Sincronía
A estas alturas, la reflexión y el balance son inevitables. Para ti ya es 2019, pero en este momento para mí son los estertores de 2018. Llevo días con imágenes sueltas colándose por mi cabeza, y pensaba en esas sincronías que a una la llevan a creer que debe haber algo más allá. Buscando una tarjeta en mi billetera me encontré con el papel que escribí el día de Año Nuevo hace casi un año con todos mis deseos y esperanzas. No solo lo había olvidado. No lo había visto NUNCA en estos 364 días. Y se me presenta hoy, en medio de la vorágine de fotos mentales del año que se va. Yo podría haber terminado el año como si nada, sin mirar atrás, y cerrar ese capítulo sin las reflexiones finales: que fue un año duro, que algunas intenciones no las logré, que por otra parte el aprendizaje fue monumental. Lo que se llama el balance. Pero a pesar de mi habitual tendencia a la evasión me es imposible no hacerlo, porque algo, una fuerza desconocida, una energía, me obliga a ver. Me pone el papelito frente a los ojos para que yo ordene la diletancia mental.a estas alturas, la reflexión y el balance son inevitables.
Para ti ya es 2019, pero en este momento para mí son los estertores de 2018. Llevo días con imágenes sueltas colándose por mi cabeza, y pensaba en esas sincronías que a una la llevan a creer que debe haber algo más allá. Buscando una tarjeta en mi billetera me encontré con el papel que escribí el día de Año Nuevo hace casi un año con todos mis deseos y esperanzas. No solo lo había olvidado. No lo había visto NUNCA en estos 364 días. Y se me presenta hoy, en medio de la vorágine de fotos mentales del año que se va. Yo podría haber terminado el año como si nada, sin mirar atrás, y cerrar ese capítulo sin las reflexiones finales: que fue un año duro, que algunas intenciones no las logré, que por otra parte el aprendizaje fue monumental. Lo que se llama el balance. Pero a pesar de mi habitual tendencia a la evasión me es imposible no hacerlo, porque algo, una fuerza desconocida, una energía, me obliga a ver. Me pone el papelito frente a los ojos para que yo ordene la diletancia mental.
Mi cabeza es bien empírica. Tiendo a sospechar, pero no soy una descreída. Por ejemplo, desconfío de la gran mayoría de los brujos que ponen avisos en los diarios o revistas, pero tengo certeza de que existen personas que pueden "ver cosas". No creo que estemos predestinados a nada, pero nadie me va a convencer de la inexistencia de algo que se parece mucho al karma. Sé que aparentemente esto de la sincronía, la energía y el karma no tiene mucha lógica, pero no es más lógico que un día te apagues para siempre. Que pases a ser nada. Dos conceptos que ciertamente desconocemos en su magnitud: para siempre, nada.
A mí la lógica me dice que las probabilidades de que te encuentres con una persona que llevas años buscando, que te hace sentir una vibración persistente y mutua muy parecida a la felicidad son escasas, pero cuando pasa sabes que no puede ser casualidad. No sé si creo en Dios o en las vidas pasadas, pero creo en las señales. Y en los ritos. En mis ritos, que tienen mucho que ver con celebrar los comienzos y soltar lo que ya no aporta. Entonces el Año Nuevo es un asunto cada vez menos mundano y más religioso, porque ahí está la génesis de lo que vendrá. El papel con los deseos, la carta del tarot, las reflexiones previas. Honrar y soltar el pasado quemando lo viejo, haciendo espacio para lo nuevo. Puros lugares comunes que de pronto hacen tanto sentido.
El año pasado saqué la carta de la muerte. La imagen es espeluznante: un esqueleto corta cabezas y hierbas con una guadaña. Su cabeza tiene forma de luna, simboliza la noche y la regresión. Pero por otra parte la hierba que corta es pura maleza, y otra vez: arranca lo malo para dejar salir lo bueno. La muerte augura transformación profunda y, como tal, siempre trae dolor.
Parece un rito masoquista, este de dejar que un pedazo de cartón te pautee así los días que vienen, pero no. Más bien la carta te acompaña en el proceso, porque sabes que el resultado al final depende de ti. Ahora se ve clarito, un año después, el porqué de la muerte. Sepan disculpar que no comparta esta intimidad. Solo diré que salgo fortalecida y llego al 31 de enero lista para una cartita más amable. Qué bien me vendría.
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