Fernanda Román se presenta desde el otro lado de la pantalla. Está bronceada y se ve tranquila. Cuenta que hace calor en Andalucía, la ciudad en la que vive hace más de dos años junto con su marido y tres hijos. Hoy Fernanda cumple 28 semanas esperando a su cuarta hija. Explica que será el primer parto que tendrá fuera de su país natal, pero trata de mantenerse tranquila porque, como sus dos partos anteriores, vive este proceso en compañía de su doula, María Jesús Leturia.

Cuando vivió su primer embarazo, asegura que tuvo un parto “demasiado protocolizado e instrumental”, donde además se le aplicó una episiotomía innecesaria. Si bien, con la ayuda de María Jesús, todos sus partos siguientes se realizaron con un excelente equipo médico que dejó fluir los procesos de Fernanda y sus ritmos fisiológicos, esa primera experiencia le hizo darse cuenta de la importancia de un acompañamiento con el que se sintiera cómoda.

María Jesús se ha dedicado por más de seis años al servicio de doula. Desde muy pequeña siempre le gustó la idea de la gestación y el parto. Y a partir de estudios no lograba entender por qué se realizaban procedimientos durante el parto que eran desventajosos para la mujer. Le incomodaba la idea de que se privilegiara la comodidad del equipo médico por sobre la de la madre, como, por ejemplo, hacer parir a las mujeres acostadas.

“Pareciera que todo lo que se ha avanzado en los últimos años con atender de una manera respetuosa este proceso, ha retrocedido en pandemia”, dice. “Ciertos hospitales han hecho cesáreas porque es mas cómodo. Incluso en varios lugares no han podido entrar acompañadas, cuando para muchas resulta muy difícil parir sola”. Sin embargo, no todo ha sido negativo en tiempos del Covid-19. María Jesús cuenta que durante estos meses ha logrado observar cómo muchas mujeres y sus parejas se han empoderado en que el parto sea entendido desde sus necesidades.

“En este contexto, por lo general, atenderá la persona de turno y eso causa bastante ansiedad en las madres, porque no saben exactamente quién estará a cargo del parto”, dice. Así que le parece importante ayudar a las parejas de las mujeres embarazadas a cumplir una especie de papel de doula, sean hombres o mujeres. ¿Cómo? Enseñándoles masajes, técnicas de respiración y otorgándoles información pertinente para que, de esta forma, cumplan un rol activo como pareja en este proceso.

María Jesús sabe que en pandemia su labor de acompañante no se ha perdido y cree que -de hecho- que se mantiene más activo que nunca. “Se puede estar presente de muchas formas. Me han llamado por teléfono cuando están en trabajo de parto, haciéndome preguntas. También he podido acompañar desde la gestación y sesiones post partos para hablar acerca de la experiencia y dar cierre al proceso”, explica.

Desde España, Fernanda comenta que, independientemente de estar en otro país, el hecho de vivir el embarazo en tiempos de pandemia ha sido muy solitario y emocionalmente duro. Debido al distanciamiento social, la red de apoyo entre familiares y amigos se ve disminuida y la contención que tiempos atrás era cotidiana, hoy día no lo es, lo que genera mucha ansiedad.

“Acá no hay mucha diferencia de lo que ha pasado en Chile. Te suspenden todas las citas médicas y todo se hace por teléfono, entonces los miedos son muchos porque antes era como “me incomoda esto” o “tengo una duda” y llamas al ginecólogo y vas a control. Ahora no sabia a qué control médico importante acudir, por lo que le preguntaba a María Jesús qué hacer porque ante tanta falta de información, tu doula es una gran ayuda”.

Desde la organización chilena de doulas Almatriz, aseguran que durante estos tiempos la labor de estas mujeres ha jugado un rol fundamental en cuanto a contención emocional y entrega de información. “Las embarazadas han tenido menos apoyo que antes. Y por lo mismo la responsabilidad psicoafectiva recae bastante en nosotras como doulas, tanto en el pre parto como en el post parto”, explica Magdalena Rivera, quien junto a otras nueve integrantes trabajan en esta red.

Muchos estudios han dado muestras que la presencia de una doula reduce la duración de trabajo de parto, así como también la incidencia de cesáreas y las posibilidades de padecer depresión post parto. “No existe otra herramienta que no sea una intervención tecnológica que de tantos beneficios como el acompañamiento psicoacfectivo de una persona que sepa lo que te va a pasar y los procesos que estás viviendo. Y esto es especialmente relevante en pandemia: que exista alguien que, presencialmente o no, entregue contención emocional sin juicio acerca de tus decisiones y que eso tenga repercusiones positivas en el resultado del parto”, concluye Magdalena.