“Si tú no te quieres... ¿quién te va a querer?” Es una de las tantas frases que solemos escuchar o leer en redes sociales para dar cuenta de la importancia del amor propio. Pero, aunque se diga con una buena intención, para muchas personas puede resultar lapidario, además de injusto. Y es que como explica Natalia Acevedo, psicóloga e impulsora de la organización Psicólogas en Red, la capacidad de querer o amar no debería estar condicionada; el amor propio y la autoestima no son bienes transables. “Pese a que trabajar en nuestro amor propio y autoestima es fundamental, no es una condición indispensable para querer. Todas y todos de forma innata estamos disponibles para querer y ser queridos, el gran detalle diferenciador es la historia personal que marca nuestra tendencia relacional y configura nuestra manera de querer”, dice.
Natalia pone el ejemplo de una madre puérpera con dificultades de autoestima por el cambio físico que genera la maternidad. “Esta mujer tendrá por consecuencia menos amor propio, a ojos de lo que está socialmente valorado, pero esto no significa que no pueda amar a su hijo o hija. Por lo tanto, esta frase nos remite a la culpa y lo que socialmente nos han hecho creer sobre cómo debemos amar y querer”, explica.
Lo psicóloga española Cristina Callao plantea lo mismo en sus redes sociales. “¿Por qué me parece una frase horrible? Porque da a entender que si tienes una autoestima baja y/o estás pasando por un periodo difícil donde te cuesta creer en ti, no eres merecedora de un amor sano y tampoco capaz querer bien a alguien”.
Ambas expertas coinciden en que esta frase puede generar confusión, porque trabajar en el amor propio es una hazaña importante, pero no desde la culpa, sino que desde la aceptación y también, desde la compasión. “Sin duda aprender a amarnos y trabajar en nosotros es fundamental para asegurar un desarrollo pleno, pero ponerlo como condición para que otros me amen va por el camino incorrecto. Cuando somos capaces de entender la aceptación incondicional, el amor propio deja de cuantificarse y soy capaz de reconocer mis defectos y virtudes como mi mayor acto de amor propio”, asegura Natalia.
En la publicación de Cristina Callao ella dice que ha visto a personas que se quieren poco, pero al mismo tiempo tienen una red de apoyo maravillosa; y también ha visto cómo esas personas, que se quieren muy poquito a sí mismas, quieren mucho y muy bien a sus cercanos.
Y es que una cosa es el amor propio y otra, es el amor que entrego y recibo dentro de un vínculo afectvo. “En este últmo, el amor que entregamos y recibimos debe ser en igualdad de condiciones. No como una transacción, pero sí con un equilibrio. Querer mucho o poco no debería ser un asunto unilateral, que dependa sólo de mi autoestima; se va construyendo de manera relacional entre quienes son parte del vínculo, y por tanto eso es lo que hay que cuidar, que ambos amen y se sientan amados. Y es necesario poner atención a ese equilibro porque en algunos casos la baja autoestima de una de las dos personas, podría ser terreno fértil para una relación desigual, donde haya dominación o abuso”.
Cristina Collao cierra su publicación con un llamado a no dejar que estas frases “generalistas y simplonas”, nos hagan sentir tristes o poco merecedoras de amor. “El problema de repartir este tipo de frases –que dejan de lado el contexto– es que condicionamos la capacidad de sentirnos amados, como si fuera algo por lo cual debemos hacer mérito. Además fomenta la idea capitalista de que primero hay que dar para recibir, como si las relaciones fueran solo un acto de negociación. Esta es una frase vacía y que generaliza algo que no se puede generalizar, como es la capacidad de amar de cada persona”, concluye Natalia.