En más de un mes de aislamiento, mis dos hijos de 3 y 1 año solo han salido dos veces al estacionamiento para correr un poco. Vivimos en un departamento amplio, por lo que cuentan con espacio para moverse libremente y jugar, pero sé que preferirían ir al parque o al jardín infantil. No he visto en ellos cambios de conducta alarmantes, por así decirlo, pero mientras que el menor quiere estar conmigo o con su papá todo el tiempo, la mayor ya lleva dos episodios de terrores nocturnos que nos han sido complejos de manejar.
Pareciera que los niños están bien, pero ¿pueden estar realmente bien si incluso los adultos nos hemos visto afectados a nivel psicológico por el aislamiento y el temor a una enfermedad de la que aun no sabemos lo suficiente? Para mi hija mayor el virus es un monstruo contra el que sale a pelear el papá cada vez que tiene va a comprar algo. "¿Le ganaste?", pregunta cuando vuelve, con la ilusión de que ahora sí va a poder salir.
Es probable que los niños que están pasando por esta crisis queden con algún tipo de secuela. Sin ir más lejos, la psicóloga del Child Mind Institute de Nueva York, Janine Domingues, cree que esto podría tener un efecto similar al que tuvo en los millenniales estadounidenses los atentados de 11 de septiembre de 2001.
Aunque no estén en contacto con las noticias ni enterados del número de contagiados, muertos ni comunas en cuarentena, los niños han visto cómo su realidad cotidiana se ha modificado de forma abrupta. No pueden salir a jugar, no ven a sus amigos ni a sus abuelos y dejaron de ir al jardín y al colegio. Se dan cuenta, entonces, de que algo está pasando.
"Es importante contextualizar a los niños acerca de lo que es está ocurriendo para que puedan estar informados respecto a lo que su etapa de desarrollo amerite", explica el psicólogo infantil de Clínica Alemana, Francisco Jaume. "Hay que explicarles que no poder ir al colegio y quedarse en casa tiene que ver con un objetivo de cuidado en relación a un virus, una especie de resfrío o gripe y que la mejor manera de cuidarnos es manteniéndonos en casa". El especialista recalca comparar al Covid-19 con una enfermedad común como el resfriado, porque así los niños le pueden dar forma y no se imaginan al monstruo ni a un enemigo que no pueden ver.
Aunque se tomen todas las medidas, es posible que los niños experimenten estrés en algún grado, por lo que el especialista recomienda abrir los canales de comunicación con ellos, dando espacios para sus preguntas, lo que a su vez nos permite transmitir seguridad con nuestras respuestas.
"Algunos niños van a sentir miedo y ellos necesitan seguridad", asegura. Y añade: "A otro le podría dar tristeza por estar en casa y perder actividades, por lo que es importante regular esa tristeza reorganizando y diciéndole que cuando se pueda, esa actividad se va a llevar a cabo. Otro niño podría tener rabia y tenemos que empatizar con esa rabia". Según explica Jaume, lo importante es ser capaces de funcionar con los niños bajo la lógica del apego seguro, regulando la manera en que se sienten.
El psiquiatra infantojuvenil de Clínica Indisa, Pablo Espoz, coincide con la importancia de estar al tanto de las emociones de los niños y preguntarles qué sienten en vez de esperar que ellos vengan a contarnos o que se expresen directamente. "Debemos ser conscientes y chequear con frecuencia qué están sintiendo, ponerlo en palabras sencillas y guiar su expresión emocional de manera correcta, incluso expresando nosotros mismos nuestras propias emociones de manera efectiva y dando el ejemplo", recomienda.
El efecto del aislamiento en los niños
"Los principales cambios que pudiésemos ver en los niños son fundamentalmente a nivel emocional", advierte el psiquiatra, quien agrega: "Podríamos ver que afloran emociones de angustia y miedo o preocupación de manera más intensa y quizás erráticas, reflejando hiperactividad, ansiedad o irritabilidad".
Lo importante es que los adultos sean capaces de identificar estas emociones, definir a qué corresponden y entender por qué aparecen. "El hecho de que un niño se muestre inhibido o más ensimismado, que se aísle, también puede ser reflejo de una emoción intensa que no pueden acomodar", asegura.
Por otro lado, el experto comenta que debido a que esta crisis no tiene aún plazos fijos, la confusión sobre el futuro también puede desorientar a los niños, quienes han visto que las rutinas se desmoronan. "Se hace muy importante mantener esquemas rutinarios básicos, en la medida de lo posible, con plazos acotados y ciertos, con algo de flexibilidad, pero que les dé a los niños un ambiente para que puedan estar seguros y cómodos y que, al momento de retomar las vidas como más o menos lo habíamos estado haciendo, les sea fácil incorporar nuevos esquemas y que no tengan que empezar de cero", recomienda.