Sebastián Errázuriz: El provocador
Dice que el arte contemporáneo chileno está súper atrasado y reconoce ser divo, porque le sirve para su pega. Sebastián Errázuriz (35), artista y diseñador chileno radicado en Nueva York, ejercita la provocación. En Ch.ACO instaló una grúa aplastando las piernas de un hombre para hablar de la discapacidad, y en el festival de intervención urbana Hecho en casa, que parte a mediados de mes, pondrá en el Barrio Lastarria un podio con una orquesta en silencio a la espera de que algún transeúnte la dirija.
Soy artista y diseñador, aunque la gente está constantemente tratando de ponerme en lo uno o lo otro. Desde chico te encasillan; tus padres deciden si eres el hijo bueno para la pelota o el bueno para la literatura. De la misma manera, los mercados creativos artísticos son tan competitivos que hay mucho recelo. Pero yo estudié ambas cosas por separado. Hablo los dos lenguajes. Cuando chico era bueno para el dibujo, y los vendía a cambio de colaciones y monitos de La guerra de las galaxias. Hacía de todo, a pedido. Entonces llegaba un amigo y me decía: "quiero un auto con las luces prendidas que vaya saliendo de un castillo arriba de una montaña". Y yo decía "ya, te lo cambio por tu monito Luke Skywalker". Llegaban papás a alegarles a los míos diciendo que yo había estafado a sus hijos.
Me siento viejo a cagar. Desde los cinco años sentía que cada nuevo cumpleaños era un año menos que tenía para vivir. Siempre creí que la infancia había que vivirla rápido, pasarlo bien, tener recuerdos de ella, pero llegar pronto a esta adultez en la cual uno estaba viviendo a concho como ser humano. Para poder empezar tu vida.
El tema con la muerte para mí es un elemento súper liberador, que me permite sentir que en mi vida he hecho todo lo que podría hacer y siempre he sido valiente como para tomar las decisiones difíciles sin importar lo que opina la gente. Siempre he estado muy consciente de que la vida es corta, y eso es una ventaja. Me permite ver cosas que a otros les cuesta. Me permite vivir más a fondo, más apasionadamente.
Los chilenos somos increíbles en tantas cosas y estamos creciendo mucho, pero estamos aislados y es un país extremadamente conservador, clasista, racista, homofóbico, estructurado, tímido, miedoso. Y eso hace difícil que las mujeres y los hombres chilenos sean buenos amantes, buenos artistas o personas valientes. Hay demasiadas estructuras que nos amarran. Demasiados deber ser.
Para mí cada obra es como meterle ficha a un juego de videos. Me compra una cierta cantidad de tiempo, justifica mi vida por un rato, pero después tengo una especie de síndrome posparto en el que odio la obra, en que siento que no valió la pena el desgaste, casi como un bajón de drogas. Por eso después necesito un nuevo fix.
El arte contemporáneo chileno está súper atrasado. La gran mayoría de los trabajos que uno ve acá son trabajos que se insertan de manera súper correcta en algunos de los diferentes movimientos o estilos del siglo XX o de alguna de las dos últimas décadas. Están todos correctamente protegidos bajo un gran celofán. Envueltos y enmarcados en el supermercado junto al resto de las carnes.
Trabajo igual que cualquiera de mis amigos que trabajan en la bolsa. De hecho, más que ellos. Estoy en el taller a las cinco y media de la mañana hasta las ocho de la noche todos los días; los sábados también. Con cueva me fumo un pito una vez al mes. Soy extremadamente riguroso. El mito del artista que se despierta borracho a las 11 de la mañana y es incapaz de entender el mundo y se expresa únicamente a través de su arte ya no tiene cabida dentro del competitivo mundo del arte contemporáneo.
Me encantaría comprarme un auto y tener una casa. No tengo posesiones materiales ni nada de lo que tienen mis amigos de mi edad, que son todos respetables y ordenados, casados y con hijos, porque he autofinanciado el 95% de lo que he hecho. Aparezco en revistas y esas cosas, mis precios son súper caros, pero siempre he andado pobre. Porque estoy constantemente reinvirtiendo, obsesivamente.
Construyo una imagen de divo porque es importante para mi pega. Es importante que el cliente entienda que tú vas a defender tu libertad como sea. Y uno va a perder algunos clientes por hacerlo así, pero vas a recibir otros que te van a respetar por lo mismo. Hay harta gente que me pregunta si yo soy creído. Y no. Soy un gallo vanidoso, soy coquetón, pero no es que me crea. Es tan difícil medir tus aportes o tus habilidades en el área de las artes, que si eres seguro de ti mismo eres considerado arrogante.
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