Sabat
Nació con pie bot y durante sus primeros años de vida le costó caminar porque se caía. Esa porfía por levantarse, según su madre, define su carácter. En su segundo periodo como diputada, Marcela Sabat (RN), está para demostrar que ya no es solo la hija buenamoza del alcalde de Ñuñoa. "Hoy me siento totalmente validada", dice.
Paula 1150. Sábado 21 de junio de 2014.
La diputada está atrasada, más de una hora llevan esperándola 18 mujeres y pocos hombres en una casa en la Villa Exequiel González Cortés en una barrio empobrecido de Ñuñoa, que esta noche de fines de mayo, hace de sede de la junta de vecinos número 35. Marcela Sabat, 33 años, enfundada en unos jeans ajustados animal print, el pelo rubio, lacio, las uñas rojas, polera blanca, chaqueta negra, botines con flecos, enormes aros, un gran anillo y varias pulseras, todo dorado, se abre paso entre los delantales rosados que se secan colgados de un alambre, abre la puerta principal y entra a la sala, que hasta entonces era un barullo de voces femeninas, se queda en silencio. Marcela saluda de beso, y se excusa: "Mil perdones. ¿Cómo están? ¿Qué les pareció el discurso de la Presidenta? ¿Les gustaron o no les gustaron los anuncios? Anunciaron que van a enviar un proyecto de aborto".
A Marcela Sabat le gusta decirlo así: "Yo nunca entré, yo siempre estuve en la política", porque desde niña acompañó a su padre, Pedro Sabat, el eterno alcalde de Ñuñoa, cacique de Renovación Nacional (RN), en sus campañas, en sus visitas a los vecindarios o en sus peleas con sus adversarios. Sin embargo, ser diputada no fue algo que tuviera en mente, sino que se dio por esas transacciones de la política, cuando en la última elección en 2013, Renovación Nacional –partido en el que ella milita desde sus años de universitaria– aceptó bajar a Cristián Monckeberg, candidato por el distrito 21, que comprende Ñuñoa y Providencia, para que Rodrigo Álvarez, de la Unión Demócrata Independiente (UDI), pudiera correr sin contrapeso. "En ese momento de desesperación era lógico que teníamos que tener a un Sabat", dice Víctor Caro, concejal RN por Ñuñoa y amigo de Marcela desde los ocho años. "Yo se lo planteé al alcalde. Él me dijo: 'tienes razón: la Marcela'", agrega, pero a ella nunca se le había pasado por la mente. Dijo que no, pero su padre, con quien comparte el mismo carácter aguerrido, la convenció.
Para su madre, Marcela Fernández, que estaba separada del alcalde, fue un golpe. "Traté de frenarla, pero me la ganó. La política se le metió en la piel. Ella vivía conmigo y le dije: 'Con el dolor de mis entrañas, agarre sus cosas y se va adonde su padre'. Si él la iba a guiar en su campaña, tenía que estar con el padre", cuenta la madre. "Fue retrasar un camino que era el mío", dice ahora la diputada que en su segunda elección aumentó en 4.500 sus electores. "Fue retrasarlo porque he vivido lo ingrato de la política toda mi vida desde que tengo uso de razón". El camino, como era de esperarse, no fue tranquilo: en su primera elección tenía 27 años, había dejado inconclusa su carrera de Derecho, venía saliendo de una depresión, de un matrimonio que duró tres años, y no tenía ningún otro patrimonio que desplegar, más que su apellido y sus encantos. Políticos de su mismo sector, como Cristián Labbé, entonces alcalde de Providencia, se referían a ella en público como "la niñita Sabat" o "la cabrita Sabat".
Tu papá es conocido por sus arranques de carácter. A ti ¿se te arranca?
Sí, pero los arranques de mi padre en la vida pública me ayudaron muchísimo para entender cómo es mi personalidad y cómo manejarla. He tenido que tener cuidado. Pero soy súper arrebatada.
¿En qué se nota?
Todo el mundo alega porque los diputados no hacen donaciones; a mí me tienen que quitar la billetera, porque he dado un millón de pesos en pañales para Valparaíso. No hago el cálculo de que soy diputada y mi pega no es dar dinero, pero si a una competidora le faltan los patines, voy y le compro los patines de setecientas lucas.
¿Cómo ha evolucionado la relación con tu papá?, ¿ahora es distinta?
Sí, nos vemos mucho menos. Ahora es como: "no me lo tienes que explicar, yo entiendo".
¿Están distanciados?
No, pero él tiene su pega y yo la mía y las dos son pegas fuertes. Lamentablemente, cuando lo veo es solo por pega. Me he acercado mucho más a mi mamá ahora. Yo creo que tengo esa cosa masculina de mi papá de que las injusticias hay que combatirlas y luchar por las convicciones y que cuando duele la guata es por algo, vamos para adelante. Pero el lado más empático, de estar mucho rato escuchando o si tengo que sacarme las zapatillas y regalárselas a la niña que está al lado mío, o si tengo que ayudar a servir la mesa porque estamos en un bingo solidario, eso tiene que ver con mi mamá. Tiene que ver también con ser más centrada.
¿Maduraste?
Lógico, he madurado muchísimo en estos cuatro años. He sido siempre muy madura, desde chica, porque me tocó enfrentar situaciones en mi familia: era la que tenía que solucionar los problemas. Con mis hermanos (es la mayor de tres y la única mujer) siempre fui como el pasaporte para que se relacionaran con mis padres. Si ellos tenían problemas, hablaban conmigo para que yo hablara con mis papás.
¿Y entre tus papás eras la mediadora?
Un poquito. Uno toma esa función, es desgastador y te pasa la cuenta. Miras y dices "oh, te preocupaste de los demás y no te preocupaste de ti". Cuando me casé, a los 24, me di cuenta que mi vida giraba en torno a los demás y no a mí.
¿Eso influyó en tus propios conflictos matrimoniales?
Obvio.
¿Sientes que te apuraste?
No, me casé enamorada, feliz. He sido un poquito disidente, un poquito la oveja negra porque hice cosas que no son las normales: no seguir en la universidad, casarme y divorciarme. Todo el mundo te hace ver que no estás bien, te lo enrostran un poco en la cara. Ahí fue un poquito incómodo, no lo pasé muy bien, mi familia no tuvo la mejor reacción.
¿No te apoyaron?
No tuvo la mejor reacción, pero eso me ayudó también para crecer. Además, me quedé sin pega, fue un momento de volver a rearmarlo todo.
"La política está hecha para hombres que han diseñado un sistema cómodo para ellos. Hay que sacar un lado masculino para estar en el mismo nivel. Hay que hablar más fuerte para que te escuchen. Eso lo aprendí desde chica porque fui criada entre hombres".
¿Tu papá qué te dijo?
No encontraba la respuesta para mi separación. La gente se acostumbra a que uno tiene que dar las explicaciones y yo no tenía por qué dar explicaciones a nadie.
Sicológicamente se habla de que a cierta edad se "mata al padre".
Tenía que hacerlo. Demostrar que era capaz. Mi primera campaña de diputada fue súper prejuiciada. Decían que había llegado "por ser la hija de". No niego que mi apellido me ha ayudado mucho, pero era un paso que tenía que dar.
¿Cómo lo hiciste?
Demostrando que esta cuestión es solamente trabajo y que mi campaña no fue solo el apellido. Trabajo mucho, voy a mis comisiones (participa en las comisiones de Familia y Adulto Mayor, Seguridad Ciudadana y la de Relaciones Exteriores) y trabajo sábado y domingo, si es necesario, y lo hago contenta.
La política es machista.
Sí, está hecha para hombres. En los mandos altos están los hombres que han diseñado un sistema cómodo para ellos. Hay que sacar un lado masculino para estar al mismo nivel. Hay que hablar más fuerte para que te escuchen. Hay que hacerse notar y saber imponerse para que te validen. Eso lo aprendí desde chica porque fui criada entre hombres y en el colegio me juntaba con un grupo en el que yo era la única mujer. Tenemos que poner las sensibilidades y los problemas de las mujeres en la mesa, si no nuestros problemas no serán resueltos y vamos estar siempre disminuidas.
En tu primera campaña cargabas con el estigma de la rubia tonta.
Sabía que me iba a enfrentar a eso. Este es un país prejuicioso. Desde que hacía trabajos sociales, los mismos damnificados se reían: "rubia, ya, dale con la pala", me decían. Aprendí a vivir con esos prejuicios. Hoy me siento totalmente validada. Soy una mujer que, además, tiene un liderazgo potente en la derecha y que se da el lujo de dar luchas internas en el partido por la ley de cuotas, que me la lo mismo que sea una bandera de izquierda.
¿No crees que quizás alimentas el estigma, cuando, por ejemplo, vas al cambio de mando bien escotada?
Si fuera otra la persona que va con escote no le van a decir nada, es porque yo voy con escote. Y ese escote, además, tampoco fue un escote pensado, me sacaron una foto desde arriba. Pero no me importa, me da lo mismo, siempre he sido igual, finalmente logro lo que me propongo.
Ese es un rasgo que su madre le conoce desde que era una niña. "Era bien llevada a sus ideas. Marcela no tiene miedo a nada, se tira a la piscina sin saber si hay suficiente agua", dice Marcela Fernández. Marcela Sabat nació con pie bot, una enfermedad que afecta a los huesos y músculos de los pies, que lucen como si hubieran crecido al revés y que la obligó a estar enyesada durante el primer año de vida. "Le costó caminar y ahí estaba yo empujándola", cuenta su madre. "Lloraba y yo la volvía a parar. Tenía que usar los zapatos al revés por el yeso. De ahí puede que venga el empuje porque desde guagua tuvo que luchar contra la adversidad". Esta manera de ser, reconoce Marcela Fernández, ha tenido sus costos. "Le ha costado la envidia de las mujeres, no tiene muchas amigas. Tiene problemas porque es buenamoza y porque dice las cosas en la cara y eso a nadie le gusta. Además, es de carácter fuerte, dejémonos de cosas".
¿Te vestirías de otra manera para no sentirte prejuiciada?
En ningún caso. Si dejara de hacer cosas para poder gustarles a los demás no podría ser yo y no sería feliz. He seguido haciendo mi vida normal, saliendo con mis amigos, comiendo una empanada en la plaza los fines de semana.
¿Hay tiempo para el amor en este trabajo tan demandante?
Sí, pero entendiendo que uno tiene una pega con sus condiciones. Pero estoy segura de que voy a encontrar al hombre de mi vida.
Sobre este punto, su madre suele darle este consejo: "Es ahí donde tienes que ser mina; los hombres quieren minas, no mujeres independientes que van a ser tan fuertes como ellos. Las mujeres somos para eso, para conquistar al hombre".
Marcela replica: "El drama que he tenido siempre es que he sido muy independiente y eso provoca problemas en los hombres. Pero igual necesito que me cuiden".
En medio de la reunión en la junta de vecinos, una mujer entra a la sala. Marcela Sabat se para de su asiento le da un beso, la toma de las manos. "Está heladita, pase, tome asiento". Luego mira las bandejas con sándwiches de jamón, los queques, las galletas y papas fritas que pocos se han atrevido a tocar. "¿Esto es de utilería o podemos sacar?". Y el grupo se ríe y ella vuelve al tema del aborto y la violación.
En su tiempo libre Marcela Sabat escribe un cuento erótico que saldrá publicado pronto. Lo hace "para despertar el erotismo en las mujeres chilenas que no han tenido la oportunidad de sentirlo". Su cuento, confiesa, está basado en una vivencia personal.
"Sin ponerles ninguna etiqueta a ustedes, sin enjuiciarlos, ni que estén a favor o en contra, quiero que me cuenten qué creen. Si es que tienen familiares o amigos que han tenido que vivir esto, violaciones, que es súper complicado. Para que lo conversemos, ¿les tinca?, porque finalmente voto representándolos a ustedes y estoy complicada. ¿Qué hago? ¿Le doy libertad a esta mujer que tiene todo el derecho de no querer tener la guagua o le doy prioridad al derecho a la vida?".
Defínete en cuanto al aborto.
Estoy a favor del aborto cuando peligra la vida de la madre, cuando hay inviabilidad fetal porque el feto es anencefálico, y en el caso de la violación tengo que debatirlo muchísimo, no lo tengo claro.
¿A qué edad te iniciaste sexualmente?
A los 18.
¿Alguna vez tuviste que tomar la pastilla del día después?
No.
¿Y pasaste algún susto?
Sí, obvio. ¿Qué mujer no ha tenido susto con el pololo?
¿Y se te cruzó por la mente el aborto?
No, porque eran pololos de muchos años. Yo he tenido montón de amigas que han pasado por eso, así que cuando hablo del tema del aborto o de la marihuana, es porque lo he vivido. Tengo amigos que tienen sus propias plantaciones en sus casas y veo eso y digo, "pucha, tienen razón, tienen derecho a tener sus plantaciones", pero también tengo la realidad de mis poblaciones, entonces no hay que privilegiar el derecho de ellos de fumarse un pito porque existen también estos otros niños que tienen marihuana de peor calidad.
Estás en contra de la legalización de la marihuana.
Estoy en contra mientras no tengamos un resguardo para los niños de las poblaciones más vulnerables.
¿Qué resguardo?
Que el Estado se haga cargo con educación.
¿Pero a ti no te molesta que un amigo tuyo se fume un pito porque tiene ganas?
Me da lo mismo. Yo he fumado también.
¿Fumas regularmente?
No, pero si hay una fiesta y se presenta el momento no estoy diciendo que no lo vaya a hacer, no hay que ir de hipócrita.
¿Qué opinas del matrimonio homosexual?
No creo que vaya a haber más gays porque haya matrimonio homosexual. Creo que el mundo va para allá. Los homo-
sexuales han existido desde que hay vida en este mundo y son tan normales como uno.
Entonces, ¿podrían adoptar hijos?
No me niego a ese debate. En ese sentido soy mucho más abierta porque tengo amigos homosexuales que sé que están preparados para ser papás. Pero no soy taxativa en decir si estoy a favor o no del matrimonio homosexual, prefiero decir que necesito un debate a fondo.
¿Te sientes cómoda compartiendo en tu coalición con un partido tan conservador como la UDI?
Estoy luchando porque quiero que la derecha crezca. No quiero salir, quiero dar la pelea interna, y puedo ser muy ilusa de mi parte. Quiero dar la lucha hasta el final, hasta que me echen; ya me siento arrinconada hoy. Hay que ver si ellos creen que soy necesaria en una coalición de derecha donde existe mucha gente que opina como yo, que no hay que legislar desde lo ideal, desde la familia de papá, mamá e hijos, porque eso ya no está en Chile, tenemos que legislar desde lo real. Tiene que ver con que dejemos a las personas libres para elegir sin imponerles ni una religión, ni principios que porque son los míos tienen que ser buenos.
A la sesión de fotos, Marcela Sabat llegó con su propia maquilladora que le sabe dar el look que le gusta: con los ojos bien delineados y el pelo desordenado. Sobre su forma de vestir y arreglarse la diputada dice: "Si dejara de hacer cosas para darles en el gusto a los demás, no sería yo".
Dijiste que te sentías huérfana en Renovación Nacional.
Completamente huérfana, pero decidí no seguir jugando con el tema de la renuncia, jugando en el sentido figurado.
¿Por qué sigues ahí si no te sientes cómoda?
Porque la historia de RN ha demostrado que conviven distintas visiones y eso es lo que a mí me gusta de ese partido.
Hoy Marcela Sabat ha decidido ponerse una minifalda de cuero negro y una blusa rojo furioso. Se fuma dos cigarros y pide un sándwich de salmón ahumado en el Tavelli de Manuel Montt, adonde suele ir cuando está en la semana distrital. Dos mujeres que toman café en la mesa del lado se le acercan y le reclaman por la basura en Providencia. "El Paseo Las Palmas es un asco", dice una. "Yo tres cartas he mandado", dice otra. "¿Por qué no me manda un mail?", le pide Marcela Sabat. "¿Tenís celular, o no?". Y la diputada le pasa una tarjeta y anota su celular atrás. "Llámeme más tarde, eso sí".
A Marcela Sabat le duele la espalda. Acaba de estar hospitalizada para tratarse el dolor. "Algo me pasó con el disco siete, que los músculos y los nervios se inflamaron". El doctor le diagnosticó estrés. "Estoy acostumbrada", dice con resignación. "Por lo general mi cuerpo reacciona tardíamente con respecto a mis emociones o a las presiones que pueda tener. Pero me di cuenta que la satisfacción que te puede dar cumplir metas en una empresa no es la misma satisfacción que uno logra en política. La gente te da un cariño que no se puede llegar a medir".
Pero es un cariño por lo que representas y no por ti.
Sí, no es comparable, pero te valida por qué estás en esto.
¿Esto suple tus necesidades?
Jamás las va a suplir, lo tengo súper claro, lo sé porque lo vi desde chica con mi familia. Vi que ese amor puede confundirlo a uno. En la política hay muchos egos, mucha confu- sión de ser la diputada a la que le dicen honorable, la que tiene privilegios y no, yo llego a mi casa y también tengo que hacer el aseo y cocinar.
El poco tiempo libre que le queda, Marcela Sabat lo dedica a la fundación norteamericana, que está trayendo a Chile, Keep A Breast, para la prevención de cáncer de mamas, y cuyo lema es "I love boobies" (Yo amo las pechugas). También hará un curso de bombero, planea comprarse una moto y terminar sus estudios de abogada. También escribe un cuento erótico que saldrá publicado pronto. Lo hace "para despertar el erotismo en las mujeres chilenas que no han tenido la oportunidad de sentirlo". Su cuento, confiesa, está basado en una vivencia personal.
¿De qué se trata?
De haber entrado en la vida de un conservador y haberle removido toda su cabeza hasta hacerlo entender que uno debe luchar por ser feliz y no por hacer feliz a los demás.
Y, a ese conservador, ¿lo dejaste liberal?
Sí, lo cambié bastante, fíjate. De esa lucha salí victoriosa.
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