Cada vez que Paz, de 36 años, se encuentra frente a una cámara entra en pánico. Se pone nerviosa, tensa la cara y el cuerpo, e inmediatamente sus pensamientos se van al mismo lugar: voy a salir mal, voy a salir mal. No es que haya nacido con una aversión o fobia especial por las fotos, de hecho no recuerda haberse sentido así cuando pequeña. Se trata de un pavor que fue adquiriendo con los años, desde su adolescencia, cuando su autopercepción se volvió especialmente crítica. “¿Estará bien así?”, se pregunta cada vez que se va a tomar una selfie o alguien va a retratarla, “¿Quizás estoy forzando mucho la sonrisa o se verá una cara muy pesada si no sonrío tanto?” Aunque se vea primero en la pantalla y le guste la forma en que sale, al ver la foto tomada se vuelve a decepcionar: la cara de cansancio, la asimetría, las imperfecciones faciales, un diente raro. Siempre hay un pero y pocas veces una cara de estar pasándolo bien.

¿Por qué odiamos cómo salimos en las fotos?

La cámara no es el espejo

Más allá de las inseguridades personales, partamos por algo simple: una de las razones posibles del porqué rechazamos nuestra imagen en las fotos es por una simple característica inherente a la fotografía: no funciona igual que un espejo. Cuando vemos nuestro reflejo en realidad estamos observando una versión invertida de nosotros mismos. Nos pasa algo parecido cuando escuchamos grabada nuestra propia voz y nos suena ajena ¿Esa que habla soy yo? ¿esa de la foto, soy yo? Como ningún rostro es simétrico, lo que primero nos extraña en nuestras fotos es que está “al revés” de cómo estamos acostumbrados a vernos: desde la partidura del pelo hasta ver un ojo más chico que otro o las cejas mal delineadas. Y eso nos desagrada por otra explicación más: el principio de familiaridad o de simple-exposición, acuñado hace medio siglo por el psicólogo social estadounidense Roberto Zajonc. Este señala que con la exposición repetida aumenta el agrado ante un determinado estímulo. Debido a este principio psicológico, nos gusta la imagen que vemos sagradamente todos los días al levantarnos. Las personas reaccionamos de manera más favorable ante las imágenes que vemos con mayor frecuencia. ¿Podremos utilizar ese principio a nuestro favor?

Mina Barrio propone que acostumbremos a nuestro ojo a ver la imagen de la foto. ¿Por dónde empezar? utilizando BeReal, plataforma espontánea donde luego de una notificación sorpresa se comparte una vez al día una foto, sin filtros, real.

Selfieterapia

La fotógrafa sevillana Mina Barrio tiene más de dos millones de reproducciones con su último vídeo donde habla del pánico a sacarse fotos. “No se nace fotogénico ni anti fotogénico”, dice Mina, sino que “se trata de una habilidad que se entrena con la práctica”. El problema, para quienes siempre salen con el ojo chueco y la mueca rara, es que llevan, dice, toda la vida entrenando para “salir mal” del puro pánico y ansiedad que produce precisamente salir mal; un círculo vicioso. Mina, a través de la neurociencia y algo que llama “potenciación sináptica”, ejemplifica que para lograr hacer bien cualquier actividad, se requiere de una conexión de varias neuronas que con la repetición va formando un “caminito”. Entre más se desarrolla esa práctica, más fácil será hacer una cosa y pasaremos de transitar un sendero a un caminito a una autopista, solo con práctica. Es decir, a relajarnos ante la cámara podemos aprender.

Es ahí donde entra la célebre y siempre ninguneada “selfie”. Mina propone como tratamiento la “selfieterapia” que consiste en “plantarte una y otra vez delante de la cámara para hacer las paces con tu físico”. Es aquí donde podemos aplicar a nuestro favor el principio de “simple-exposición”: acostumbremos a nuestro ojo a ver la imagen de la foto. ¿Por dónde empezar? Mina tiene una propuesta: utilizar la red social francesa BeReal, la primera plataforma espontánea donde luego de una notificación sorpresa se comparte una vez al día una foto, sin filtros, real. Sí, es una red social, pero la idea es no seguir a nadie ni tener seguidores para este fin en específico, solo la utilizarás, dice Mina, para ir haciendo un registro de tu rostro de manera espontánea hasta ir acostumbrando el ojo a lo más importante: nuestro propio cuerpo tal y como es.

¿Tiene esto algún fundamento?

La Universidad de California tiene un estudio que conecta el sacarse selfies con el bienestar y la autoestima. Aplicando los hallazgos de la psicología positiva, realizaron un estudio de 4 semanas con 41 participantes. Se instruyó para que tomaran una foto todos los días en una de las siguientes tres condiciones: una foto selfie con una expresión sonriente, una foto de algo que los haría felices y una foto de algo que haría feliz a otra persona. Después de 3 semanas, el afecto positivo de los participantes en todas las condiciones aumentó. Los resultados cualitativos mostraron que aquellos en el grupo de selfies observaron cambios en su sonrisa con el tiempo y que se sentían cada vez más seguros y cómodos consigo mismo.

El retrato también es una forma de sanar la autoimagen

La fotógrafa Constanza Miranda, conocida como Cotidad, se ha especializado en el retrato, de hecho hoy trabaja una tesis para su magister sobre cómo se expresa la identidad en ese formato. “El retrato para mí significa todo”, dice. Constanza trabaja con un concepto que es la identidad aporética, que significa, en sus palabras, que la identidad es algo indefinible e inubicable. “Es precioso pensar cuál es la misión del retrato si la identidad es un camino indefinible, y me parece como increíble que el retrato sea capaz de documentar un punto súper específico en la vida de las personas”.

Con el retrato, dice Constanza, el fotografo, si trabaja en un ambiente de confianza con la persona, puede hacer que acepte y se reconcilie con la imagen natural que le devuelve. “Esa acción es preciosa, porque siento que en el fondo las personas se ven a sí mismas en la fotografía. Como yo uso espacios naturales y luz natural, con la ropa normal que usan las personas, son capaces de darse cuenta de que son realmente ellas mismas, pero la versión que más les gusta verse de sí mismas, y eso es hermoso”. Constanza cree que esto es algo que también puede funcionar con la selfieterapia. “Yo creo que la selfie, cuando está mediada desde la naturalidad, puede cumplir ese rol. También es una forma de reconocerte y de enfrentar tu propia identidad, entendiendo que el concepto mismo de identidad es móvil, no es fijo”. Sin embargo, Constanza cree que es importante saber que entenderse a uno mismo o a una misma, desde una imagen, puede funcionar cuando la imagen está limpia y es expedita, “cuando son generadas de manera honesta” y también de manera conciente.

Natalia Villagran, quien también es fotógrafa de retratos, si bien no estaba familiarizada con el concepto de selfieterapia, sí comparte su trasfondo. “Creo que es una excelente práctica, que ayuda tanto para el autoestima, una forma de conocerse, aceptarse y por qué no, gustarse y aprender a verse bien en cámara. Yo lo defino como autoconocimiento”. A pesar de que Natalia tiene experiencia trabajando con modelos, dice que siempre le es más gratificante trabajar con gente que no tiene experiencia en cámara. “En general les cuesta mucho mostrarse, pero la clave es mostrarles las fotos para que aumenten su confianza y se den cuenta de que se ven bien. Yo no suelo hacer posar tanto a la gente sino que me gusta tomar fotos más reales, hacerlos reír, interactuar”. Sobre el porqué nos cuesta tanto relajarnos ante la cámara, Natalia dice que el nervio radica en que solemos tener el prejuicio de que si no somos “fotogénicas”, no saldremos bien. “Creo que nos cuesta mucho más aceptar nuestra imagen natural porque lamentablemente en los medios y por crianza a veces, siempre se inculca la imagen de la mujer perfecta. Siempre tratamos de buscar ser perfectos, pero eso no existe realmente, si uno se relaja siempre y lo pasa bien siempre se verá excelente en cámara.”