Desde su estreno en Netflix, el documental El dilema de las redes sociales no deja de hacer noticia. Y es que a través de testimonios de usuarios y de los mismos responsables de la creación de plataformas como Facebook y Twitter habla sobre los peligros y las supuestas intenciones ocultas de las redes. ¿Las estamos usando o en realidad son ellas las que nos usan a nosotros? Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que muchas amistades y relaciones amorosas han comenzado a través de la mensajería virtual, así como muchas PYMES han visto en estos sitios la oportunidad de auto promocionarse y de hacer crecer su clientela. Visto desde ahí, no todo suena tan malo.

Pero, ¿podemos tener una relación saludable con las redes sociales? Marjorie Todeschini, psicóloga clínica y especialista en salud el siglo XXI de la Universidad de Harvard, cree que sí. “Es totalmente posible que las redes sociales se conviertan en algo positivo, porque pueden ser un espacio en que construimos relaciones, formamos nuestra identidad y podemos expresarnos y conocer al mundo que nos rodea de forma masiva. Las redes nos conectan de forma cibernética a conocimientos, a personas, y nos hacen estar conectados de una forma más amplia a estudios y temas de los que nos gustaría saber más. Pero si el uso se exacerba entramos a un tiempo de adicción que está diagnosticada y que tiene mayor presencia en la adolescencia”.

En 2018 el estudio Digital News Report informó que en Chile un 77% de la población tiene acceso a internet, de las cuales un 71% usa redes sociales. Lo común es que si alguien tiene un Smartphone, cuente con una cuenta en alguna de las plataformas más típicas, que son Facebook, Twitter e Instagram ¿Estamos todos adictos?

Hablamos de adicción cuando alguien no puede pasar un minuto sin conectar a redes sociales y siente ansiedad cuando no puede entrar a ellas”, explica la especialista, quien añade que esto se puede diagnosticar con facilidad pues hay patrones conductuales que dan cuenta de la dependencia. “Los principal es el aislamiento, pero también se debilita la comunicación con la familia, se encierran en sus piezas para pasar tiempo en redes e incluso, cuando están en la compañía de otras personas, prefieren ignorarlas y conectarse a redes sociales”.

Por otro lado, explica que se puede ver una alteración en la conducta, en los ciclos de sueño, en el comportamiento, cambia el humor en los periodos de abstinencia obligatorios -cuando están en clases o en situaciones donde no pueden ver el celular- y eso les provoca irritabilidad. Se despiertan en la mitad de la noche y, cuando lo hacen, lo primero que buscan es el celular para revisarlo.

¿Te gusto?

Además de la necesidad de estar conectados a un celular o a una pantalla a través de la cual se pueda acceder a alguna de estas plataformas, existe otro problema a nivel de salud mental que se da cuando las personas comienzan a necesitar la aprobación de los demás para lo cual crean una identidad que no siempre es la real. “Generalmente en las redes sociales no se muestra la identidad verdadera, sino aquella que se genera para cada caso. Hay personas que se esconden tras esto porque no cuentan con las herramientas de personalidad para hacer amigos”, explica Todeschini.

En 2016, el Estudio de usos, oportunidades y riesgos en el uso de TIC por parte de niños, niñas y adolescentes en Chile, desarrollado por investigadores de la Universidad Católica, Universidad Católica de Valparaíso y la Universidad de Chile, reveló que el 80% de los niños y jóvenes usaron redes sociales, demostrando además, que el 36% de los encuestados declararon haber vivido recientemente al menos una experiencia en internet que les hizo sentir mal.

Según Todeschini, aunque lo común es que los niños empiecen a tener cuentas en redes sociales a los 12 años, se recomienda atrasar este proceso hasta, al menos los 16, edad en que tienen una identidad más formada y un pensamiento lógico operacional. Además, los papás deberían tener control parental sobre los sitios a los que ingresan para evitar la hipersexualización precoz, que podría llevar a patologías complejas en la adultez.

“Está la identidad social y la identidad personal. En la preadolescencia se forma la identidad personal y luego en la adolescencia la identidad social, pero en las redes sociales se da un “falso yo”. Adolescentes y también adultos con inmadurez emocional forman una identidad falsa y no se muestran como lo harían si estuvieran con un grupo de personas de manera presencial. Ahí hay que preocuparse", dice.

Esta falsa identidad puede generar una ansiedad y un estrés importante a la hora de mostrarse en el mundo real, pues no siempre se cumplen las expectativas creadas a través de la pantalla. “Por lo general se dan cuenta de que no pueden ser esa persona y eso les genera frustración, por lo que prefieren vivir en las redes sociales donde se sienten protegidos. Esto ha afectado mucho a la sociabilidad presencial, a saber comunicarnos y mostrar nuestras emociones verdaderas”, cuenta la especialista en salud menta.

¿Eliminar perfil?

Cuando una persona tiene una adicción al alcohol o a las drogas, parte del tratamiento permanente es nunca más consumir aquello que generaba dependencia. En el caso de las redes sociales pasa algo similar, pero con ciertas diferencias: “En un principio hay que cortar con todas las redes sociales por al menos seis meses, en conjunto con un tratamiento con ansiolíticos y psicoterapia. Luego se puede reeducar de a poco y bajo supervisión de un grupo multidisciplinario”.

Según la especialista, con el tiempo se puede ir incluyendo media hora al día por una semana, luego 45 minutos hasta llegar a una hora diaria de consumo de redes durante el periodo que el tratante estime conveniente. Finalmente, se llega a un acuerdo de tiempo máximo de conexión y eso es lo que se debería mantener en el tiempo.

Las redes sociales no son para todas las personas. Hay patologías graves que generan un aumento en la ansiedad y paranoia, donde las redes sociales resultan nefastas. Hablamos de esquizofrenias paranoides, trastornos de personalidad obsesivos compulsivos o donde la realidad se ve alterada”, advierte la psicóloga".

Pero aún así, si existe un uso adecuado, se generan conexiones positivas y se maneja saludablemente el tiempo de conexión y las expectativas que se le pone al uso de estas plataformas, no debería haber problema. La clave es saber que todo lo que se pone online tiene consecuencias y que seguimos siendo la misma persona dentro y fuera de la pantalla.