“Nunca fue mi sueño ser mamá. Siempre lo vi como algo lejano e incompatible con mi estilo de vida ya que me gustaba mi independencia, tener proyectos personales y planificar mis días. Cuando conocí a mi marido lo conversamos y acordamos solo ser los dos, sin embargo, la vida me sorprendió y quedé embarazada. Supe a los 3 meses de gestación, fue todo inesperado.

A pesar de la sorpresa, ambos recibimos la noticia con alegría. Planifiqué todo para mi parto; quería que fuese natural, me inscribí a todos los cursos habidos y por haber de parto consciente, preparación de parto respetado, yoga pre natal, busqué muchos libros y hasta el play list que quería escuchar en el momento del nacimiento. Pero mi embarazo fue express, mi hijo nació prematuro y el parto no fue como lo imaginé.

Llegué de urgencia a la semana 31 y las enfermeras me dijeron que mi bebé nacería sí o sí. Fue todo muy rápido, en un quirófano con muchas personas que nunca había visto. Mi bebé nació por cesaría, no hubo momento de apego ni nada del romanticismo del que muchas mamás me habían hablado al momento del nacimiento. Al ser un parto de urgencia, a mi hijo se lo llevaron rápidamente junto con el papá a controlar sus signos. Nunca lo vi o lo escuche llorar. Después de 8 horas lo pude conocer en una incubadora, lleno de cables, sin poder tomarlo ni abrazarlo. Así me fui de alta, dejándolo en Neonatología, alimentándose de una sonda y esperando que todos los exámenes salieran bien. No lo pude amamantar, pero ya a esas alturas lo que menos me importaba era eso, solo me importaba que subiera de peso y que llegara a los 2 kilos para llevarlo a casa pronto. Allí conocí a mujeres fuertes, que traspasaban esa fuerza a sus bebes. También me tocó ver mamás que se iban con sus brazos vacíos y los pechos llenos de leche.

A pesar de todo, mi experiencia con un bebé fue maravillosa, por lo que decidimos ser nuevamente padres. La diferencia con mi segundo embarazo es que no planifiqué nada, dejé que todo fluyera. Si tenía que ser cesárea o parto natural, estaba abierta a todas las posibilidades. Me dediqué a sentir a mi bebé hasta el término del embarazo. De hecho, había pensado en no amamantar a mi segundo hijo, ya que mi experiencia anterior con el relleno fue muy positiva, pero mi segundo bebé se acopló desde el primer momento y todo fluyó, me salió leche de inmediato y a los tres días estábamos en la casa.

Por eso, de todas las conversaciones, diálogos y palabras que nos puedan decir otras mujeres acerca de la maternidad, nada es mejor que vivir y sentir la experiencia como es, con lo bueno y lo malo. Darnos el tiempo de sentir más que dedicarnos a planificar o imaginar tanto la llegada de un hijo o hija. En mi caso siempre fui una persona súper metódica y “cuadrada”. Adoro las agendas y los horarios pero la maternidad me invitó a dejar el control y fluir, porque ante la llegada de un bebé todo es inesperado y en ocasiones nada sale como lo planeas. Las mujeres tenemos la tendencia a querer controlar todo lo que podamos, pero la maternidad arrasa con todo eso y te invita a flexibilizar, a dejar de superponerlo todo. Se trata de abrirse a lo nuevo, de conectar con las sensaciones y ver que no todo es blanco o negro, que existe una gama de colores; algunos días más grises y otros días más coloridos.

Francisca tiene 38 años y es Ingeniera Comercial.