En abril de este año, tres cantantes afro que residen en Chile invitaron a Sandy Joseph (22) a participar de la grabación de un video musical que rodaron en un parque en Santiago. La estudiante de derecho no solo aceptó la invitación, sino que, durante la grabación, hizo algunas tomas con su celular que luego subió a su cuenta de TikTok (@diosa.haitiana). Rápidamente las reacciones llegaron.
“La gente empezó comentar y a escribirme por mensaje que no sabían que había una comunidad de mujeres afro en Santiago, y me preguntaron cómo podían participar. Lo hablé con otras amigas y sentí la responsabilidad moral de apoyar a estas mujeres que querían ser parte “de algo”, así que organicé un picnic con cupos limitados para mantener el espacio íntimo”, recuerda Sandy.
La junta fue en el Parque Bicentenario, hasta donde llegaron con mantas, cosas para compartir y muchas ganas de crear comunidad. “Hablé con mi amiga Wiki Pirela (@wikipirela), una artista afrovenezolana que ha expuesto en varios lugares de Santiago, para que hiciera un taller de pintura para las chicas. Quería que se fueran con algo del evento, que recordaran su primer encuentro con la comunidad afro, por eso hicimos un taller de dibujo que fue muy lindo y significativo. El objetivo era resaltar la belleza negra; era un día donde no éramos las víctimas, sino las protagonistas del encuentro”, agrega.
Sandy había comenzado con su activismo en redes sociales mucho antes de que el registro de la grabación del video musical estallara en visualizaciones. Como estudiante de cuarto año de Derecho de la Universidad Autónoma, decidió documentar su vida universitaria como mujer migrante y así mostrar una realidad distinta a la que se suele encontrar en redes sociales cuando se busca contenido de ese tipo.
“Pensé que podía usar las redes sociales sin un tono de denuncia, como lo hacía antes, sino mostrándoles a los jóvenes migrantes, a las mujeres jóvenes migrantes y negras, que sí pueden; que pueden ir a la universidad y estudiar una carrera; que sí pueden ser inteligentes y que ser negras no las hace menos válidas. Es una paga maravillosa la forma en la que las adolescentes negras me han entregado su amor, porque mis videos les resultan motivacionales”, cuenta Sandy.
Recuerda también que hace un tiempo se encontraba participando en un evento y que, al terminar, se le acercaron un padre con su hija, quien le dijo que era su referente número uno. “Ahí realmente entendí y tuve la convicción de que la manera en la que estoy llevando mi activismo es la correcta. Ahora llego también a la juventud, a las niñas, quienes realmente necesitan tener referentes, porque en la televisión no hay”, dice.
En el marco del Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente, en julio de este año, Sandy fue perfilada por ONU Mujeres como una de las voces de Latinoamérica en esta materia. Y en diciembre fue invitada a presentar su trabajo en cerámica en la exposición Arte Haitiano en Chile, en Palacio Pereira. Ahí expuso la obra llamada Rostros de la mujer haitiana, inspirada en seis historias de mujeres haitianas que fueron víctimas de negligencia médica en Chile y en República Dominicana. Esta exposición estará disponible hasta marzo de 2024.
“Mi vocación nació de ver las necesidades de mi comunidad”
Sandy Joseph llegó a Chile el 2 de enero de 2017 cuando tenía sólo 15 años. Ingresó al país con su hermano mayor. Aquí los esperaba su madre, quien había llegado un año y medio antes. Los padres de Sandy son haitianos, pero se conocieron en República Dominicana, lugar donde nació y creció, pero nunca tuvo derecho a la nacionalidad de ese país.
Después de pasar casi dos años separada de su mamá, al llegar a Chile Sandy tenía la expectativa de pasar más tiempo con ella. Sin embargo, su madre trabajaba en una casa puertas adentro, por lo que la veía sólo durante el fin de semana. Pronto su hermano empezó a trabajar como temporero y Sandy se quedó sola en la pieza en la que se supone vivirían los tres. “Mi primer cumpleaños aquí lo pasé sola. Fue el 17 de enero, quince días después de haber llegado. En Dominicana sí tenía una vida como pobre, pero tenía a mis amigos y a mi familia. Ese fue el primer golpe de realidad de la migración y luego, darme cuenta de que tenía que madurar antes de tiempo”, recuerda Sandy.
Los primeros meses tuvo que ir al Registro Civil a hacer los trámites para su visado en uniforme de colegio, sin la compañía de un adulto. Ahí supo que tendría que ser autosuficiente desde el primer momento.
Vivir la realidad de los migrantes en Chile, sobre todo de la comunidad haitiana, la hizo decidirse por estudiar Derecho. “Mi vocación nació de ver las necesidades de mi comunidad. Vi que no contaban con herramientas, abogados ni lugares para pedir apoyo. Quise estudiar Derecho porque estoy en un país donde soy migrante y, por lo tanto, tengo que saber cómo defenderme y cómo defender a mi comunidad”, explica Sandy.
Ayudar al otro es algo que aprendió de su madre. “Si ella está en la fila de un trámite y ve que alguien está perdido o no entiende bien cómo hacer las cosas, ella se sale de la fila y no le importa llevarlo al otro lado de la ciudad”, cuenta. Por eso es que decidió ser activista. “En los últimos años he puesto el cuerpo y el alma en este activismo”, dice. Ha ido a hospitales, a comisarías, casas, campamentos para ayudar a la gente en lo que necesite. Incluso el año pasado un hombre haitiano fue baleado en Santa Rosa y ella fue una de las personas que estuvo a la cabeza de la recaudación de fondos; lo llevó a los consultorios y lo visitó en su casa para ayudarlo en distintas cosas.
Sin embargo, luego de apoyar a la comunidad de la forma en que lo hizo todos estos años, llegó un punto en el que su salud mental y física no podían más. “Ya no podía vivir en ese activismo en la calle, entonces este año decidí priorizar mi carrera para terminarla a tiempo, para luego aportar como abogada desde la defensa jurídica”, dice.
—¿Trasladaste tu activismo a redes sociales?
—En parte sí. Ayudé a muchas mujeres de mi comunidad a postular a la gratuidad, por ejemplo. Muchas de ellas ya son técnico profesional. Promuevo el estudio porque para mí es súper fundamental que las mujeres haitianas tengan independencia económica, porque existe la violencia económica dentro de la comunidad. Me gusta que el activismo sea multifacético y me encanta este nuevo giro que di para hacerlo. Quiero estar con mujeres afro, hablar de belleza y tener ese tipo de encuentros, como el picnic, donde podamos ser libres y querernos.
—Aparte de los encuentros presenciales que puedas organizar, ¿sientes que con tus videos y posts se crea una comunidad a partir de las conversaciones que surgen en los comentarios?
—También recibo comentarios malos y de odio. Pero la mayoría son de personas haitianas y migrantes de distintas nacionalidades que se sienten desmotivadas, tristes, y me dicen que mis videos los apoyan día a día, que les gusta mi voz. Siento que es importante hacer presencia en redes sociales. Tú buscas vlogs de estudiantes universitarios y no vas a encontrar más de uno o dos creadores que sean racializados, negros o negras, y así no hay representación. La mayoría de este tipo de contenido es de jóvenes con una situación económica acomodada, que se hacen famosas por mostrar una buena vida. Una de mis inspiraciones para crear estos videos es una chica de Perú que se llama Lissett. Ella vive en un campamento de muy escasos recursos, pero usa las redes para darle una vuelta y mostrarse diferente de lo hegemónico. Así se crea comunidad a través de los videos, los comentarios, y las juntas.