“El otro día estábamos con un grupo de amigas, todas abogadas, todas madres, con hijos e hijas entre 11 años y pocos meses de vida. Mujeres socias de estudios jurídicos, fiscales de empresas, gerentas; todas mujeres que entenderíamos como exitosas en el ámbito laboral. La mayoría felices con sus trabajos, excepto una, la que recientemente había vuelto de su posnatal.
Nos contó lo difícil que se le estaba haciendo lidiar con su jefe, quien la hostigaba constantemente desde que había sido madre. Fue instintivo: todas las ahí presentes comprendíamos perfectamente su situación. Todas las mujeres que estaban en esa mesa habían vivido situaciones desagradables o comentarios inadecuados por parte de sus jefaturas o pares en el trabajo al volver de sus posnatales; desde el ‘cómo van las vacaciones’ en medio del posnatal, solicitudes urgentes a media hora antes del horario de salida, tener que sacarse leche en el baño de la oficina o hasta algún comentario claramente depravado relacionado con el aumento mamario durante el embarazo y posparto.
A diferencia de otras veces, donde se empatiza un rato y luego se sigue la conversación, nos atrevimos a preguntarle: ‘¿por qué no lo denuncias?’ Y al unísono el resto contestó: ‘¡Noooo! ¡Eso sería la muerte de su carrera profesional! Imagínate denunciarlo, y después, ¿quien te va a creer? Vas a quedar con los papeles manchados y nadie te va a contratar’. Y así, una suma y sigue de comentarios en la misma línea que dejaron muy claro que denunciar esta situación no era posible.
Son cosas que las mujeres una vez que somos madres pareciera que nos vemos con la obligación de aguantar. ¿Por qué? Las mujeres en teoría cada vez ganamos más derechos, participamos más en los espacios públicos, llegamos a más puestos de toma de decisiones, ¿por qué aún seguimos aguantando esto?
Las mujeres/madres estamos jugando con las reglas de un mundo creado por y para los hombres, donde nuestra subjetividad –entendiendo esta como característica propia de nuestro sexo– queda fuera. El mundo laboral batalla por una mayor equidad, pero no se consideran las necesidades y condiciones para las mujeres, y dentro de estas, una de la más importante es la maternidad y todo lo que conlleva.
En los ambientes de trabajo no se habla y menos se comprende sobre el proceso biológico, químico, físico, psíquico y emocional que vive una mujer una vez que es madre, y es en este punto donde tenemos que profundizar, partiendo por lo complejo que es para muchas volver a trabajar. ¿Alguien se pregunta, por ejemplo, con quién queda el hijo o hija para su cuidado? No, porque ese es un problema de la trabajadora. Y no tan solo con ese tipo de carga mental debemos lidiar las madres, tenemos que cargar con la maldita culpa que nos persigue. El dolor que nos causa muchas veces dejar a nuestros hijos e hijas tan pequeños. Pero eso en la oficina es un tema tabú.
Y no es que no queramos volver a trabajar, es que queremos que esto se hable y se entienda, porque una vez que volvemos a nuestros espacios laborales, debemos hacer como si nuestros hijos e hijas no existieran. Si no, dejamos de ser competitivas en relación con nuestros pares, la mayoría de las veces, hombres. Porque en esta sociedad para que una mujer madre tenga éxito profesional depende o de la empatía de su jefatura, o de seguir las reglas del juego y hacer invisible su maternidad.
¿Qué podemos hacer para cambiar esto? Muchas cosas. Avanzar hacia una sociedad que permita la conciliación familiar/laboral, dar espacios de flexibilidad laboral, y promover alternativas que permitan la conciliación trabajo y familia, tanto para madres, como para padres, desde las políticas públicas pero también desde las empresas. Cambiar a un mundo donde el ser mujer/madre no sea un punto en contra, sino todo lo contrario, resaltar aquellos liderazgos femeninos; premiarlos, porque esas mujeres están lidiando no tan solo con sus deberes laborales en su lugar de trabajo, a la vez están lidiando con resolver los problemas cotidianos que surgen con la maternidad y los hijos. ¿Y saben qué? Lo estamos haciendo muy bien. Por eso el llamado a que sea un compromiso colectivo, de todas y todos. Las mujeres, trabajadoras/madres no queremos ser nunca más invisibles”.
Alexandra y Javiera son abogadas.