Rudolphy está en todas, incluso en la calle, en las paletas luminosas de los paraderos de micro. Allí aparece como el sonriente rostro de una cadena de casinos: metáfora en clave pop del éxito que ha alcanzado en su carrera televisiva y, por qué no, dulce venganza de la timidez que lo consumió de niño.

Por el estudio 3 de TVN, camina lento, erguidísimo y con elegancia, vestido de traje –está flaquísimo– corbata y argolla de matrimonio, todo de utilería. Desde el pasillo se escuchan los gritos de los actores Coca Guazzini y Jaime Vadell, sus suegros en la ficción. Mientras espera la primera pregunta de esta entrevista, abrocha y desabrocha insistentemente su reloj, que en realidad es del canal. Cuando suena su celular real, se escucha el insólito ringtone con la graciosa voz de Arturito, de La guerra de las galaxias. Buen contraste para su apariencia sobria y ultra seria.

Es que el tipo no es predecible. No es muy dado a sociabilizar con extraños, pero se permite ciertos chispazos divertidos, como unos anteojos de marco rojo furioso que usa en ocasiones especiales. Poseedor de una privilegiada memoria fotográfica, es capaz de recordar encuentros fortuitos en aviones o entrevistas realizadas hace lustros. Rudolphy no olvida. Memoria y concentración: Rudolphy tampoco pierde el hilo. Puede dejar inconclusa una frase frente a la grabadora, pararse, cambiarse de traje, grabar una escena de intrigas y peleas, salir del set, tirarle una talla al actor Claudio Arredondo y, en cuestión de segundos, retomar la conversación en el preciso punto en que había quedado.

Del mismo modo, puede transitar entre uno y otro asunto sin volverse esquizofrénico. En lo profesional, en 2010 se la ha jugado por la polifuncionalidad: además de su rol en la teleserie vespertina, La familia de al lado, protagoniza junto a Mónica Godoy la obra Días de vino y rosas que, tras una temporada en el teatro Mori de Vitacura, se presenta en funciones privadas para empresas. En cine, inició el rodaje de Brillante, comedia de equivocaciones, donde junto a Fernando Larraín interpretan a dos torpes amigotes prófugos de la justicia. Como si no bastara, hace unos días debutó como conductor de Lo mejor de lo nuestro, programa de la señal internacional de TVN dirigido a los chilenos residentes en el extranjero. Recién le dijo que no a la voraz grúa de Canal 13 y decidió quedarse tres años más en este canal donde lleva 15 años sin parar de trabajar.

Hace poco celebró su segundo aniversario de matrimonio y supo que se convertirá en padre por primera vez. Su mujer, la periodista Catalina Comandari, tiene cuatro meses de embarazo.

Papá viejo

Fuiste un niño tímido. ¿Lo pasaste mal?

En una sociedad como ésta los tímidos no lo pasan bien. Los líderes, por ejemplo, son todo lo contrario a alguien tímido: son avasalladores, exhibicionistas, verborreicos. Dado que eso es lo que se privilegia, un tímido está fuera de las normas del éxito. Pero hoy pienso que para mí fue bueno haber sido tímido, ya que la trampa del sistema está en que te creas el cuento. Y cuando no siempre has estado arriba de la pelota y te caes, te paras y punto.

De lo que recibiste cuando chico ¿qué te gustaría traspasarle a tu hijo?

Eso es meterse en honduras. Pero son momentos los que uno recuerda, tal vez pocos, pero son de cariño físico. Como ir caminando por la calle, que te den la mano o toquen la cabeza. Cosas tan sencillas como ésas. Me parece más importante el afecto físico que el de la enseñanza moral.

Cuando tengas 50 años tu hijo recién entrará a prekínder. Serás un apoderado maduro.

¿Me estás diciendo que seré un papá viejo? (se ríe). Hoy existen muchos hombres que se casaron jóvenes, se separaron y armaron un segundo matrimonio a mi edad o incluso mayores. Yo me fui de inmediato a la segura. Me evité el problema del primer matrimonio, la separación y me lancé de inmediato al de toda la vida.

¿Te ves ya como papá?

Entro esporádicamente a imaginarme cómo será la paternidad, pero otra cosa es con guitarra. Estoy un poco ansioso de que eso suceda; tengo la sensación de que será muy bueno. Me gustaría que mi hijo fuese generoso, sencillo, humilde, amable. No he vislumbrado más que eso. No he querido ponerle metas o imaginármelo en ningún escenario. Sólo quiero que sea una persona cálida.

¿Y ese anhelo, a qué se debe?

A que se puede ser más feliz así, cuando no tienes tanta presión por ser de determinada manera. Y creo que son características más bien escasas. No me interesa criar a un niño competitivo, por ejemplo. Quiero que mande el cariño. Puro cariño. Creo que seré muy regaloneador.

En varias ocasiones te has definido como un tipo solitario. ¿Ha cambiado eso con el matrimonio?

He aprendido a compartir gracias a mi mujer y me ha parecido bastante atractivo. Permite que uno vea y se vea. Se generan espacios interesantes como los vínculos. Efectivamente durante muchos años fui muy solitario. De partir con una mochila al lago Maihue y estar durante días solo-solo o irme durante meses a Baja California. Me sentía muy bien así. Seguro. Hoy sociabilizo, pero no he perdido la noción de lo importante que es la soledad.

Uno de los temas que aborda La familia de al lado –teleserie en la que actúas– es el de la soledad de la pareja. Cuando el otro es un extraño.

Es que cuando nunca estás solo, siempre estás haciendo algo y no tienes ni un espacio para ti, terminas sin saber quién eres ni ser consciente de las determinaciones que tomas. Me pasó una vez eso de tener una relación en la que nunca me dejaron espacio, ni un minuto para cuestionarme nada ni pensar en la pareja. Y recuerdo que me tocó viajar y en un minuto me detuve y me pregunté: "¿qué hago metido en esto?".

Tu personaje en la ficción llega a una familia horrorosa, tensa, llena de mentiras. Algo que en la vida real obviamente sucede.

El gran error de los discursos ideológicos religiosos es decir que la base de la sociedad es la familia. La base es uno. Cuando no sabes quién cresta eres no hay familia que sostenga. No es garantía de nada casarte y tener hijos, y en vez de ser uno ser cinco e ir todos juntos a todas partes. Si cada una de esas personas no sabe quién es, es muy probable que se embarque en una fantasía, en un proyecto falso.

La tele y la vida

¿Influyó en que te quedaras en TVN la oferta de conducir un programa?

No. Lo mío es la actuación. No creo que conducir tenga mucha injerencia en mi desarrollo profesional, además es un espacio chico. Es parte de la política del canal dar a los actores la posibilidad de diversificarse. Así ha pasado con Pancho Melo y Pancho Reyes, que también han explorado la conducción.

¿Y no crees que la grúa que está zamarreando a TVN, y especialmente la partida de Rafael Araneda, debiliten al canal?

Para nada. Éste es un canal consolidado. Está más allá de ciertos nombres. La salida de algunas personas la veo como un pequeño temblor.

Es bastante común escuchar sobre "la crisis de la televisión chilena". ¿Te parece que las cosas estén tan mal?

Es que se le sigue exigiendo a la tele un rol que dejó de tener hace mucho tiempo. Dejó de ser educativa. Los canales dejaron de ser universitarios y ahora son empresas privadas enfocadas a la entretención. Me parece válido intentar hacer una televisión que entregue mejores contenidos, pero no puede ser una exigencia. Sería como obligar a la empresa de camiones Jorgito a entregar fruta gratis. Si lo pueden hacer, bienvenido, pero no es su obligación.

Es indiscutible que la tele tiene una influencia demasiado poderosa.

Sí. Pero uno no puede culpar a la tele de que los hijos pasen frente a la pantalla, o que juegan todo el día Nintendo y que los fines de semana vayan al mall. La cosa parte con la educación que cada uno le da a su hijo en la casa, sigue en el colegio, con los amigos y después podríamos recién culpar a la televisión. Me parece que echarle la culpa de todo a la tele es de un facilismo, de una flojera y una patudez inconmensurables.

TVN, como canal público, ¿no debiese obedecer a otro estándar?

Compite con privados, entonces debe hacerlo con las mismas herramientas. Sí creo que dentro de ese marco se pueden hacer programas de mejor calidad. En ese sentido creo que el área dramática de TVN está bien parada. Ha evolucionado y, a pesar de que competimos con otros productos, la gente nos sigue prefiriendo y opta por contenidos que les parecen más atractivos.

Benjamín Vicuña y Gonzalo Valenzuela trabajan por internacionalizar sus carreras. ¿No te motiva hacer lo mismo, probar fuera de Chile?

A veces tengo la fantasía de que me llame un director en España, por ejemplo, y crear una carrera paralela en el extranjero. Pero las ganas son las que realmente te mueven y no las tengo. Y eso tiene que ver con la forma en que quiero hacer mi vida y con el momento que estoy viviendo a nivel personal. Me pasa, obviamente, que a veces veo una película en el cine y digo "ah, qué rico sería hacer ese papel". Pero eso no me provoca ni envidia ni ganas de movilizarme hacia allá. Podría ser un arribista actoral, un aspiracional permanente y estar en el ojo del huracán, pero lo mío no va por ahí. De todas maneras creo que he hecho una buena carrera. Ascendente.

¿Te alivió dejar de ser el galán?

Sin duda. Creo que nos pasó a todos los que jugamos ese rol alguna vez. El griterío adolescente del cual era víctima cuando tenía que ir a un evento masivo ya se perdió y ahora son otros los jovencitos. Los personajes de hoy son más complejos, los mismos telespectadores lo exigen y los directores están desarrollando historias más creíbles y cercanas. Las teleseries nocturnas comenzaron a explotar una nueva tecla de la dramaturgia televisiva y eso ha significado un desafío para nosotros los actores.

Has dicho que tienes múltiples personalidades. Incluso he leído que son cinco. Suena aterrador. Pero debe ser muy funcional a la pega de actor.

Es un juego, tal vez un escudo para justificar mis cambios de humor. No sé cuántas ni cómo son. Sé que soy un poco cambiante. No estoy hablando de bipolaridad ni nada parecido. Y en mi oficio es un plus, ya que como actor, entre más posibilidades de explorar distintas personalidades, mejor.

Me comentaste que esas personalidades tienen que ver con que eres géminis. Es decir, te tomas en serio esto de los signos.

Creo en la influencia astrológica en las personas y que ciertos signos tienen algunos rasgos similares. Los géminis son este par de gemelos Cástor y Pólux. Uno es terrenal y el otro vive en el aire; uno está vivo, el otro muerto. Siempre en disputa. Me siento identificado con esa permanente lucha interna, que no es una gran batalla, pero que tiene que ver con la búsqueda de la verdad y la razón. A veces puede ser cansador, pero he ido aprendiendo a manejarlo.

¿Y esa tensión permanente, cómo la usas en tu trabajo actoral?

En este oficio hay que buscar y cada persona, dependiendo del escenario en que se encuentre, es un poco alguien. Una vez leí que Spiniak decía que en su forma de ser fue determinante su estadía en Estados Unidos; que eso lo transformó. Todos tenemos miles de facetas: puedes ser el héroe, el cobarde, el tipo con coraje, y la vida te va poniendo a prueba. Como actor debes ir descubriendo esos lados y estar dispuesto a entender que en el comportamiento humano todo es posible. Cuando ves a María del Pilar Pérez, por ejemplo, parece una viejita tranquila a quien mandarías a su casa a tomar el té. Pero la descubres y dices ¡cómo! En esta pega hay que tener la cabeza completamente desprejuiciada, limpia y en blanco para que los guionistas y directores pinten sobre eso y uno lo muestre.

Mencionas dos casos bien oscuros: Spiniak y María del Pilar Pérez. ¿Te interesa la oscuridad?

Sólo en el contexto de la observación que hago para construir ciertos personajes. La oscuridad no es algo en lo que profundice en mi cotidiano. Tampoco le hago el quite, pero no entro en ella. Me interesa, sí, entender y aceptar que todos tenemos un lado oscuro latente. Pero en este momento de mi vida voy en búsqueda de la luz.

Última pregunta: ¿cuál de los diez Álvaro Rudolphy que aparecen en facebook eres tú?

¡Ninguno! Nunca he tenido facebook ni twitter. Eso es como el sinónimo máximo de no parar nunca, de estar siempre conectado. ¿Para qué? No entiendo eso de mirar fotos de gente que no conozco y mucho menos poner las mías para que las vean. O, como me cuenta la Cata, escribir cosas del tipo "hoy tomé desayuno en el Tavelli" o "es un día soleado en Cachagua". ¡A quién le importa!