Ser independiente económicamente

consejo de mamá Paula
Ser independiente económicamente

Mi mamá me dijo que me ponga el polerón, no le hice caso y me dio frío. También me dijo que me respete a mí misma para que me respeten y siento que soy una mujer fuerte gracias a eso. Nuestras mamás nos han dicho muchas cosas, de las cuales hemos aprendido y que nos han hecho crecer. Este Día de la Madre en Paula invitamos a nuestras lectoras a compartir esos consejos que nuestras madres nos han entregado a lo largo del tiempo y que han definido nuestras vidas.




Mi madre tiene una energía atómica, es un incesante reactor nuclear. Incluso ahora, a sus 75 años, no ha dejado de trabajar y asiste puntualmente a su consulta dental una vez a la semana, donde ha atendido desde 1984 hasta la fecha, casi sin parar.

Durante estos 40 años de trabajo como ortodoncista ha sido inmensamente feliz. Y no es que sea una adicta al trabajo, que no se entienda mal; es la persona más metódica y consistente que he conocido y que probablemente conoceré jamás. Para ella el trabajo es una parte fundamental de su vida, pero como pilar de su independencia.

Gracias a esa vida de trabajo ha podido hacer lo que a ella le gusta y cumplir buena parte de sus sueños: vacaciones con toda la familia en el Caribe auspiciadas por ella con toda la generosidad que la caracteriza; ayudar a sus hijas en sus matrimonios fallidos y/o emprendimientos no tan exitosos; y regalonear a sus nietos con viajes personalizados, abuela-nieto, para conocerse y mostrarles el mundo.

Mi madre siempre nos dijo, a sus cuatro hijas, “sean independientes económicamente”, no necesiten un marido o pareja que las mantenga, administren su plata con sabiduría, inviertan y ahorren.

Así lo hizo ella, además en una época en la que no era tan común que fuesen las mujeres las que se hicieran cargo de la plata. Ella administró el presupuesto familiar y a lo largo de los años, con una inteligencia, orden y paciencia infinita, logró ir haciéndose de algunos bienes y hacer crecer su patrimonio y el de su familia, lo que nos permitió a nosotras como hijas, tener todo lo necesario para desarrollar al máximo nuestro potencial y ser mujeres profesionales e independientes como ella misma fue y sigue siendo a sus 75 años.

Además con una generosidad que conmueve, porque no solo se preocupó de su economía, también en algún momento mantuvo a sus hermanos cuando estuvieron cesantes; cuidó a sus padres y a sus suegros y se hizo cargo económicamente de ellos hasta su muerte.

Las palabras de mi madre siempre calaron hondo en mí. Apenas pude comencé a tomar ayudantías en la universidad e hice pequeños pitutos para comenzar a tener mis propios ingresos. Una vez que me licencié comencé a trabajar inmediatamente, aunque lo que encontré en ese momento no fue un buen trabajo –pagaban mal y me explotaban–, pero aprendí y entendí que era parte del camino. Una vez titulada comencé a trabajar en mejores pegas, y en paralelo seguí estudiando: un diplomado vespertino, luego un magíster y un doctorado. He postulado a todas las becas que he podido para desarrollarme profesionalmente y así seguir los pasos de mi madre.

Hoy, al igual que ella, soy el pilar económico de mi casa. Y si bien no he logrado llegar a ser el motor atómico que fue mi madre a mi edad, me tranquiliza saber que mi hija mayor sigue nuestros pasos: está estudiando su pregrado fuera del país, trabaja en un café y como DJ, y se mantiene prácticamente sola, viviendo en Europa.

Espero en algún momento poder darles a mis hijas esa tranquilidad y apoyo que nos dio mi madre, y esa sabiduría de que todo con esfuerzo se logra. Aunque la docencia no tributa como la ortodoncia, puedo decir que tengo independencia económica y que puedo decidir con autonomía mis pasos, pisando sin duda en las huellas que dejó mi madre.

Sería todo un orgullo parecerme un poco a ella.

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