Paula 1208. Especial Moda, sábado 10 de septiembre de 2016.
Esta es la imagen: Sebastián Vinet, entonces de 6 años, baila y baila tardes enteras frente al espejo el disco Thriller de Michael Jackson; imita los pasos, aprende las coreografías a tal punto que, en unas vacaciones familiares en el norte, termina arriba del escenario de un mall bailando como lo hacía el menor de los hermanos Jackson; se junta gente a mirarlo, aplauden y vitorean. Sus padres, que están presentes, también aplauden y concluyen que Sebastián tiene un talento. Y lo inscriben en la academia de Bailes Valero y, más tarde, en otra llamada Pitamba, donde aprende hip-hop y samba.
Pasan los años y él sigue bailando hip hop y usando ropa ancha, zapatillas y boina. Hasta que cumple 12 y ve la película Billy Elliot (de Stephen Daldry), en que un adolescente como él aprende ballet, a escondidas de un padre obrero, porque tiene un talento sobresaliente para la danza. Entonces, Sebastián lo comprende: "algo me hizo clic y supe que la danza clásica era lo mío", dice. Ese mismo día, y sin saber nada de ballet, llamó al Teatro Municipal de Santiago para pedir una audición, muy difícil de conseguir. Tuvo suerte, se la dieron para el día siguiente. "Todo fue muy rápido. Bailé. Les gustó. Me preguntaron si podía empezar de inmediato a estudiar en la escuela de ballet del Teatro Municipal (que dirigía el bailarín Patricio Gutiérrez). No lo podía creer. Ni yo ni mi mamá, que estaba sentada en las butacas viéndome", dice.
Sebastián tiene hoy 24 años. Es una de las figuras del ballet chileno. Tras sus inicios en el Municipal, estuvo 6 años estudiando en Estados Unidos en el Houston Ballet Academy. En 2009 viajó a Suiza para participar de una exigente competencia de ballet: el Prix de Lausanne, donde van directores de danza del Ópera de París y del Royal Ballet de Londres. Y ganó. Era primera vez que un chileno ganaba esa competencia. "Ese día resumió el esfuerzo de años. Lo ingrato de ser bailarín: las heridas en los pies, las pocas horas de sueño, días completos ensayando, estar lejos de mi familia, desapareció. Ese día comprendí que era el inicio de otro nivel en mi carrera. Se me abrían las puertas a un camino profesional", cuenta. Al volver a Houston, Vinet decidió continuar su carrera en San Francisco, ciudad en la que estuvo 4 años antes de volver a Chile, en 2013, donde se incorporó como solista del Ballet de Santiago.
Hoy está instalándose en Ciudad de México, donde trabajará como solista en el Ballet Nacional de México y, paralelamente, quiere desempeñarse como modelo, pues firmó contrato con la agencia Bang Model Managment de ese país.
"Mi meta como artista es que mi nombre sea una marca. Si un día me ofrecen hacer algo en televisión lo haré, al igual que en cine. Yo no hubiese llegado al modelaje si no fuera por la danza", dice Sebastián.
En un país como Chile no es fácil hacer ballet. ¿Cuál ha sido el papel de tus padres en tu carrera?
Ellos sentían admiración por lo que yo había decidido hacer. Venían de mundos nada que ver con la danza, mi papá ingeniero, mi mamá profesora. Sin embargo, su crianza siempre apuntó a potenciar los instintos de sus tres hijos. El primer año que estuve en Estados Unidos mi mamá me ayudó a instalarme. Pasaba todo el día en la escuela, no tenía tiempo para sentirme solo o pensar que me estaba perdiendo de algo. Los bailarines tenemos un objetivo y ese es que todos los días nos levantamos con la motivación de lograr el dominio perfecto del cuerpo. Yo voy hacia allá.
¿Te has topado con prejuicios, por parte de amigos o familiares, por ser bailarín?
Prejuicios hay en todas partes, hagas lo que hagas. No sé si soy afortunado, pero nunca me he sentido discriminado, ni en Chile ni en Estados Unidos. De hecho, cuando decía en San Francisco que era del ballet de la ciudad era como ¡wow! Me invitaban todo, nunca pagué un trago. Esa admiración es potente, a un bailarín lo valoran tanto como a un ingeniero.
¿Qué te pasa cuando bailas?
Cada vez que bailo es diferente. Mi mente y mi cuerpo están tan concentrados en lo que estoy haciendo que el mundo exterior pasa a segundo plano. Me produce gran satisfacción el saber que estoy provocando algo en el público y que ellos, aunque sea por dos horas, también logran desconectarse del mundo.
En San Francisco tenías 18 años y tu vida era ensayar de 9 a 6 de la tarde. ¿Nunca quisiste parar y tener una vida más normal?
Ahí tuve mis años locos, porque aparte de bailar me dediqué a ser DJ. Ritmo de vida que no duró mucho, porque no descansaba. Tuve que tomar una decisión: danza o música. Esa fue una de las razones por las que en 2013 decidí volver a Chile, además de querer que mi familia me viera bailar como profesional, sobre todo mi abuela.
En San Francisco, Sebastián cuenta que se topaba en las galas de ballet con personajes de la talla de George Lucas o Lady Gaga, por lo que esa ciudad se convirtió en la antesala para comenzar a coquetear con el mundo de la moda.
¿En qué punto se juntan la danza y la moda?
No son mundos excluyentes. Y eso aún no lo entienden en Chile. Cuando estaba en San Francisco y tenía un evento, Armani o Dolce & Gabbana me ofrecían vestirme. Eso es normal allá. Porque al final la danza es un negocio, el arte en general lo es. Cuando acá se empiece a pensar así varias cosas cambiarán.
En 2013, cuando se instaló en Chile, Sebastián tenía la idea de ampliar su campo laboral y su exposición en los medios. Escribió a varias revistas, entre ellas a revista Paula, donde protagonizó en mayo de este año la moda Figura y Forma, junto a la bailarina Loulia Koutenkova. Esto llamó la atención de la agencia Elite, que lo fichó para ser parte de su staff. Hoy es rostro de la marca New Man.
En el modelaje hay que ser versátil frente a la cámara. ¿Cómo te ha ido con eso?
Creo que la danza, el modelaje y la actuación tienen lenguajes similares. Se compatibilizan y ayudan mutuamente. Al modelar, uno danza con el cuerpo y actúa con la cara.
¿No te ha perjudicado mezclar ambos mundos?
Creo que es todo lo contrario. Mi meta como artista es que mi nombre sea una marca. Si un día me ofrecen hacer algo en televisión, lo haré, al igual que en cine. Yo no hubiese llegado al modelaje si no fuera por la danza. Tampoco es que me interese ser famoso, sino que quiero expandir mi mundo, no quedarme encerrado en un teatro.