Paula 1169. Sábado 14 de marzo de 2015.
A los 14 años entré a Elite Model. Supe que estaban haciendo un casting y postulé. Me llamaron al día siguiente para citarme a una reunión, en la que me explicaron el funcionamiento de la agencia, me sacaron fotos en bikini y me midieron. A pesar de que cumplía con los requerimientos físicos, me dijeron que era muy chica y que tenía que esperar un año antes de comenzar a trabajar. Durante esa espera me prepararon con clases de pasarela y de cómo posar y sentirme cómoda y con personalidad frente a la cámara. Partí haciendo fotos para revistas. Mi primera campaña fue para la marca Doo Australia.
A veces me siento fuera de todo. Aunque salí del colegio en 2013, postergué en un año mi ingreso a la universidad para ir a trabajar a Nueva York. A mi regreso, todas mis amigas ya estaban estudiando, conversando sobre esa nueva etapa que estaban viviendo. Yo me sentía completamente desenchufada, confundida y dudaba si mi decisión había sido la correcta. Hoy creo que sí lo fue y sé que en la vida no se puede tener todo. Hay que elegir.
En junio de 2014 hice el desfile resort de Marc Jacobs, en Nueva York, mi trabajo más importante hasta hoy. Llegué al casting y todas las modelos medían por lo menos 1,85 m, eran mucho más altas que yo que mido 1,76, y varias mucho más delgadas. A pesar de esa diferencia, nunca me sentí insegura. Recuerdo que en ese momento pensaba: Me escogió Marc Jacobs, no puedo estar tan mal. Después vino la prueba de vestuario, de nueve de la noche a dos de la mañana, sin un minuto de descanso. Extenuante. Ya sobre la pasarela me sentía orgullosa.
En la Semana de la Moda de Nueva York, también en 2014, hice los desfiles de Marc Jacobs y The Row, y un showroom para Maison Kitsun. Llegar a ese nivel significó muchísimo para mí, fue el triunfo de mi esfuerzo y dedicación. Después de esas experiencias me dieron ganas de seguir y llegar lejos en el modelaje.
Ser modelo no es un hobbie, para mí es una carrera y no quiero parar. Tengo muchos sueños: hacer una campaña para Yves Saint Laurent o Chanel, ser portada de Vogue o uno de los angelitos de Victoria's Secret. Sin embargo, no soy competitiva. Si no quedo en un casting, siempre pienso que habrá otra oportunidad y me alegro por quien sí ha sido elegida.
"Me gusta tener independencia económica, saber ordenarme y ahorrar. Lo último que me compré fue un televisor para mi pieza y estoy juntando para viajar por el mundo y algún día comprarme un departamento".
Me niego a estar más delgada. La salud para mí es fundamental. En Nueva York quedé impactada con la delgadez de las modelos. Algunas son así, pero otras simplemente no comen y no es solo su responsabilidad, sino que de los diseñadores que no transan, exigen a mujeres lo más altas y delgadas posibles. Con esa presión, muchas se enferman. Este año hablé con la gente de Elite para exponerles que me preocupaba el tema y ellos me explicaron que en 2014 hubo un boom en la demanda de modelos flacas.
Me es muy fácil mantener mi cuerpo en las medidas que nos exigen. Yo tengo 78,7 de busto, 58,4 de cintura y 83,8 de cadera, y nunca he hecho una dieta y hago deporte de manera inconstante. Ahora estoy practicando yoga y haciendo abdominales, pero nada más. Sí debo cuidar muchísimo mi piel, porque soy muy alérgica.
Hay hartas diferencias entre ser modelo en Chile y en Estados Unidos y Europa. Allá está lleno de mujeres preciosas, eso te obliga a tener que sobresalir a través de la personalidad y siendo amable. Otra diferencia es que el trabajo es muy ordenado: te citan a una hora y es a esa hora y punto. Y en las producciones, el look es lo más natural posible. En unas fotos que hice para la marca Oak no me pusieron ni una gota de nada.
Valoro profundamente estar en Santiago y en familia. Viajar sola, moverme sola por una ciudad que no conozco, acostumbrarme a ella, y trabajar en un ambiente competitivo han hecho que una vez que regreso a Chile siento que vuelvo a mi lugar. •