El sexo y la libertad sexual nunca fueron un tema en mi casa. Mi mamá es mi mejor amiga, y siempre estuvo abierta a escucharme cuando tuve dudas con respecto a mis relaciones, por ende nunca tuve que recurrir a nadie más si tenía un problema. Quizás por eso siempre fui yo la persona a la que mis amigas le preguntaban qué hacer cuando tenían dudas sobre sexualidad en la adolescencia. No porque fuera la más experimentada, sino porque tenía muy normalizado hablar del tema. Incluso ahora que somos adultas, ya a punto de egresar de la universidad, sigo siendo la confidente cuando se trata de sexo. Es por eso que no me sorprendió cuando hace algunos días una de mis compañeras me comentó que el hombre con quien mantiene relaciones sexuales casuales, no pudo tener una erección.
Me llamó mucho la atención la sensación de culpa que percibí en ella mientras me contaba lo que había pasado y me preocupé de dejarle en claro que ella no tenía nada que ver. Podía decírselo porque ese sentimiento me había invadido a mí hacía algunos años, con mi primer pololo y después con otra pareja.
La primera vez que mi compañero no tuvo una erección, me quedé echada en la cama, mirando el techo perpleja y preguntándome qué estaba pasando. Me sentía mal y pensaba que era culpa mía. Que algo me pasaba. Nunca lo cuestioné a él, sino que automáticamente asumí que tenía un problema. Me hacía preguntas como: ¿Me veré fea? ¿Tendrá otra? ¿Estaré haciendo algo mal? Nunca fui insegura hasta ese momento. Y a pesar de que esa vez intentamos de todo, no pudo tener una erección.
Con el paso de los años, y hablando con otras amigas del tema, me doy cuenta de que me atribuí esa culpa porque me inculcaron el pensamiento de que el hombre siempre tiene ganas de tener sexo o que siempre se calientan con lo que se les cruce por delante, como si fuera un deber o algo propio de su género. Todas hemos escuchado alguna vez el dicho: ''la mujer cuando quiere y el hombre cuando puede''. Y con esa idea en la cabeza, ¿cómo no me iba a culpar a mí?
Mi mamá es una mujer sumamente empoderada y afortunadamente jamás me transmitió este tipo de mensajes. Pero creo que aún cuando algunas tenemos la fortuna de haber crecido en familias que hablan de sexo de forma abierta y sin tapujos como la mía, no estamos inmunes a la influencia y la presión que la sociedad ejerce sobre nosotras. El entorno nos impone ciertas formas de pensar. Y yo sentía que tenía la culpa de que mi pareja no pudiese tener una erección por el simple hecho de ser la mujer.
Así como me hacía daño a mí misma con este tipo de pensamientos, también se lo hacía a él. Porque es una falta de empatía enorme pensar que el hombre siempre va a querer. La falta de información en cuanto a sexo, pero sobre todo la mala comunicación, nos hacen caer en estas trampas del imaginario colectivo. Escuchamos seguido que supuestamente las mujeres permanentemente inventamos excusas para no tener sexo, pero que un hombre no quiera tener relaciones sigue siendo un tabú, cuando la realidad es que hombres y mujeres a veces tenemos ganas y otras veces, no.