Ser amiga de la ex

columna de amor paula



Siempre pensé que ser amiga de una ex era imposible. Después de todo, cuando una relación se termina, lo más fácil es cortar todo contacto y seguir adelante. Al menos, eso había hecho yo toda mi vida. Pero esta vez fue distinto.

Estuvimos juntas tres años, compartiendo buenos y malos momentos, con el estallido social y la pandemia de por medio. Hubo risas, complicidad y también desacuerdos, como en toda relación. Fue ella la que decidió terminar, y cuando lo hizo, no niego que sentí pena, por supuesto. Incluso llegué a pensar que volveríamos. Pero algo inesperado ocurrió: seguimos viéndonos.

Al principio, todo parecía extraño. Dudé si realmente había estado enamorada o si lo nuestro había sido más bien una amistad con ventaja. Pero, poco a poco, me fui dando cuenta de algo más profundo: lo que quedaba entre nosotras era una conexión genuina. Sin tensiones, expectativas ni dramas.

He leído que conforme van pasando los años, una va priorizando otras cosas y que va pasando por diferentes etapas. Eso es muy cierto, porque a mis 50 años –o lo que llaman la “mediana edad– ya no me apasiona salir a bailar hasta el amanecer, como antes sí lo hice. Ahora privilegio momentos de calidad, sin mayores escándalos, con o sin compañía. Ya no tengo la necesidad imperiosa de buscar una pareja. Y aunque parezca insólito, este descubrimiento lo he logrado con mi ex.

Hoy, después de muchas conversaciones, paseos y apoyo mutuo, puedo decir que lo que mas valoro no es un amor apasionado ni la promesa de un futuro compartido, sino una buena compañía. Esa tranquilidad de saber que hay alguien que te escucha, que te entiende, que está ahí sin pedir algo a cambio. Incluso hemos hablado de la posibilidad de vivir juntas en nuestra vejez. ¿Quién lo hubiera imaginado? No como pareja, sino como amigas que han encontrado un nuevo tipo de vínculo, lejos de las etiquetas y las expectativas.

Sé que esta experiencia no es para todas. Depende mucho de cómo terminó la relación, de si hubo respeto y cariño, de si ambas están dispuestas a dejar el pasado atrás. Pero para mí ha sido una transformación. Me ha mostrado que los finales no siempre son absolutos y que, a veces, pueden abrir la puerta a algo inesperado y hermoso.

Ser amiga de una ex, para mí, ha sido reconciliarme con el pasado, pero también con una parte de mí misma. Porque, al final, nuestras relaciones nos enseñan algo sobre quiénes somos. Y en este caso, lo que encontré es una amistad que hoy atesoro profundamente.

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* Constanza es lectora de Paula. Si como ella tienes una historia que contar, escríbenos a hola@paula.cl.

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