Salón de fumadores

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A pesar de las campañas que buscan prevenir el consumo de tabaco, si hay algo arraigado en la cultura cubana, es su orgullo por llevarse un puro a la boca y empinar un corto de ron.




Paula 1204. Sábado 16 de julio de 2016. Especial cocina

Dice la historia que cuando Cristóbal Colón llegó a la isla en 1492, una de las primeras cosas en las que reparó fue en el placer que mostraban los nativos cuando se sentaban a fumar unos rollos rústicos de hojas de tabaco, planta a la que por entonces llamaban cohíba o cohoba. Pero fueron las infinitas imágenes de Fidel Castro encendiendo unos largos lanceros las que popularizaron aún más el hábito de llevar un habano en la boca. De hecho, tras la Revolución, mientras otros artículos escaseaban, por años los cigarrillos de tabaco eran parte de las raciones alimenticias que el Estado entregaba mes a mes a los cubanos. Hasta los no fumadores veían con buenos ojos ese tabaco subsidiado, porque los vendían en el mercado negro o lo cambiaban por otros bienes.

Pero bastó que Fidel Castro dejara de fumar sus Cohiba en 1985 por órdenes de sus médicos, para que las autoridades comenzaran a desalentar el hábito. Por eso hoy hasta la radio estatal habla de los beneficios de dejar de fumar y los atados de cigarrillos incluyen anuncios sobre los peligros para la salud. Las autoridades comenzaron a eliminar en forma escalonada el tabaco de las raciones mensuales en los 90, en 2005 se prohibió oficialmente fumar en teatros, negocios, autobuses, taxis, restoranes y otros sitios públicos cerrados, y desde 2010 en la canasta mensual ya no se entrega tabaco. Por entonces el propio Castro bromeó acerca de las desventajas de fumar puros, diciendo "lo mejor que puedes hacer con esa caja es regalársela a tu enemigo". No obstante las restricciones, para muchos cubanos sigue siendo inconcebible no fumarse un buen habano.

De ahí que los salones de fumadores –bares donde la carta de rones es tan nutrida como la de habanos– se hayan vuelto preciados espacios donde a media tarde es común ver a turistas sentados en sillones de cuero, acompañados de una copa de ron, imbuidos bajo una nube de humo, disfrutando de una selección de puros hechos con tabaco enrollado con técnicas que apenas han cambiado con el paso de los siglos.

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Aunque en La Habana hay a lo menos cinco sedes de La Casa del Habano, la ubicada en la 5ª Avenida, en el sector de Miramar, es para muchos la mejor de la capital cubana, no solo porque está alejada del sector más turístico y por ello tiene un ritmo relajado, sino también porque la maneja Carlos Robaina, hijo de Alejandro Robaina, el más renombrado de los cultivadores de tabaco en Cuba.

Cata de Ron y habanos en Santiago

El único lugar donde se pueden comprar habanos en forma legal en Cuba, es en La Casa del Habano que tiene varias sucursales en la isla y cerca de 145 franquicias repartidas en el mundo. Todas funcionan bajo el mismo formato: con una surtida vitrina, y un salón donde, en butacas de cuero, los comensales pueden disfrutar de un ron y un habano. En Chile, hay una sucursal en el subsuelo del Hotel W. Allí, su dueño, el chileno José Miguel Salvador, máster en Habano formado en Cuba, dirige catas donde primero explica el origen del tabaco, enseña las distintas variedades de esta hoja –y cómo la mezcla de ellas incide en el sabor al fumar– y entrega tips para comprar, todo eso mientras los participantes prueban dos o tres tipos de habanos maridados con destilados, cervezas o café. La clase de 2 horas se realiza para un mínimo de 5 personas y cuesta $ 25.000 c/u.

Isidora Goyenechea 3000, S-104, fono 22245 0572. info@casadelhabanochile.com

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