“Si no me das un beso me voy a enojar”: Los peligros de no respetar los límites de niños y niñas

Límites niños Paula



Tengo dos hijos pequeños, el más chico de solo dos años. En plena pandemia por coronavirus, lo saqué a dar una vuelta por la cuadra para que hiciera un poco de ejercicio. Estábamos en eso cuando nos topamos con un señor de tercera edad que no encontró nada mejor que hacerle cariño en su cabeza. Un par de años antes, cuando paseaba a mi hija mayor en coche, a una cuadra de nuestro departamento, una persona desconocida le tomó la pierna, como en gesto de cariño. En ambos casos no supe cómo reaccionar ni cómo defender los límites de mis niños.

Estos ejemplos pueden llamar la atención, porque no debería ser normal que extraños toquen a niños sin su -o nuestro- consentimiento en la calle. Pero pareciera que estamos acostumbrados a que familiares sí lo hagan, incluso bajo amenazas del tipo “si no me das un beso de despedida me voy a enojar” o “me voy a llevar los dulces que te traje si no me das un abrazo de bienvenida”. Situaciones que incomodan a los niños y que los llevan a buscar formas de esconderse detrás de las piernas o de escabullirse de los abrazos forzosos.

Una vez una tía me dijo que los niños tenían que ceder ante estos gestos ya que de lo contrario crecerían mal educados y faltos de respeto con sus mayores. Yo quedé pálida, porque aunque sí creo que los chicos tienen que saludar a alguien cuando llega y despedirse cuando se va, es decisión de ellos la forma en que lo hagan. Paula Rothhammer, psicóloga infantil de Clínica Alemana, sugiere que forzar a alguien es el verdadero signo de falta de respeto: “Forzar nunca es una buena estrategia para lograr objetivos, en cuanto puede ser interpretado o vivido como una transgresión de los límites del otro, lo que puede generar conductas oposicionistas y desafiantes o ansiedad”, explica.

“Cuando un niño o niña no es receptivo al cariño o no quiere entregar cariño, lo primero que hay que hacer es entender qué es lo que está en la base, qué está pasando para luego generar la confianza y seguridad que permitan avanzar hacia el objetivo que queremos lograr. En este caso abrazar o dar besos”, agrega la especialista. Por su parte la pediatra de Clínica Cordillera, Viviana Guillier, añade que cuando son pequeños, los niños son esencialmente intuitivos y que es a través de la intuición que racionalizan la vinculación con otros. Según la doctora es fundamental que esto sea respetado por adultos: “Muchas veces sienten miedo frente a alguien por su actitud, aspecto, modo de relacionarse, incluso por su aroma, y ese temor les permite alejarse, buscar proximidad con otro que le inspire confianza para sentirse protegido”.

Al contrario, dice que al forzar besos y abrazos se facilitan sentimientos negativos: “Se sienten vulnerables, indefensos y expuestos al poder de un adulto con quien no se siente cómodo. En cambio cuando se les permite tomar distancia o no saludar afectuosamente a alguien, se sienten cómodos y protegidos”.

“Cuando un niño o niña ha sido familiarizado con la condición de forzarlos a dar besos y abrazos a adultos incorporan que esa es la forma adecuada de relacionarse con otros adultos y desarrollan menos herramientas personales de autoprotección, pudiendo quedar expuestos al poder de algún adulto que pudiese manipularlos hacia conductas inadecuadas o abusivas”, completa Guillier.

Efectos a largo plazo

Amenazar a un niño o niña a cambio de afecto puede tener repercusiones a largo plazo en la configuración de su propia seguridad a la hora de establecer límites en torno a su cuerpo y sus acciones. “Amenazar con retirar el cariño o abandonar genera un impacto nefasto en su desarrollo”, advierte Rothhammer, en cuanto “el niño o niña crece sintiéndose inseguro o insegura, pensando que su capacidad para ser querido o cuidado puede interrumpirse si comete una falta. Esto trae consigo una sensación terrible de miedo”.

La pediatra de Clínica Cordillera agrega: “El niño o niña percibe que el adulto es quien manda y decide, por lo que debe complacerlo. Esto los hace quedar expuestos a situaciones erotizadas por parte de ese adulto. A largo plazo, el niño o niña al que no se le ha permitido poner límites podría desarrollar temor a la cercanía de otros o tener por aprendizaje repetido un modo de aproximación de mucha cercanía, indiferenciadamente, quedando en riesgo de posibles contactos abusivos”.

No solo los más pequeños y las más pequeñas se ven afectados por estas amenazadas relacionadas a demostraciones de cariño, los y las adolescentes también pueden pasarlo mal en estas situaciones. “Puede generar mucha rabia, impotencia, tristeza y miedo”, dice la psicóloga de Clínica Alemana. “Probablemente ya le ha quedado claro que estas amenazas no se cumplen y que son un medio para regular la conducta, sin embargo, la reacción puede ser muy intensa generando una gran oposición, desafío y rebeldía. O bien, por otro lado, una reacción temerosa, siendo el adolescente incapaz de enfrentar al adulto por estar sumido en el miedo a dejar de ser querido o aceptado”.

La pediatra Viviana Guillier entrega algunas recomendaciones para promover que los niños hagan valer sus derechos y aprendan a poner límites:

  1. Enseñarles a respetar su cuerpo, cuidar su alimentación, su sueño, higiene, el ejercicio físico, evitar riesgos innecesarios y protegerse en actividades recreativas en las que pudiese existir cierto peligro.
  2. Respetar su privacidad y la de otros, poner límites en relación con lo que no les gusta o no les hace bien.
  3. Enseñar que nadie debe tocarlos en partes privadas y que, si alguna vez alguien intenta hacerlo, deben comunicar inmediatamente a algún adulto de confianza.
  4. Siempre validar los relatos de niños y niñas si es que refieren a un adulto que otro le pega, lo maltrata o hace algo que lo incomoda o avergüenza. Nunca minimizar ni descalificar lo que siente.

Especialistas de la Universidad de Michigan ofrecen alternativas para no exponer a niños y niñas a situaciones incómodas:

  1. Hablar con familiares, explicándoles por qué no deberían forzar un abrazo o un beso de parte de los niños. Aunque al principio no lo entiendan, si expresas tus motivaciones verán cómo sus actos pueden afectar negativamente a los más chicos.
  2. Hablar con los niños y niñas sobre seres queridos que no ven seguido, contándoles lo mucho que los quieren y lo importante que son para ellos. Muchas veces le tienen miedo a los desconocidos, pero si han oído sobre ellos y sobre cómo son, es más probable que los acepten y les demuestren afecto.
  3. Ofrecer alternativas. Así, en vez de besos o abrazos, mostrar a los niños que pueden saludar con un choque de puños, un saludo de manos o un simple “Hola”. Es bueno conversar con ellos sobre qué los haría sentir más cómodos para que sepan que tienen opciones.

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