Aquí estoy; empoderada, con un poco más de 60 y aceptando el desafío de escribir sobre sexualidad en mi calidad de debutante de mujer de la tercera edad. No sabía cómo empezar, así que partiré de la forma más tradicional: por el principio.
Viví una niñez –a diferencia de las de ahora– exenta de influencia sexual y erótica. Muchas veces me sorprende ver el nivel de ingenuidad e inocencia de la música, comerciales y programas de televisión de aquella época. Mi educación sexual se redujo a leer un folleto de la revista Paula que venía sellado dentro del ejemplar y que mi mamá me entregó para que lo revisara. Lo demás, lo aprendí en conversaciones con mis compañeras de enseñanza media, un poco menos ignorantes que yo en la materia.
Reflexionando sobre el pasado, no me quejo por no haber tenido más información ni influencia en este aspecto, ya que fui descubriendo junto al que es mi esposo desde hace 35 años, de manera muy dosificada, nuestros placeres y sexualidad como pareja. Es muy gratificante comprobar que la sexualidad a esta edad puede ser tanto o más placentera que hace veinte años atrás, pues hay ingredientes que son fundamentales al momento de nuestros encuentros: tiempo, dedicación, exclusividad, tranquilidad, complicidad, intensidades, confianza, entre otros. En definitiva, para todo lo anterior es fundamental el tener la libertad de expresar lo que a cada uno le agrada o le incomoda y todo eso se logra con comunicación. El no tenerle miedo a la rutina también nos ha servido mucho, no todo tiene que ser pirotecnia para disfrutar intensa y tranquilamente un encuentro multiorgásmico.
Hace más o menos unos 12 años atrás, mi hija mayor nos regaló un anillo vibrador de Japi Jane. Este regalo nos abrió un espacio para experimentar tímidamente una nueva forma de placer e incorporar un juguete sexual en las escapadas de fin de semana, a las que denominamos “Nuestras Lunas de Miel”, ya que cuando nos casamos no tuvimos una. Luego, seguimos con una dinámica que emula un juego de mesa con dados y tarjetitas con preguntas coquetas del estilo: ¿dónde te gusta que te besen? Confieso que nunca llegamos a leer más de tres de éstas y después tenemos que andar buscando dónde han quedado los dados. Dos juegos muy bien pensados para los que tenemos una formación bastante pudorosa y recatada.
De esta manera, avanzamos siempre de a poco, probando distintos juguetes y los infaltables aceites y lubricantes que a esta edad son un imprescindible, aunque muchas veces nos sorprendemos al no necesitarlos. No habernos gastado todos los cartuchos en nuestros primeros años de matrimonio nos ha permitido mantener y cuidar nuestra intimidad. Sabemos que es un privilegio en estos tiempos estar acompañados y, más encima, disfrutar el uno del otro.
A los 50 años, di la bienvenida a mi tan ansiada menopausia, pues la esperaba sin ningún temor ni complejo, sólo como una etapa natural que me permitiría nunca más estar con el susto de un embarazo no deseado (mi último fue a los 45). Recuerdo haber escuchado en la radio a un ginecólogo hablar sobre la menopausia, y sus palabras resumieron perfectamente esta nueva etapa que disfruto con gusto y sin tabúes: “se cierra la fábrica y se abre el parque de diversiones”.
*Noemí Pontigo, 63 años. El Bosque