En Chile la población mayor crece a pasos agigantados y, se espera que para el 2050, los mayores de 60 años representen a poco más de un tercio de la población según datos del INE. Pero eso no es todo. La vejez no es el único rasgo distintivo de la población chilena del futuro: seremos una población mayor y eminentemente femenina.
Con una esperanza de vida mayor –que hoy se encuentra en los 82 años para mujeres y en 77 para hombres– la feminización de la vejez hace referencia no necesariamente a un envejecimiento que va a adquirir características femeninas, como sería una de las posibles interpretaciones según la RAE. Sino, más bien habla del crecimiento significativo del número de personas de este género que ahora conforman la vejez en Chile. Una realidad que, por años, había tenido una composición fundamentalmente masculina.
Así lo explica la Terapeuta Ocupacional especialista de Gerontología y miembro del directorio de la organización Vejez Activa, Javiera Perez Duvauchelle. La especialista comenta que, en definitiva, este fenómeno de envejecimiento y feminización de la vejez en Chile responde a más mujeres mayores viviendo vidas más largas. Se trata de un segmento de la población que cada día se vuelve más relevante y, sin embargo, aún se mantiene invisibilizado. Porque, si bien estamos conscientes de que la vejez es femenina, la interrogante que queda por dilucidar es: ¿bajo qué condiciones están viviendo este tránsito las chilenas?
¿Te parece que los avances en equidad de género han sido parejos en los distintos grupos etarios?
Creo que, de momento lamentablemente no podemos decir que los avances en equidad de género hayan sido equitativos para las mujeres en general. Ni menos para las mujeres mayores. A diario vemos las diferencias, los sesgos, las brechas en lo social, económico, laboral, político y académico.
Muchas mujeres a lo largo de su curso vital no han tenido acceso a ninguna de estas cosas y, por ende, hoy en su vejez, ven disminuidas sus oportunidades, asumiendo responsabilidades que hasta ahora se creen inherentes al rol femenino. Y todo eso va en directo perjuicio de su autonomía, independencia, bienestar y calidad de vida.
Un ejemplo súper común en nuestra sociedad es el asumir que los roles de cuidado, quehaceres domésticos, son de exclusiva responsabilidad de la mujer. Y eso hace que, para ellas, se vean limitadas instancias de socialización, autocuidado, entre otras.
¿A qué atribuyes que a las mujeres mayores los beneficios del feminismo no las alcance?
Si bien poco a poco hay mayores instancias de participación intergeneracional y en los espacios de lucha colectiva nos encontramos con mujeres de distintas edades, sigue siendo frecuente no interiorizar la vejez como parte del proceso de la vida.
Por ejemplo, recién desde el 2014 se contabilizan los femicidios en mujeres mayores y, sin embargo, este hecho no genera el mismo ruido como cuando matan a una mujer más joven.
Por otra parte, como organización estamos convencidas de que un gran factor tiene que ver con que las políticas actuales no están respondiendo a las nuevas y distintas vejeces. Y en ese sentido es necesario visibilizar la heterogeneidad y feminización de las vejeces, considerándoles de forma urgente en la realización de una política gerontológica con perspectiva de género, interseccional y feminista.
¿Crees que existe una doble discriminación en el caso de las mujeres mayores?
La doble discriminación definitivamente existe, está presente y la podemos ver a diario.
No solo es ser mujer un factor de riesgo en nuestra sociedad, sino que además ser una mujer mayor limita aún más las posibilidades de acción, participación e incidencia social.
Puede sonar abrumador pero ser una mujer mayor en Chile y el mundo no es fácil, pues a lo largo del curso vital se nos han transmitido cánones de belleza y estereotipos que posicionan la juventud como sinónimo de ser atractiva, deseable socialmente y valorada.
Desde nuestra experiencia clínica, es frecuente encontrar mujeres que en la mitad de su vida interiorizan dolorosamente –gracias a la perspectiva social instaurada– que el sexo y la edad parecen ser lo único valioso a su alrededor, y ese duelo interno, le debería “preparar para envejecer”. Casi como una calle sin salida; una perspectiva que ya no estamos dispuestas a replicar.
¿Crees que el ser y mostrarse como una mujer mayor es algo todavía socialmente castigado?
Así es, sin embargo, actualmente ser y parecer una mujer mayor es cada día más frecuente en la esfera social, política y en el seno familiar. Nos encontramos con mujeres que rompen con los estereotipos, rompen mitos e inician el camino del empoderamiento y amor propio a través de un acto de amor, y por qué no decirlo, de rebeldía. Con ello abrazan su proceso de envejecimiento- y el de todas-, permitiendo la expresión de la vejez en sus corporalidades, actitudes y vidas. ¡Mostrar las canas encarna una simbolización eterna y entera! Demostrando una vez más, que de débiles, indeseables o poco merecedoras de afecto y admiración, nada. Son solo constructos sociales que poco a poco deben excluirse junto a cada remanente existente en nosotras.
¿Te parece que hay mujeres mayores que hoy sí están abriendo caminos en la esfera social?
Hoy en día, favorablemente, podemos ver cada vez más a mujeres y mujeres mayores en esferas como política, economía, academia, cultura u otras, abriendo caminos para sí mismas y también para nosotras como generaciones venideras, validando a diario su autonomía, independencia, capacidad e importancia.
Afortunadamente tenemos a nuestro alrededor a tantos ejemplos de mujeres ya sea reconocidas en algún ámbito y también a mujeres naturales que pese a las diferencias en torno al género y el viejismo instaurado son activas, libres y empoderadas. Mujeres que decidieron tomar las riendas de sus vidas a través del reconocimiento de su historia, experiencia y valor, percibiéndonos como seres envejecientes y envejecidos. Sin dar cabida a prejuicios o limitaciones ajenos.
Por esto, agradecemos a aquellas mujeres que nos han permitido transitar en este camino de cambios, donde como mujer, ser y parecer y vieja se configura hoy como un acto de rebeldía. Pero también es un acto que abre caminos para cada una de nosotras. Un acto de amor y sororidad.