Pensar positivamente permite que los seres humanos nos mantengamos optimistas a las circunstancias y que, a través de una práctica constante de reafirmación, mejoremos nuestros estados de ánimo. Sin embargo, existe un punto peligroso en el que esta positividad puede llegar a un extremo cuando se intenta constantemente blanquear las situaciones con afirmaciones positivas y no lidiar con las emociones.
La positividad tóxica surge con la idea de que frente a una mala situación la única manera de solucionarla es dándole un giro positivo, menospreciando e invalidando los aspectos “negativos” de la experiencia emocional. Y es que evadir las emociones “negativas” no es tan positivo. El estar triste, por ejemplo, genera incomodidad y rechazo, por lo tanto se opta por encubrir la naturaleza de esa emoción convenciéndose que todo está bien.
Las emociones son reacciones químicas del cuerpo ante determinados estímulos y tienen una función importante: ayudan a dar una respuesta frente a distintas necesidades. Si nos tratan mal, sentimos ganas de llorar; tenemos miedo y dan ganas de huir; o nos reímos cuando somos felices.
“Evitar contactarnos con las emociones implica que no nos estamos validando, ni visibilizando las funciones de las emociones. Las emociones, sean negativas o positivas, aparecen como una señal para mostrarnos que algo está pasando en nuestro entorno y/o con nosotras. Sentir pena es una señal de que algo ocurrió, y si le prestamos atención nos moviliza. Las emociones también tienen la tarea de comunicarle a los demás que algo nos ocurre para compartir esa emocionalidad y sentirnos acogidas, para movilizar al otro a darnos respuesta o ayuda”, explica la psicóloga clínica Camila Fuentes.
Y es que poco se habla de que las emociones que llamamos “negativas" cumplen una función fundamental en nuestro crecimiento personal, ya que generan habilidades para enfrentarnos a los desafíos y aplicar soluciones, así como también para poder aceptar la realidad tal como es y no tender a frustrarse por ello. “Si no ponemos en práctica estas habilidades para generar soluciones o aceptar la realidad como es -porque en ocasiones nos vemos empujados por la realidad a aceptar algo que por el momento no podemos solucionar o cambiar-, es difícil de enfrentar la vida y podríamos pasar del dolor natural al sufrimiento”, comenta la especialista.
Estudios han demostrado que aceptar las emociones negativas, en vez de encubrirlas o desestimarlas, puede resultar más beneficioso para la salud mental de una persona a largo plazo. De la misma forma, aquellas que tienden a evitar las emociones desafiantes o dolorosas pueden terminar cayendo en una desconexión total emocional. Es por esto, según especifica Camila, que es importante reconocer la realidad de nuestras emociones, verbalizándolas y externalizándolas, porque de lo contrario no seremos capaces de sociabilizar, conectar, ser validadas y autovalidadas por nosotras mismas.