Hace 23 años, Ivette Riquelme (50) llegó por primera vez a uno de los talleres de escenografía del Teatro Municipal. Hasta ese entonces lo suyo había sido la ilustración y la pintura, así que partió pintando los telones que se usan como fondo en las presentaciones. Actualmente sigue pintando, pero en un área completamente diferente. "Trabajo hace 10 años en el taller de utilería porque mi jefe necesitaba alguien que le diera carácter a los muebles que fabrican. Los maestros del taller son expertos mueblistas, trabajan con fierro, madera y fibra de vidrio. Pero cuando haces un elemento y lo pintas mal, el acabado no es el correcto. Yo me especialicé en realzar con pintura todo lo que ellos crean: destaco las vetas de la madera o transformo materia en algo completamente diferente. Si un objeto es de madera, puedo convertirlo en piedra, en metal o en lapis lazuli. Y es que con la pintura le doy todo el carácter".
Probablemente, ninguno de los materiales que se ven sobre el escenario en una producción teatral son lo que parecen. Y el taller de Ivette es prueba de ello. Los cascos de metal, los escudos de madera y las columnas de piedra que se apoyan en sus paredes son en realidad moldes de fibra de vidrio, figuras de resina y cilindros de plumavit. "Hacemos figuras de madera o de poliuretano que tienen que parecer de piedra o de oro. Primero se trabajan en plasticina para hacer las formas originales y a partir de eso se saca un molde. Con eso puedes hacer cuantas copias sean necesarias", explica Ivette. 
La ópera Turandot es una de sus producciones favoritas y fue, además, la primera en la que participó cuando recién entró al taller de utilería. Antes de empezar a trabajar en una producción, el equipo encargado de la utilería recibe información sobre la obra y eso se complementa con las ideas del escenógrafo para la puesta en escena. "Él es quien me da las pautas de lo que quiere en el escenario. Yo veo la temática de la obra, de la ópera o del ballet, y me voy interiorizando en qué época está ambientada y a qué hora del día es para darle el carácter en color y textura y definir cuál es el protagonismo del elemento". Para Ivette, el proceso de empaparse de la obra y conocer la trama es fundamental para lograr el resultado óptimo que busca en sus creaciones.
El trabajo en el taller debe ser metódico porque para una producción se requieren decenas de elementos de utilería. A veces cuentan con semanas para prepararse, otras veces solo con unos pocos días. "Por mis manos pasan las piezas que fabrican mis seis compañeros, así que todo lo que se produce en el taller me llega a mí. Tengo que empezar a trabajar en una cosa mientras se secan otras para ganar tiempo. Me gusta trabajar así, lo veo como un desafío. Es muy dinámico. Muchas veces en el momento que las cosas están en el escenario se dan cuenta de que se necesitan más lanzas, más sables, más espadas y yo tengo que poder responder", explica. 
"Siempre he pintado porque vengo de una familia de pintores, pero nunca había visto el trabajo que se hacía en el teatro ni tampoco conocía las técnicas que se ocupan", cuenta Ivette. Cuando partió en esto, tuvo la oportunidad de aprender métodos y estrategias de otros pintores. Y para ella tener esos referentes fue una de las razones por las cuales se enamoró de este oficio. "Me gusta todo de mi trabajo. Amo lo que hago. Puedo estar días completos en mi taller y eso me encanta", dice. "Cuando nos llegan estudiantes en práctica de diseño teatral o de alguna otra área trato de transmitirles la mayor cantidad de conocimientos posible. Y es que esta es una carrera que solo se aprende aquí, no existe una institución que realmente enseñe este oficio afuera".