¿Qué significa perder la virginidad?
"Técnicamente soy virgen. Saben a lo que me refiero". Con esa declaración, en la película Clueless (1995), Dionne le explica a su nueva amiga Tai –dos adolescentes que asisten a un colegio privado en Beverly Hills, California– que en realidad, aunque ella y su pareja han tenido experiencias sexuales, aun no ha perdido la virginidad. En su discurso, la pérdida de virginidad supone un acto concreto que delimita un límite que ella aun no ha querido cruzar. Y por eso, técnicamente su virginidad sigue intacta. Ella asume que sus amigas entienden a lo que se refiere, ¿pero qué está diciendo realmente? ¿Qué significa ser virgen? ¿Es un límite físico o abstracto?
Ciertamente ese discurso podía pasar desapercibido en 1995, pero ahora, en una época en la que toda categorización rígida está pasando por un proceso de revisión, suponer que la virginidad es una sola cosa que se pierde o se mantiene, pareciera ser una visión anacrónica. O, por lo menos, poco ajustada a la realidad. Porque si nos basáramos en el discurso de Dionne, tendríamos que suponer también que la pérdida de virginidad considera únicamente a una hombre y una mujer y un evento específico que se diferencie del resto de los acontecimientos sexuales. Y es que así ha sido definida –o reducida– históricamente: a una primera relación coital que incluye la penetración y la rotura de himen para una mujer.
En su charla We Explore the Concept of Virginity, la columnista británica de The Guardian, Dorothy Black, plantea que la idea que ronda en nuestro imaginario colectivo respecto a la virginidad ha sido enormemente condicionada por la cultura y la religión. "¿Qué define la virginidad? ¿Es cuando se rompe el himen? Porque a cualquier mujer le puede pasar eso", argumenta. "¿Implica un tipo de sexo con penetración? Porque entonces estaríamos dejando fuera a las parejas homosexuales y estaríamos dando por hecho que solo puede ocurrir entre un hombre y una mujer. ¿Y si tengo sexo anal y masturbación mutua, sigo siendo virgen?" A estas preguntas, Black le suma una final: ¿Por qué, si estamos ganando experiencia e intimidad, se habla de perder algo?
Según ella, esto se debe a que frente al consenso social formulado en base a los valores religiosos, lo que se pierde es esa tan arraigada noción de inocencia que acompaña a la virginidad. Y es que, como explica la psicóloga y jefa de la unidad de parejas y sexualidad de la Red de Salud de la Universidad Católica, Gianella Poulsen, en un contexto religioso la virginidad implica un valor agregado. "Las religiones monoteístas fueron claves para condicionar lo que se entiende por virginidad y pérdida de virginidad, pero ese concepto hoy en día se podría cambiar por iniciación sexual, porque en esa terminología caben las primeras relaciones y acercamientos sexuales", explica. "En el sexo no hay nada que por sí mismo esté prohibido, salvo que no sea genuinamente consentido por ambas partes. Y si hablamos de iniciación sexual, en vez de pérdida de virginidad, abrimos el espectro".
A su vez, la psicóloga clínica y terapeuta sexual, Cristina Valdés San Martín, explica que a lo largo de la historia, la castidad y la pureza eran considerados atributos en una mujer porque eran la manera que se tenía para tener claridad respecto a la descendencia del patrimonio.
Pero hoy en día, pareciera que hablar de virginidad es aludir a un constructo social que solamente normativiza. "Quienes empiezan a experimentar su sexualidad sin pasar por esa transición o sin cruzar ese límite parecen quedar en un limbo. Por eso, el concepto ha perdido validez. No solo no encajan en él las distintas orientaciones sexuales, sino que le otorga a ese acto un significado que ha sido muy manoseado y del cual no hay claridad. Mientras entendamos que la virginidad no necesariamente es una sola cosa –y que implica distintos acercamientos para distintas personas– los valores socioculturales asociados se irán perdiendo", explica Valdés San Martín. "Y es que incluso el tema de la rotura del himen es cuestionable, porque depende de la anatomía de cada persona, por lo tanto no puede ser lo que determina si una mujer es virgen o no. Lo bueno de las relaciones sexuales es que están dotadas de diversidad y el concepto de virginidad, solo las priva de esa diversidad".
En el estudio Body Image and First Sexual Intercourse in Late Adolescence, publicado en el medio especializado Science Direct, se plantea que del universo de adolescentes que habían perdido su virginidad, los hombres eran los que quedaban más satisfechos con su apariencia luego de la primera experiencia sexual. Las mujeres, por su parte, confesaron haber quedado menos conformes con su apariencia física luego de esa primera interacción. A su vez, el autoestima de los hombres que habían tenido relaciones sexuales, era más alto que el de los hombres que no habían tenido.
Por otro lado, en su libro El Origen Del mundo: Ciencia y Ficción de la Vagina, el sexólogo holandés Jelto Drenth propone que más que la primera relación sexual, lo que valoran los jóvenes es la primera experiencia de beso con lengua. Ese acto de iniciación, que antecede a todos los demás, termina siendo mucho más memorable.
Como explica Cristina Valdés San Martín, en la sexualidad influyen los factores socioculturales que vamos integrando en nuestras vidas y por eso definirla de una sola manera -y suponer que implica lo mismo para todos- es restrictivo y limitante.
"El valor que tenía antes la virginidad, a falta de educación sexual y por las imposiciones religiosas, a su vez sustentadas por un sistema patriarcal, ya no es el mismo. Ahora hay mayor consciencia respecto a la sexualidad, se han puesto en duda los roles de género y lo casto y lo puro no son atributos de peso. Por eso, en la medida que construyamos una sociedad equitativa con una educación sexual no sexista y laica, lo que entendemos por virginidad y sexualidad se irá transformando cada vez más. Habrá más espacio para cuestionar y re-significar".
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