenazado. Por qué esto es importante, porque socialmente los seres humanos no nos metemos en peleas con grupos, entonces se saca de ahí la posibilidad de la violencia. La profesora al final del día pregunta: qué cosas fueron valientes hoy o cobardes hoy. Lo que se logra con esto es despojar de atractivo a la violencia y trasladarlo a los buenos comportamientos. En menos de un mes, investigaciones demuestran que las agresiones físicas disminuyen a cero”, explica.
En el Club de Valientes, se discute qué significa ser un buen amigo. “Les decimos que un buen amigo protege, apoya, es solidario, y que eso es ser valiente. Aquellos que se ríen de mí, me maltratan o me obligan a hacer cosas malas son cobardes”, dice la doctora. A la par, se realizan actividades que promueven un ambiente de diálogo, donde los niños pueden seguir discutiendo qué es valiente y qué es cobarde en el mundo. “Así van comprendiendo que se puede elegir cómo comportarse”, agrega.
- ¿Es la misma lógica de cambiar el lado de la vergüenza?
Exactamente. Este movimiento que se ha formado en torno a la víctima francesa surge de esos mismos estudios. Debemos crear un discurso social contrario al que tenemos. Que la vergüenza cambie de lado. De esta manera, generamos conciencia entre los niños sobre cómo protegerse: enseñándoles que si un compañero me maltrata, le digo que no es mi amigo y no juego con él. Así, si ese niño se porta mal con todos, eventualmente se quedará solo. Eso no es maltrato, es ayudarle a reflexionar que, para estar bien con el grupo, debe cambiar su comportamiento. Si lo hace, vuelve al grupo, no porque lo decidan los profesores, sino porque los niños no permiten que los maltraten.
- En teoría parece sencillo, pero ¿cómo se lleva a la práctica?
Lo que más impacta a niños y adolescentes es lo que piensan y proponen sus pares. No quieren parecer ‘tontos’ ante el grupo. Entonces, cuando les decimos ‘pórtate bien’ y un niño repite esto en su grupo, si los demás se ríen, no volverá a decirlo. Para ellos, es más importante ser aceptados por sus iguales que sostener ese discurso. Por eso, debemos fortalecer el comportamiento ético como algo atractivo. Y esto no se logra solo con un discurso sobre el bien y el mal, sino involucrando a los niños en el proceso.
- De hecho, la violencia escolar ha existido siempre, y los profesores siempre han dicho a los niños qué actitudes están mal, pero el bullying persiste.
Ha habido un cambio social, y lo que funcionaba antes ya no lo hace. Antes, las interacciones sociales eran más lentas y localizadas, con autoridades permanentes. La autoridad mandaba, y punto. Con la llegada de la sociedad de la información y el acceso a internet, los niños hoy saben lo que antes solo sabíamos al llegar a la adolescencia. Esto ha transformado su subjetividad. Nos ha llevado a una sociedad más dialógica. Las normativas ya no funcionan si no se comprenden y si no se participa activamente. Antes, la autoridad decía qué estaba bien o mal, pero hoy eso ya no basta. Involucrar a los niños en el diálogo sobre lo que es incorrecto hace que lo asimilen mejor. Son agentes efectivos de este proceso, y si no participan, no funciona.
Elementos protectores
La literatura internacional establece algunos elementos protectores ante la violencia, el primero de ellos son las amistades. “Los niños y adolescentes que tienen al menos una buena amistad sufren menos violencia. Esto se debe a que comparten con alguien, piensan conjuntamente, esa persona le protege, entonces muchas de las cosas que no llegan a las personas adultas llegan a esa persona. Tenemos que enseñarles que las buenas amistades son un tesoro”, dice la Dra. Rodrigues.
Esto no se limita a los niños: “En mujeres adultas, se ha comprobado que aquellas que tienen amistades que no toleran la violencia sufren menos violencia de género, porque al dialogar con ellas, desarrollan mejores criterios para elegir sus relaciones”, agrega.
Otro elemento, además de las amistades, son los observadores. La violencia solamente ocurre porque hay tres actores: el agresor, la víctima y los observadores. Siempre hay gente que está viendo y no hace nada, por eso la violencia se establece.
- ¿Qué hay que hacer?
Hay que fortalecer el atractivo del buen comportamiento, asegurarnos de que los niños, adolescentes y adultos que rechazan los modelos violentos no se sientan marginados, sino apoyados. Hay que hablar con los observadores, con quienes presencian la violencia, para que dejen de lado la neutralidad. Es decir, que quienes ven cómo alguien es maltratado no lo permitan, porque ser neutral es ser cómplice. Hay que enseñarles cómo intervenir sin exponerse al riesgo, y al mismo tiempo crear conciencia en los niños de que deben ser protectores de sus pares, y no sumarse a las agresiones.
- Está comprobado que la violencia es ejercida mayoritariamente por hombres, más que por mujeres. ¿Debe abordarse esto también con perspectiva de género?
La prevención de la violencia implica trabajar sobre la masculinidad, rechazando modelos violentos y promoviendo masculinidades no violentas como “atractivas” y al mismo tiempo “seguras”.
Existen tres tipos de masculinidades: la hegemónica, que es la que predomina hoy en día y está vinculada a la violencia. Esto no significa que la mayoría de los hombres sean violentos, pero la sociedad tiende a favorecer a este grupo. Es durante la adolescencia y la juventud cuando estos chicos empiezan a ejercer con mayor fuerza esta masculinidad. Debemos restarle atractividad y, en cambio, aumentar el atractivo de aquellos hombres que son igualitarios y con una buena autoestima, ya que los chicos inseguros conforman el segundo tipo de masculinidad: la masculinidad dominada. La sociedad suele mostrarles como poco atractivos. Estos chicos, a menudo, buscan la aprobación de los primeros, queriendo ser parte de su grupo y aceptados por los más “fuertes”. El tercer tipo de masculinidad corresponde a aquellos con una autoconfianza sólida. En un grupo de chicos de 13 o 14 años, puedes ver a los que dominan, a los que tratan de agradar constantemente, y a aquellos que no se involucran porque consideran a los primeros como tontos. A estos últimos hay que fortalecer, colocándolos como referentes. Ellos son los verdaderos valientes.
- ¿Cómo se fomenta la imagen de estos chicos?
Nosotros trabajamos con un modelo similar al “club de valientes” para los más pequeños, pero adaptado a adolescentes. Invitamos a esos chicos a formar una comisión mixta junto con profesoras y familias para establecer una norma única para todo el colegio que mejore la convivencia. Esta comisión identifica los problemas, cómo les gustaría ser tratados y qué sugieren para mejorar. A lo largo de varios meses, se realizan asambleas con las familias y el profesorado hasta presentar la norma. Aunque la normativa es importante, el proceso es aún más relevante, ya que logra que toda la comunidad reflexione, cambie el discurso y quite atractivo a la violencia. Los que ejercen violencia ya no se sienten tan cómodos de continuar. Y es también su oportunidad de cambiar, porque solamente se comportan así porque el discurso coercitivo dominante les favorece.
- Por último, ¿cuál es el rol de las familias en este proceso?
Uno de los roles clave de la escuela es que los profesionales de la educación informen y den acceso a las familias sobre investigaciones relacionadas con el uso de redes sociales, la convivencia entre pares y las amistades. No es suficiente con un discurso ético desde la escuela; compartir conocimiento es crucial. Y luego, las investigaciones internacionales señalan que, para superar y prevenir la violencia, es necesario un modelo comunitario. El diálogo y la participación de familias y estudiantes son fundamentales para el cambio y la superación de la violencia en las escuelas. Es importante dialogar, porque cuando toda la comunidad educativa, incluidos los familiares, conversa sobre la escuela que desean, se genera un compromiso y un sentimiento de poder sobre sus propias vidas. Al consensuar, se crea una responsabilidad compartida y un logro común. Como profesionales de la educación, no podemos estar solos intentando disciplinar a los alumnos.
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