Basta estar solo unos minutos con Matilde (26) y Gabriel (32) (sus nombres han sido cambiados) para darse cuenta que están enamorados. Su mirada los delata. Es un jueves caluroso de noviembre y están sentados en un bar del Barrio Lastarria tomándose unas cervezas. Al escucharlos hablar, parece que saben todo sobre el otro; incluso se interrumpen para completar las historias y en varias ocasiones dejan escapar risas de complicidad. Gabriel cuenta que hace cuatro años atrás su vida cambió para siempre y creyó que nunca más volvería a tener una polola que lo quisiera. "Una tarde de diciembre de 2014 me enteré que tenía VIH", dice con voz pausada, mientras repasa mentalmente esa escena: recibió una llamada del laboratorio cuando estaba comprando los regalos de Navidad para que fuera a repetir el Test de Elisa que se había hecho después de tener relaciones sexuales con una desconocida sin protección. "Fueron días terribles. Pensé que me iba a morir en 10 años más, que no podría tener hijos, que nadie me iba a querer".
Pero ese trágico escenario que imaginó en su cabeza felizmente nunca ocurrió: tuvo el apoyo de su familia y de su pareja de la época y rápidamente comenzó a tratarse en el Hospital Clínico San Borja Arriarán. Ahora se siente saludable y lleva una vida normal. Lo único que le recuerda que tiene VIH es que todas las mañanas, al desayuno, tiene que ingerir su triterapia hoy contenida en una sola pastilla que ni siquiera le causa efectos secundarios. Su vida sexual también la vive con normalidad. "Con Matilde tenemos relaciones sin preservativo porque soy indetectable. Mi carga viral es tan baja, que no puedo transmitirle el virus", explica.
Gabriel le contó a Matilde que tenía VIH dos días después de que se conocieron. Eso fue hace seis meses. Él estaba tan nervioso que apenas podía armar una frase, pero pese al miedo estaba convencido de que no podía dejar pasar más tiempo. Sabía que luego tendrían sexo y ella merecía conocer su diagnóstico. "En ese minuto pensé que me iba a decir que era casado o que tenía hijos, porque lo vi muy complicado", cuenta ella. Pero en vez de salir corriendo, Matilde valoró la transparencia de Gabriel. "Para mí fue como 'ok'. No le vi nada malo".
Desde ese día, la pareja tiene sexo sin que él use condón. La decisión la tomaron considerando las recomendaciones médicas basadas en los últimos estudios sobre la transmisión sexual del VIH, realizados entre 2016 y 2017, cuyos resultados arrojaron que no se produjo ni un solo caso de transmisión sexual de una persona seropositiva con supresión vírica (indetectable) a su pareja seronegativa.
Esto ha provocado un cambio rotundo en la calidad de vida no solo de las personas que viven con el virus, sino también de las parejas serodiscordantes, como Gabriel y Matilde. Una realidad que la infectóloga de la Clínica Alemana, Alejandra Marcotti, ve cada vez con más frecuencia en su consulta. "Suelo preguntarles a las parejas cómo enfrentan el tema, porque si después de tener relaciones sexuales la persona que no tiene VIH va a estar angustiada pensando que se contagió, les recomiendo que usen condón. Pero si ellos lo conversaron antes y sabiendo que el riesgo es ínfimo deciden hacerlo sin usar preservativo, respeto su decisión".
Matilde se queda en silencio unos segundos antes de responder si le preocupa tener VIH. "No. No es algo que pensé cuando Gabriel me contó y no es algo que piense ahora", explica. Para monitorear su salud, se realiza el test rápido cada seis meses. El último le salió negativo. Sin dramatismos, dice que si llegara a infectarse comenzaría a tomar el tratamiento, pero siente que no corre riesgos porque su pareja tiene una carga viral indetectable. Sin embargo, aunque está tranquila, solo una de sus hermanas sabe que está pololeando con un chico que tiene VIH. "Soy de Perú y allá es un tema tabú. Cuando le expliqué a mi hermana que él es indetectable, no me creyó mucho. Pero no voy a pelear con ella. Por más que le muestre los estudios científicos, sé que no cambiará de idea. A mis papás no les voy a contar. Tienen más de 60 años y no lo entenderían", dice.
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La actitud de Matilde es también un reflejo de la percepción que hoy los jóvenes tienen sobre la enfermedad. "Se le ha perdido el miedo general, y sobre todo cuando conocen a alguien de su entorno que tiene VIH", explica la infectóloga Alejandra Marcotti. A su juicio, los pacientes homosexuales toman mejor el diagnóstico que los heterosexuales, ya que estos últimos, al igual que Gabriel, nunca se imaginan que podrían llegar a infectarse por no usar preservativo. Sin embargo, la especialista reconoce que hay algo que es transversal en todos los grupos y tiene que ver con el temor al rechazo social. "No lo pasan bien ante la idea de encontrar una pareja porque cuando llega el momento no saben sin contarle o no. Se ven enfrentados a esa disyuntiva. Algunos pacientes que antes querían tener hijos dudan de esa opción. Otros tienen miedo a que se enteren en su trabajo o sufren porque ahora tienen un secreto con sus familias. Muchos lloran y se agobian solos", agrega Marcotti.
Por todo esto, es que Belén (19), estudiante universitaria, tantea terreno con sus pololos antes de contarles que tiene el virus.La primera vez que tuvo relaciones sexuales fue a los 15 años y lo hizo, como muchos adolescentes de su edad, a escondidas de sus padres. "Fue todo muy rápido y no alcancé a explicarle a mi pololo que tenía VIH. Pero como soy indetectable y usamos condón, no había riesgo", relata. Después de esa primera vez, le reveló du diagnóstico: ella tiene VIH porque su madre se lo transmitió por vía vertical. Él lo tomó bien. "Lo llevé a hacerse el examen para que no tuviera dudas y salió negativo. Un tiempo después terminamos, pero por otros motivos. Hasta el día de hoy él me cuida mucho".
Pero Belén no siempre ha tenido buenas experiencias. "Con otras parejas he hablado el tema solo para saber qué piensan y he escuchado de todo. Por ejemplo, me han dicho que ellos dejarían a sus pololas si se enteraran que ellas son seropositivas y si ellos tuvieran VIH dicen que nunca estarían con alguien. Son opiniones que recogen del mundo, porque no tienen una reflexión personal del tema", explica con tono de frustración.
La matrona Ana María Fernández, coordinadora de la Unidad de Infectología del programa de VIH del Hospital Sótero del Río, dice que los chilenos olvidan que este "es un virus democrático, que atraviesa todos los niveles socioeconómicos". La infectóloga Alejandra Marcotti comenta que "el único requisito es que tengas vida sexual activa. No me deja de sorprender cuando estoy en reuniones sociales, y se habla este tema, que hay personas que aún creen que el VIH solo está vinculado a un grupo con conductas sexuales que ellos consideran fuera de la norma". Y en este punto Fernández agrega: "El riesgo de adquirir el VIH está ligado al tipo de conducta sexual y la relación anal sigue siendo la más riesgosa. Pero cabe precisar que no solo los pacientes homosexuales tienen sexo anal, sino también los heterosexuales (...) "Si todos supieran que hay terapia, buenos especialistas y que esta es una patología crónica por la que actualmente nadie debería llegar a etapa SIDA, ni morir si sigue su tratamiento, más personas se atreverían a poner el brazo y hacerse el examen".
La infectóloga Alejandra Marcotti reconoce que tampoco existe rigurosidad en el uso del preservativo en cada relación sexual cuando no hay pareja única. "Me pasa que muchos pacientes me dicen ¡Doctora, yo muy muy pocas veces no usé condón! Y fue en una de esas pocas veces cuando se infectaron. El cuidado es regular, pero no estricto, cuando debería serlo".
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Cuando Maximiliano (29), estudiante de enfermería, aceptó la propuesta de pololeo de Nahuel (31) -sus nombres han sido cambiados- su felicidad se vio brevemente empañada por una idea que no le dejó de dar vueltas en la cabeza: había llegado el momento de decirle que tenía VIH. Y así lo hizo. Pasaron unos minutos y le contó a su nuevo pololo que antes de formalizar la relación había algo importante que tenía que saber. Nahuel se tomó bien la noticia. "Creo que me sirvió haber conversado en el verano con el amigo de un amigo que en un carrete contó que todas sus parejas anteriores eran seropositivas, pero que él no había adquirido el virus porque sabía cuidarse. Él hablaba de conceptos que para mí eran desconocidos en ese momento, como la palabra indetectable", recuerda.
Antes de conocer a Maximiliano, Nahuel estudió en Europa, donde vio que allá el tema era muy normalizado "te tomabas una pastilla y listo", cuenta. "Igual yo encontraba terrible que diera todo lo mismo", reconoce. Actualmente la pareja toma todas las precauciones, aunque Maximiliano sea indetectable. "No vivo con miedo a que me transmita el virus, pero eso es algo positivo y negativo a la vez. Positivo porque pienso que si me contagio tendré una vida normal como Maximiliano, pero negativo porque eso puede provocar que después nos relajemos", explica el abogado. "Que no lo haya rechazado por esto no quiere decir que no me preocupe el tema. Es por eso que hemos decidido cuidarnos", agrega.
Maximiliano solo comparte su diagnóstico con su círculo de confianza, pero aceptó contar su testimonio porque dice que le preocupa que en algunos grupos también se está empezando a normalizar la idea de que tener VIH no es grave. "Como soy del área de la salud, no quiero que nadie más se contagie y estoy en una cruzada personal. Cuidarse es importante no solo por el VIH, sino también por las muchas otras enfermedades de transmisión sexual que han ido en aumento", enfatiza.
En este punto, la infectóloga Alejandra Marcotti es clara: "A veces la mentalidad es que como lo peor que te puede pasar es tener VIH, te tomas una pastilla y estarás bien. Pero siempre va a ser mejor estar sano y no tener que tomar un medicamento permanente, ni tener la posibilidad de experimentar un efecto adverso de ese medicamento. A pesar de que gracias a los avances actualmente el virus puede controlarse, hay muchas facetas de la vida en las que los pacientes no lo pasan bien. A veces aparece una forma distinta de resistencia, complicaciones con las terapias o aumentan los riesgos cardiovasculares. Nosotros como médicos hemos ido aprendiendo con nuestros pacientes", explica.
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Gabriel y Matilde se ríen con nerviosismo a la hora de responder si se proyectan juntos en el futuro. Dicen que recién se están conociendo y que les gustaría cumplir otros objetivos personales antes de pensar en una familia. Pero Matilde aclara que no le daría miedo tomar la decisión de tener un hijo con Gabriel, si así se dieran las cosas, porque si él sigue su tratamiento con rigurosidad, tal como lo ha hecho hasta ahora, no existirá riesgo de que le transmita el virus durante el acto sexual.
Belén tampoco tiene miedo de embarazarse en el futuro. Al ser seropositivo, pero indetectable, conoce todos los métodos que existen para que no se produzca la transmisión vertical del VIH desde la madre a la guagua, como le pasó a ella en la década de los 90'. En Chile, la tasa de transmisión vertical ha experimentado una reducción significativa, llegando a 1,7% en 2017, cifra que se encuentra en línea con la meta internacional que es de 2% o menos.
Maximiliano y Nahuel tampoco saben qué pasará con su relación en el futuro, pero al menos Maximiliano continuará con su cruzada personal para que las personas tomen conciencia sobre la importancia de prevenir enfermedades de transmisión sexual. "La idea nunca es tratar al paciente a través del miedo, pero sí explicarle a la gente por qué es importante estar sano: hacer ejercicio, comer bien y utilizar siempre condón. Es importante que todos lo adquieran como un hábito, y para eso hay que educar a los adolescentes en los colegios y las universidades", reflexiona.